La alta costura cambia de era
La crisis impone la modestia en los desfiles de la semana de la moda de París
La incertidumbre planea sobre la semana de la moda de la alta costura para otoño-invierno 2009 que empezó ayer en París. Con los recientes bocados que le ha pegado la realidad ya no le queda mucho de semana -las presentaciones apenas cubren tres días- ni de alta costura -al menos, como se ha entendido hasta ahora. Tal vez no sea sorprendente que el negocio de vender vestidos artesanales a medida por 60.000 euros no pase por un momento pletórico. Pero sí resulta llamativa la forma en que se ha pasado de la euforia a la angustia. En 2008 se vieron cifras de récord, con aumentos de ventas que rondaron el 10% en casas muy establecidas, como Chanel o Dior, y alcanzaron el 80% en Givenchy.
John Galliano presentó la colección de Dior en la sede de la firma
Alexis Mabille combinó vestidos de encargo con piezas para 'prêt-à-porter'
La primera mitad de 2009 ha detenido la tendencia al alza y si las alarmas no se han disparado a todo volumen todavía es porque la clientela se expande de EEUU, Oriente Medio y Europa hacia Turquía, Grecia, Rusia o Ucrania. Pero las expectativas para esta temporada son conservadoras y un calendario de presentaciones cada vez más despejado no invita al optimismo. Tampoco lo hace el anuncio de despidos masivos en Christian Lacroix, que presentará una breve colección hoy, gracias a la caridad de propios y extraños.
El presidente de la Federación Francesa de la Alta Costura, Didier Grumbach, esquiva la pregunta de si esta cita podría llegar a desaparecer. "En un momento de crisis, no estamos insistiendo a las casas para que hagan desfiles. Lo importante es que sigan recibiendo pedidos. Las presentaciones no son imprescindibles", apunta.
La alta costura es un oficio artesanal que ha pasado por muchas reencarnaciones. Los mitificados talleres de los años 50 eran, según Karl Lagerfeld -que allí se formó-, "un lugar sór
dido".
Poco tenían que ver aquellas presentaciones con los espectaculares montajes de la última década, cuando se generalizó la idea de que la alta costura era un teatro de ilusiones, de alcance global, que servía para vender perfumes con olor a Chupa-Chups. Ésa es la idea en la que más o menos seguimos instalados. Todo lo instalados que se puede estar al borde de un precipicio.
Resulta significativo que John Galliano optara ayer por replegarse en los salones de Dior con dos presentaciones para 260 invitados en el 30 de Avenue Montaigne, donde está la sede desde 1947. Hacía 10 años que no desfilaba allí, pero la firma insiste en desvincular esta decisión de la crisis económica. La atribuye al deseo de Galliano de rendir homenaje a los artesanos que, desde la sexta planta de la finca, bombean a diario la sangre de este oficio. "Llevo años innovando en los códigos de Dior y me parecía el momento de traerlos de nuevo a casa", explicaba Galliano. La intimidad de la puesta escena facilitaba que los asistentes escucharan, olieran y casi palparan las creaciones. Las modelos, como sorprendidas en el vestidor, exhibían exquisita lencería hecha a mano, con técnicas casi desaparecidas. Una mínima combinación de encaje color maquillaje asomaba bajo una arquitectónica chaqueta en intenso amarillo en una peculiar combinación de sensualidad y drama. La idea era recrear el frenesí del cabinet de Mr. Dior justo antes de un desfile y, despojado de grandilocuencia, Galliano confió en los colores eléctricos para ganar intensidad.
"La gente sigue queriendo objetos exclusivos, pero ahora no está dispuesta a esperar por ello", apunta Bruno Frisoni. El director creativo de la firma Roger Vivier presenta estos días una colección de bolsos y zapatos de alta costura. "En los 29 años que llevo en este negocio nunca se ha dejado de anunciar la muerte de la alta costura. Pero estamos más bien ante una evolución del modelo, como en el cine".
Gracias a su progresiva sofisticación, el prêt-à-porter ofrece una experiencia parecida, por menos dinero y sin meses de espera. Nacen formas híbridas, como la que presentó Alexis Mabille, de 30 años. La gran esperanza de renovación de la costura combinó vestidos de noche que sólo se hacen por encargo -a partir de 8.000 euros- con piezas que luego se realizarán, en tejidos más baratos, en una colección de prêt-à-porter para la primavera/verano de 2010. "Antes la alta costura era grandiosa, ahora se trata más de establecer una relación individual con la ropa. Tal vez, pronto cambiará de nombre", apunta irreverente.
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