"Simplemente, otra forma de familia"
Dos mujeres transexuales y lesbianas sellan su relación en una boda celebrada en el Ayuntamiento de Girona
"Simplemente, somos otra forma de familia". Dicho por Ángela y Sabrina, la frase tiene más de un doble sentido. Las dos son mujeres transexuales y lesbianas. El sábado pasado se casaron en el Ayuntamiento de Girona.
Ángela, la mayor -"a una mujer no se le pregunta la edad", contesta con coquetería-, es arquitecta e intérprete de idiomas para el poder judicial y los cuerpos de seguridad. Sabrina, "20 años más joven", se educó en Inglaterra y es licenciada en Comunicación por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Nada en su historia es convencional, aunque ellas rechazan que se las califique de excepcionales. "Nos conocimos hace dos años en el foro de la web de temática transexual carlaantonelli.com", relata Ángela. Y así se relacionaron hasta hace nueve meses, cuando Sabrina se licenció y viajó a España. "Hace cinco años, nuestra historia hubiera sido imposible. Hoy día, con Internet y las tarjetas telefónicas, es diferente. Durante más de un año conversamos todos los días", relatan, casi al alimón.
"Queremos dar un toque a la sociedad y acabar con los tópicos", dice la pareja
El encuentro en el aeropuerto madrileño de Barajas fue su "mayor emoción". "Yo salía por las puertas esas de cristal, que no se ve nada de lo que hay al otro lado, y cuando la vi esperándome le di el abrazo más sentido que he dado en mi vida. Y ella lo mismo", dice Sabrina. "Fue como si nos conociéramos de toda la vida. Un reencuentro después de un año", añade Ángela.
Con la boda del sábado quieren, ante todo, poner el broche a una historia de amor. "Un colofón, pero que es sólo un paso más. Ella me ha prometido que el compromiso durará al menos 30 años", dice Sabrina. "Para ella es fácil prometer eso, que tiene 25 años, pero a ver cómo voy a llegar después de otros 30 años", bromea Ángela.
Pero aparte de los nervios y las chanzas, las dos saben que su boda va más allá que una ceremonia más. "Son las primeras transexuales lesbianas de España que se casan", había advertido Carla Antonelli. "Lo que queremos demostrar es que, en contra de lo que dicen el PP y los obispos, hay muchas formas de familia, y que la nuestra es una más", apunta Ángela cuando se pone seria.
"Queremos que la ceremonia y su publicidad sirvan para romper tópicos y para aclarar la diferencia entre identidad sexual [que las dos se sientan mujeres y vivan como tales aunque biológicamente nacieran como niños] y orientación sexual [que a ambas les gusten las mujeres]", indica didáctica Ángela.
El otro tópico es el que relaciona a las mujeres transexuales con la marginación y la prostitución. "Entre las dos hablamos 10 idiomas; las dos somos universitarias", afirma Ángela, que es quien lleva la voz cantante a la hora de las reivindicaciones.
Claro que ello no quiere decir que llegar hasta donde ellas han llegado haya sido fácil. Siempre remisa a hablar de su pasado, Ángela no puede dejar de ironizar sobre los tiempos en que ella corría delante de la policía. "Fíjate, los maderos con los que ahora trabajo", dice con picardía.
Sabrina achaca gran parte de su felicidad actual "a la suerte". "Mi mamá siempre me apoyó, emocional y económicamente. A mis abuelos les costó acostumbrarse, pero no lo llevaron mal, y enseguida empezaron a llamarme Sabri. Y mi universidad siempre ha sido de izquierdas, y más en una carrera de humanidades, donde había lesbianas, muchos gays, y yo", afirma risueña.
Ahora viven "el sueño" de poderse casar, algo que "sólo se puede hacer en España", dice Ángela. Con la boda no sólo solucionarán la situación de Sabrina, que aún no tiene los papeles en regla. Para un futuro inmediato dejan el aprovechar las ventajas de la futura ley de identidad de género, por si todavía les quedara algún fleco legal que arreglar. "Y conseguir un trabajo para Sabrina. En México trabajó en la radio y es una gran imitadora", dice orgullosa su pareja.
El sábado, con una veintena de amigos -alguno venido de México-, dieron un paso más en su historia. "Es una manera de dar un toque a la sociedad", dice Ángela. Aunque más que "un toque", las dos saben que le están dando un auténtico aldabonazo.
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