Crítica
¿Cuál debe ser el currículum profesional de un crítico? ¿Cuál es exactamente su función? ¿Hasta qué punto puede ser objetivo su trabajo? Éstas son cuestiones complejas, que conviene plantearse de vez en cuando. Ahora mismo, el periódico más influyente del mundo, The New York Times, se las plantea porque tiene que elegir un sustituto para su crítico más importante: el de restaurantes. Ningún empleado del Times suscita tantas quejas y polémicas, y ninguno tiene un presupuesto personal tan elevado: sus notas de gastos superan los 50.000 dólares anuales, sin contar viajes ni hoteles.
El diario neoyorquino ha mantenido una interesante evolución a la hora de elegir a su crítico estelar. Hasta los años ochenta se consideraba indispensable que la persona en cuestión tuviera experiencia en los fogones o en la gestión de establecimientos; en los noventa se retiró esa condición, pero se nombró a un crítico que llevaba muchos años ejerciendo la función en otros medios informativos. En 2004 se optó por un cambio drástico y ocupó el puesto Frank Bruni, un periodista que había cubierto la primera guerra del Golfo, la primera campaña presidencial de Bush y la corresponsalía de Roma. ¿Conocimientos culinarios? Cero. Frank Bruni escribía bien y tenía buen estómago. Eso fue considerado suficiente.
Los directivos del Times sabían que la inmensa mayoría de los lectores del crítico no acudían a los restaurantes reseñados, porque eran caros o, simplemente, porque estaban en Nueva York y el lector estaba en San Francisco o en Portugalete. Según las encuestas internas, lo que el lector pedía era disfrutar de una experiencia vicaria (comer a través de otro, digamos) y entretenerse. Por otra parte, se sospechaba que cuanto más introducido estaba el crítico en el oficio de la restauración, más propenso resultaba al compadreo y al amiguismo. De ahí que se optara por Bruni, que ha hecho un trabajo excelente y al que, por supuesto, numerosos restauradores han acusado de intrusismo, de subjetividad, de "animosidad" (uno pagó una página de publicidad para decirlo) y de falta de amor por la cocina. Lo dicho, un trabajo excelente.
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