Hagan juego
En la tele ya se retransmite hasta el póker, porque a medida que se reduce nuestra capacidad para apreciar lo complejo, se fortalece la afición por el juego. El juego ofrece reglamentos claros, resultados contundentes y lo más parecido al triunfo que hemos sido capaces de inventar. Ofrece catarsis colectivas, hoy ya incapaces de lograrse por otros medios, donde patriotismo y chovinismo afloran sin prejuicios. Y por si todo esto fuera poco, de tanto en tanto, hazañas como la del Mirandés nos convencen de que aún es posible la revuelta de los débiles, algo que habíamos desterrado de nuestra cabeza desde que empezamos a tratar con los bancos o seguimos la política financiera internacional. El juego es un placebo, una posibilidad de sufrimiento impostada, un drama de usar y tirar, que se cura a la jornada siguiente.
Mientras el Real Madrid y el Barcelona se golpean como Muhammad Ali y Joe Frazier en sus grandes combates, no ya solo jugándose el partido, sino haciendo de cada zarpazo una enmienda a la totalidad, la realidad parece suspenderse. Deportes con menos propaganda incorporada, como el amado balonmano, nos dan satisfacciones poco valoradas, pero el juego sigue ahí como la fuga más asequible.
Tanto es así que se empiezan a borrar los prejuicios para permitir instalarse en Madrid una concesión de casinos. Las poblaciones candidatas son Alcorcón o Valdecarros y resulta raro que entre las exigencias del magnate, plenas de desgravaciones fiscales y ventajas, no se incluya cambiarles el nombre para dotarlas de mayor rimbombancia ludópata. Nos hemos quedado mucho más tranquilos al saber que la ciudad de Las Vegas ya no es un reducto de la mafia y la prostitución, del alcohol y el blanqueo de dinero. Algo intuimos al ver Resacón en Las Vegas con su delicada cadencia de encuentros y desencuentros, pero nos lo ha confirmado la presidenta de la Comunidad. Es solo un espacio de esparcimiento sano, con congresos y ferias internacionales. El esfuerzo merece la pena y formar a jóvenes madrileños como crupiers, barmans, aparcacoches y señoritas de compañía, es una idea tan prometedora que debería cotizar en la partida de I+D. No tengan duda, hay más posibilidades de que nos saque de la pobreza la ruleta que cualquier imaginación política.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.