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Columna
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El pensamiento

David Trueba

A la gente no hacen más que leernos el pensamiento. El lema de Intereconomía es: "Tú lo piensas, nosotros lo decimos". Se erige en portavoz de las ideas ocultas, dando por sentado que estas existen y están agazapadas. Cuando Berlusconi insiste en que prefiere sentirse atraído por chavalas jovencitas y guapas antes que ser gay, conoce la polvareda que sus palabras van a levantar, pero también valora la identificación que va a producir en todos aquellos que lo piensan, pero que nunca se atreverían a decirlo. El tipo puede parecer un frívolo cretinizado, pero también valiente y atrevido. A la lacra de lo políticamente correcto le sucede el falso heroísmo de los que arramblan con respetos artificiales para decir lo que piensan.

A menudo, decir lo que se piensa es considerado una virtud. Pero si lo que se piensa es una enorme estupidez, aun compartida, entonces convendrán conmigo en que sería mejor no decir lo que se piensa. El acto de valentía de expresar una idea propia queda desautorizado si esa idea es una sandez que tan solo pretende lograr la identificación del lado más zopenco de la sociedad. Qué culazo, menudos pectorales, lo que podría hacerme con una boca así, son pensamientos que cualquier hombre o mujer pueden tener al cruzarse con otro. Decirlo en voz alta a nadie le parecería una muestra de valentía, sino de grosera imbecilidad.

Tendremos que estar muy atentos para distinguir cuando en los medios florece la expresión contundente y desinhibida para grandeza del pensamiento libre o cuando es solo escatología anal. Un oficinista que piensa que su jefe es tonto del culo y no se lo dice, no es un cobarde, es un hombre pragmático necesitado del empleo. Pero si lo dice entre los compañeros que también lo piensan se gana unas risas y alguna palmada en el hombro. Joan Puigcercós, cuyo lema de campaña es Valent, alerta del agravio contable que sufren los catalanes frente a los andaluces y pone en voz alta lo que muchos afirman en voz baja. Es el cortejo de la campaña electoral.

Suenan como esos ejecutivos de la tele que se justifican diciendo que le dan a la gente lo que la gente desea. Gracias por leernos el pensamiento. Qué feos son nuestros pensamientos.

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