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Columna
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Eça y los atentados

En Galicia, el escritor portugués que mas se aprecia, aparte José Saramago, es sin duda José Maria Eça de Queiroz (1845-1900). Porque es casi gallego al haber nacido en la vecina villa de Póvoa de Varzim, cercana a Viana do Castelo. Y porque sus mas célebres novelas - El primo Basilio, El crimen del Padre Amaro- fueron traducidas al castellano por nuestro Don Ramón María del Valle-Inclán.

Eça de Queiroz fue un incansable viajero: asistió en noviembre de 1869 a la inauguración del canal de Suez. Estuvo también de cónsul en La Habana hacia 1872, donde atendía y defendía a los 100.000 chinos venidos de Macao, colonia portuguesa, utilizados por los hacendados como mano de obra barata, dócil y explotada.

Sus últimos años los pasó en París, donde falleció y donde fue corresponsal del diario de Río de Janeiro Gazeta de Noticias. Una editorial francesa acaba de tener la feliz ocurrencia de editar, bajo el titulo Lettres de Paris, una suculenta selección de aquellas crónicas enviadas cada mes de 1880 a 1897.

El librito no tiene desperdicio y es de una insólita actualidad. Con su característica causticidad, este fino observador va describiendo los acontecimientos, las personalidades y no sin sarcasmo las costumbres de los franceses. En este genero chico de la crónica periodística, podemos admirar el inmenso talento literario de Eça de Queiroz, "uno de los mas grandes escritores de todos los tiempos", según Jorge Luís Borges.

Me ha interesado en particular un largo artículo de 1894 en que trata de un atentado cometido el 9 de diciembre de 1893 por el anarquista Auguste Vaillant, quien acababa de ser guillotinado el 5 de febrero.

Los atentados eran más frecuentes que ahora porque se juntaban dos elementos detonadores: la dinamita y el anarquismo. A semejanza de lo que ocurre hoy con el binomio hombre-bomba / islamismo radical. La dinamita la había inventado en 1866 el sueco Alfred Nobel, a partir de una sustancia muy explosiva y caprichosa puesta a punto por el italiano Ascanio Sobrero: la nitroglicerina. Nobel la mezcla con una roca silicosa absorbente, la diatomita, y obtiene el explosivo que pronto va a hacer estragos en los campos de batalla.

Pero no sólo allí. Por su facilidad de utilización, la dinamita se convierte en el arma ideal de los terroristas. En Europa, a finales del siglo XIX, se cometen tres atentados con dinamita ¡cada día!

Vaillant había lanzado su bomba, llena de clavos y metralla, en la Asamblea contra los diputados. Y aunque no había matado a nadie, el simbolismo convertía el acto en crimen supremo contra la democracia. Eça de Queiroz empieza recordando la bomba del Liceo de Barcelona lanzada por Santiago Salvador el 7 de noviembre de 1893, justo un mes antes de Vaillant.

Toda su reflexión resulta muy valiosa hoy cuando el mundo, nolens volens, está embarcado en lo que el presidente estadounidense llama "guerra mundial contra el terrorismo". Dice el escritor que la represión debe ser inteligente (y la pena de muerte no lo es) ; de lo contrario, en vez de reducirse, el número de terroristas se multiplica: "Está demostrado, por la propia policía, que a causa de esas represiones el número de anarquistas ha crecido en una proporción de ¡mil por uno!"

Es, en cierto modo, lo que esta pasando hoy en Irak. Así que, además del reciente informe Baker, no sería superfluo que el presidente Bush leyera tambien estas no caducas reflexiones del muy lúcido Eça de Queiroz.

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