Elinor Smith, temeraria pionera de la aviación
La única que pasó bajo los cuatro puentes del East River
"La nube ignora por qué se desplaza en una determinada dirección, y a una velocidad específica. Siente un impulso... ese es el rumbo del momento. Pero el cielo conoce las razones y las configuraciones que hay detrás de todas las nubes, y tú también las conocerás cuando te eleves a la altura indispensable para ver más allá de los horizontes". Este párrafo, extraído del libro Ilusiones, escrito por el autor y piloto norteamericano Richard Bach (Juan Salvador Gaviota), puede resumir el espíritu de muchos pioneros de la aviación que, a ambos lados del Atlántico, arriesgaron sus vidas a los mandos de frágiles aeroplanos, con la bolsa de la experiencia vacía en una mano y la de la ilusión llena en la otra. Ellos y ellas abrieron un camino que ha permitido concebir hoy día el vuelo como algo cotidiano y a los que, en la mayoría de los casos, el reconocimiento público a su dedicación les llegó demasiado tarde.
Elinor Smith -fallecida el 19 de marzo en Palo Alto, California, a los 98 años- fue, junto a Ruth Nichols y Margaret Mary Lynn, una de las pioneras que vivieron a la sombra de la fama de Amelia Earhart, la primera mujer en cruzar en solitario el Atlántico. Nacida en Long Island (Nueva York) el 17 de agosto de 1911, e hija de padres dedicados al mundo del espectáculo, con seis años despegó por primera vez desde un campo de patatas en un avión pilotado por el francés Louis Gaubert, con quien repetiría vuelos varias veces más. Cuatro años más tarde comenzó a dar sus primeras clases de pilotaje junto al instructor Red Devereaux, pero con la condición impuesta por su padre de que ella no estuviera a los mandos ni al despegue ni al aterrizaje, por seguridad. Sin embargo, y aprovechando un viaje de negocios de su progenitor, la madre de Elinor levantó la prohibición y tras 10 días de intensa instrucción, hizo su primer vuelo en solitario con 15 años. Tres meses más tarde, obtuvo su licencia de vuelo (firmada por Orville Wright, quien voló el primer aeroplano autopropulsado, fabricado junto a su hermano Wilbur), y a la edad de 16, se convirtió en la persona más joven en obtener un récord de altitud, a bordo de un frágil biplano Waco 9.
Hazaña prohibida
Pero siempre será recordada por ser la única persona del mundo en haber volado, en octubre de 1928, por debajo de los cuatro puentes del East River de Nueva York, en una maniobra prohibida que tan sólo amonestó el entonces alcalde de la ciudad, James J. Walker. Tras ese arriesgado vuelo (que no ha vuelto a realizar nunca ningún otro piloto), se la consideró la más joven y temeraria aviadora de los años veinte, y recibió el apodo de Flying Flapper (algo así como la minifaldera voladora). Por sus constantes intentos por conseguir récords de altitud, velocidad, distancias sin escalas y, tras obtener la licencia de vuelo comercial, fue elegida, a sus 19 años, como la mejor mujer piloto en América de 1930, por delante de Amelia Earhart, 14 años mayor que ella y entre las que existía una gran amistad, pese a su rivalidad aérea.
Como tantas pioneras, renunció a volar para formar una familia. Tras casarse con el legislador del Estado de Nueva York Patrick H. Sullivan, y ser madre de cuatro hijos, sólo volvió a ponerse a los mandos de un avión tras la muerte de Sullivan en 1956, dos décadas después de su último vuelo. Obtenido el permiso de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, pudo pilotar el reactor de entrenamiento T-33, y el C-119, avión de transporte de paracaidistas. Su pasión por el vuelo nunca cesó y, con 88 años, en un simulador de la NASA, fue la mujer con más edad en lograr aterrizar con total éxito un transbordador espacial. Un año más tarde, en la base Langley (Virginia) voló en un C-33 experimental de la Fuerza Aérea norteamericana.
A la mayoría de pioneras de la aviación no se les permitió volar aviones grandes y rápidos. Ella fue una de las pocas excepciones. En una entrevista, y ante el comentario de que el público tenía la firme convicción de que las mujeres sólo podían volar aviones ligeros, respondió: "Si vienes pilotando un avión ligero, nadie te presta atención. Los aviones pesados en realidad no son complicados de pilotar, pero la gente piensa que sí".
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