Pasen y vivan Guantánamo
Polémica en EE UU por una atracción que emula las torturas infligidas en la base
Cuarenta minutos en metro separan Manhattan del histórico parque de atracciones de Coney Island. Este verano, además de perritos calientes o una de las montañas rusas de madera más viejas del país, por un dólar, los visitantes pueden ver durante 15 segundos una simulación de las torturas de Guantánamo.
Grandes letras azules anuncian en el exterior la controvertida atracción diseñada por el artista Steve Powers. Una escalera permite al espectador asomarse al interior de una celda. A través de una reja, se ve a un robot vestido con uno de los monos naranja de los prisioneros de la base estadounidense. Está tumbado y atado a una tabla. Otro, con sudadera de capucha negra, sujeta una jarra de metal con agua. Cuando el billete entra en la ranura, el agua cae sobre la cara del preso, que se revuelve y gime. El artista recaudó 140 dólares el primer día.
Cuando el dólar entra en la ranura, el agua cae sobre la cara del preso, que se revuelve y gime
Es la nueva atracción llena de preguntas (¿es lícito tratar un tema así en una feria?) de un lugar por el que han pasado la mujer más pequeña del mundo, insignes forzudos y freaks de todo tipo. En 1911, Samuel H. Gumpertz comprendió lo lucrativo del negocio de mostrar rarezas y deformidades. Coney Island se convirtió en un hito de la cultura popular estadounidense que no ha dejado de inspirar a artistas y escritores; del Gran Gatsby de Fitzgerald a Woody Allen en Annie Hall o la fotógrafa Diane Arbus, que documentó durante años la extraña fauna de sus casetas.
Casi un siglo después de que Gumpertz pusiera su negocio de rarezas en marcha, Coney Island resiste a duras penas frente al ansia especuladora de promotores inmobiliarios. Junto al Guantánamo de Powers, la Mujer Volcán, cubierta de tatuajes, explica que es capaz de tomar una taza de gasolina como si fuera té. Ni ella ni su compañera -que cada tarde engulle espadas- se han acercado todavía al puesto vecino.
La nueva celda forma parte del proyecto Democracy for America, una iniciativa de la organización Creative Arts. Mesas redondas, representaciones de históricos discursos de la Nueva Izquierda y una performance en la que cerca de cuarenta bisexuales leen una carta de amor a los candidatos a la presidencia son algunas de las actividades realizadas por este grupo. "El arte tiene una larga tradición en el terreno de la polémica, como elemento generador de debate", explica Nato Thompson, comisario del proyecto. La organización para la que trabaja empezó en los 70, década dorada del arte político.
Entre los ruidosos puestos de tiro y los coches de choque, el nuevo montaje de Guantánamo no pasa inadvertido. John, activista americano pro derechos humanos de la ONG El Mundo No Puede Esperar, distribuye información sobre su organización a quien se acerca. "La tortura es un crimen contra la humanidad. Un Gobierno que tortura es criminal. Pinochet en Chile o Ríos en Guatemala negaban las torturas. El Gobierno de Bush las reconoce".
En la pared de la celda de Powers, un letrero rojo tranquiliza al espectador: "Tranquilo, es sólo un sueño". ¿O una pesadilla? Franklin Soults, periodista musical que visita por primera vez el parque, capta la ironía. "El artista quiere demostrar que esto es tortura, aunque el Gobierno lo niegue, y lo hace de una manera algo simple", dice, "porque la gente no presta atención a esto; lo que más le preocupa es el precio de la gasolina y el paro".
Las técnicas de asfixia simulada, representadas en Coney Island y condenadas por la convención de Ginebra, han sido defendidas por la Administración de Bush. En los juicios que actualmente se celebran en Guantánamo, la comisión militar admite como pruebas los testimonios de los presos obtenidos con estas técnicas en los interrogatorios. En el carnaval decadente de Coney Island, no falta quien considera que la nueva atracción debería ser más real. Steve, un estudiante de Empresariales de 22 años, querría ver actores de verdad. "Si se trata de sorprender y dar miedo, sería más efectivo si se mostrara tal y como ocurre", asegura.
Powers, un grupo de abogados pro derechos humanos, y Mike Hirtz, interrogador profesional contrario a emplear este tipo de técnicas, hicieron una representación real del show el 15 de agosto ante 40 personas. La radicalidad de la acción y el discurso de protesta se adaptaron a los requisitos del sistema sanitario. "No les ataron por problemas con el seguro médico", explica Thompson. Sin pasar a la cruda realidad, los muñecos de plástico también pueden asustar y perturbar. Jenny, adolescente neoyorquina, así lo piensa tras ver la atracción. "Esto es demasiado serio para Coney Island. Sé que es un show freak, pero es un poco perturbador".
Junto a los dibujos de la fachada, Powers ha pegado un manual de instrucciones en inglés, árabe y francés, ilustrado con dibujos, para explicar la técnica de asfixia simulada en seis pasos. Lo primero, llenar una jarra con agua. Luego, tapar la cara y atar a la víctima, ponerle un trapo mojado sobre la capucha y echar el agua. Interrogar y repetir cuantas veces sea necesario. Y si esto no les convence, suban a la noria.
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