El 'catering' gallego de Obama
José Valado, natural de Verea, es propietario de la empresa que eligió la Casa Blanca para las cenas que ofreció el presidente de EE UU en su toma de posesión
El hombre más influyente de Verea le hizo la cena al hombre más influyente del mundo. Ocurrió dos noches seguidas, las del martes y el miércoles de esta semana, aunque el hombre más importante del mundo seguro que ya había comido de la mano del de Verea antes de ser presidente. José Valado Feijóo, nacido en este municipio de Ourense hace 69 años, cruzó el charco a los 18 detrás de una hermana y es dueño desde hace 12 de la empresa en la que empezó trabajando de camarero, Ridgewells Holding Company Inc., que servía caterings en Washington ya en tiempos de Hoover.
Hace 80 años, en la capital de Estados Unidos ya prosperaban estos negocios al abrigo de los que mandaban y los que querían mandar. "El movimiento político es lo que nos da la vida", reconoce hoy el empresario gallego: "En Washington estamos seis o siete compañías muy grandes y cantidad de empresas más pequeñas que nos dedicamos a lo mismo". Y a ninguna de ellas le faltó trabajo esta semana, porque sólo el día 20 tuvieron lugar "600 eventos de corporaciones y organizaciones que participaron en el desfile presidencial". A Ridgewells le tocó montar 60 de esos saraos, pero, además, Valado se presentó al concurso que convocó la Casa Blanca para las diez fiestas oficiales que se celebraron estos días. Y el Comité de Inauguración, encargado del veredicto, confió dos de las cenas con baile y barra libre, las del 20 y el 21, a Ridgewells. La empresa, que desde que tiene patrón gallego ha triplicado su volumen de negocio, es una vieja conocida de los políticos. Posee cocina y almacén propios en el Capitolio y allí se ocupa de organizar caterings por encargo de congresistas y senadores.
Hace 12 años que es dueño de la compañía en la que empezó de camarero
"Sólo hay que verle la pinta. Esa planta sólo la tenemos los de Verea", dice el alcalde
La firma de la que es propietario Valado (en compañía con otros dos socios estadounidenses) supo que había sido escogida sólo dos semanas antes y facturó por este par de actos millón y medio de dólares. Con este presupuesto, en 15 días el equipo del orensano tuvo que contratar 480 personas para completar su plantilla estable de 250 trabajadores. "Llegaron camareros hasta de California", cuenta el empresario, "porque estas cosas se pagan bien". Hasta 468 dólares por jornada podían cobrar, pero esto a cambio de permanecer dentro de la zona protegida unas 20 horas. "Las medidas de seguridad complicaron mucho el trabajo", explica Valado. "El que entraba ya no podía salir. Tuvimos que llevar los camiones refrigeradores, con toda la comida ya casi preparada, un día antes. Y el personal no pudo volver a casa a dormir".
"Con Obama se ha desplegado, al menos, el doble de protección que con Bush", afirma el de Verea. "El servicio secreto no paraba de inspeccionarlo todo, y a esto se sumó el cuerpo de Sanidad Nacional", controlando para que ningún alimento estuviese "contaminado". En el baile del 20, cuando llegó Obama se cerraron todas las puertas. Era tarde y corría el alcohol. "De aquí no sale nadie", les dijeron los responsables de la seguridad del presidente a los de Ridgewells. La empresa de catering había dejado el cargamento de bolsas de hielo afuera, y durante las dos horas que permaneció en el lugar el nuevo inquilino del Despacho Oval, los del bar no pudieron salir a buscar provisiones. "No importó demasiado", bromea ahora Valado. En Washington estaban a 6 grados bajo cero, así que "el hielo no se derritió". "Hacía tanto frío que no importaba beber sin cubitos".
Para montar estas fiestas, a los 30 camiones que componen la flota de Ridgewells, hubo que sumar otros 15 alquilados. Y fue preciso contratar a otra empresa de Nueva York que suministró cubertería, vajilla, manteles y sillas, porque en los almacenes enormes que posee Ridgewells en Bethesda (Maryland), no había material suficiente: a cada una de las cenas que organizó Valado para Obama asistieron 10.000 personas.
En el menú no hubo albariño, ni más producto que recordase a Galicia que las gambas. Lo más parecido fueron las empanadillas criollas, rellenas de huevo y carne picada, últimamente muy de moda en EE UU. Pero entre las 18.000 recetas de cocina que ofrece Ridgewells en su carta hay pulpo y hay vieiras. Al menos dos veces al año, Valado y su mujer, Celsa Domínguez, que también es de Verea, vuelven al pueblo. "En verano echamos seis semanas", dice, y asegura que sigue la política gallega, y que siempre vota. El alcalde, Juan Antonio Martínez, fue uno de los primeros en felicitar al emigrante por su último éxito. Está de veras orgulloso: "Es uno de los nuestros que más lejos ha llegado. No hay más que verle la pinta. Esa planta sólo la tenemos los de Verea".
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