De Marte a la cocina
El uso de los robots ha saltado del espacio y las fábricas al hogar doméstico
Meeps es un peluche azul de ojos saltones. Si le gritan sale corriendo; si le susurran se acerca alegremente. La misión de Packbot no es ningún juego, aunque se controle con los mandos de las consolas Xbox o Playstation3. Tres mil robots militares como Packbot desactivan bombas en Irán y Afganistán mientras 120 Seaglider surcan los océanos para medir su temperatura y salinidad o retratan los efectos submarinos del vertido de BP. Durante 10 meses recopilan datos e imágenes, que transmiten por móvil, sin recargar la batería.
Meeps, Packbot y Seaglider son una muestra de los autómatas que desarrolla y comercializa iRobot. La empresa aprovecha su conocimiento en inteligencia artificial para "crear robots domésticos que eliminan las tareas rutinarias". Su gran triunfo es Roomba, el aspirador que deja el suelo limpio como una patena mientras su dueño descansa. Le han seguido el fregasuelos Scooba, el limpiapiscinas Verro... Todos incorporan la tecnología iAdapt, que monitoriza 64 veces por segundo los estímulos recibidos a través de sensores, a los que responde en tiempo real con 40 comportamientos diferentes.
Los Packbot, controlados con los mandos de la Xbox, desactivan bombas
Seaglider surca los océanos para medir su temperatura y salinidad
Cinco millones de sus robots domésticos (de un parque mundial de 8.600 millones, según la Federación Internacional de Robótica) circulan por los hogares desde el lanzamiento de Roomba en 2002. "Es como si alguien hubiera aspirado el suelo por ti. No es suficiente que el robot sea estupendo. Debe resolver problemas. Su coste se justifica cuando hay trabajo físico rutinario, peligroso o difícil por resolver", dice Colin Angle, fundador de una compañía centrada en la robótica práctica desde 1990.
La actividad de iRobot va más allá del hogar. Ejército, industria, Administración y el espacio se nutren de sus 20 años de experiencia en robots que se mueven como pez en el agua por tierra, mar o aire y son capaces de "entender gestos e interactuar con humanos", dice Tom Wagner, el responsable tecnológico. Desde hace dos años tiene una división sanitaria. Objetivo: "Encontrar maneras de mejorar la vida de ancianos y enfermos, que redunde en la eficiencia del servicio de salud".
Desplegados en una sala de Nueva York, los robots parecen tanques (Packbot), cohetes (Seaglider) o son tan pequeños que caben en el bolsillo, como los Landroids, que pesan 400 gramos y se convierten en un nodo de comunicación de una red de sus semejantes en el campo de batalla. No hay ningún humanoide. "La forma que tenga da igual mientras sepa dónde está, comprenda su entorno y realice alguna actividad", asegura Angle, creador de Genghis, un explorador del espacio de seis patas, expuesto en el Museo Smithsonian de Washington. El primer robot que recuerda era "una grúa automatizada" y su ejemplo favorito en el cine es de La guerra de las galaxias: uno pequeño con ruedas que guiaba a las tropas imperiales. "Cuando lo vi, pensé: 'Esto lo puedo crear. Esto es útil'. Comprendí que la naturaleza práctica del robot es determinante".
Útil también fue su solución para los exploradores de Marte. El Laboratorio de Propulsión a Chorro de Pasadena (California) había creado un robot de dos toneladas para enviar al planeta rojo en los 80. Entonces estudiante del laboratorio de inteligencia artificial del MIT, Angle construyó otro, "de medio kilo y capaz de recolectar cosas", con su director de tesis y luego socio, Rodney Brooks. Tres generaciones después de eso, la NASA envió en 2004 a Spirit, que recorrió el suelo marciano con el nombre del fundador de iRobot impreso, dotado de inteligencia artificial.
La obsesión por la "utilidad" no impide que hagan correr la imaginación en sus investigaciones. Los JamBot cambian de forma y tamaño de la misma forma que T-100 -el clon enviado para destruir al terminator Schwarzenegger- modificaba su estado para traspasar paredes. ¿Ciencia ficción? No, iRobot.
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