Suspendido
El tremendo ridículo que acarrea suspender un debate cara a cara entre los dos candidatos presidenciales en TV-3 a minutos de dar comienzo evidencia que muchas cosas se han hecho mal. Tendría que ser una rutina televisiva ya establecida en procesos electorales y no una anomalía asumida. No hubo debate cara a cara mientras Aznar gobernó y nunca lo ha habido en las elecciones catalanas. Corregir esa carencia tendría que haber sido más importante que correr a ponerle cotos a la información libre, minutarla, restringirla en los noticiarios de las cadenas. Los partidos han sido exigentes y puntillosos con aquello que les beneficiaba y, sin embargo, con lo que les obliga a un esfuerzo se muestran vagos, difusos, contradictorios. Llegar al último minuto sin un acuerdo claro para la transmisión, jugar al farol de venga, hagámoslo ahora entre nosotros dos, todo eso suena tan desafinado que da grima.
Los partidos minoritarios recurrieron a la Junta Electoral para evitar un cara a cara que según ellos los condenaba a un papel secundario. Pero no se acordaron de los partidos que aún no tienen representación parlamentaria y que también habrían querido participar en un debate general. El debate a seis ya tuvo lugar, aunque hay que confesar que el gran triunfador fue el moderador, Josep Cuní, que es quien más ágil, enfocado y brillante estuvo. El debate a dos habría sido un complemento interesante para los electores.
Temo que el elector no es tratado como un ser pensante, que merece algo más que mensajes publicitarios estudiados y vacuos. La información masticada que se le ofrece no habla a favor del respeto. Se ha impuesto la política-consumo; el elector es como un cliente que elige entre detergentes. El mercado asume que en la información cinematográfica no a todas las películas se les dedica el mismo espacio televisivo o que a cualquier novela recién publicada no se le da el mismo tratamiento que a Pérez-Reverte o Ruiz Zafón. Los servicios públicos no han de ser entendidos como una tutela aguada y sin personalidad.
Lo más clarificador es percibir que ambos candidatos en el fondo se alegraron de que viniera la Junta Electoral a prohibir el careo. El alumno poco preparado también respira aliviado cuando se suspende el examen.
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