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¿Crisis de la Eurorregión?

Este último año no hemos tenido más que malas noticias para el desarrollo de la relación entre Galicia y Portugal. Primero fue el abandono sine die del proyecto del tren de altas prestaciones entre Oporto y Vigo, después la decisión del Gobierno portugués de penalizar con un peaje el libre tránsito por las autovías del norte. Y durante este proceso, el preocupante y elocuente silencio de la Xunta y de la Comisión de Coordinación de la Región Norte, tan solo alterado por la evanescente declaración de Valladolid y por una tardía y extraña disputa con el Ministerio de Fomento.

Durante muchos años, Galicia y el Norte de Portugal compartieron obstáculos comunes que se opusieron a su desarrollo: deficientes comunicaciones internas y con el exterior que agravan su posición periférica, el alejamiento de los mercados y de los ejes del crecimiento económico europeo y peninsular, la carencia de un mercado próximo amplio que les procurase economías de aglomeración y escala, y las propias barreras arancelarias que les separaban mutuamente. Con la plena incorporación a la Unión Europea, ambos espacios empezaron a superar algunas de esas barreras y comenzó el proceso de conformación de la eurorregión Galicia-Norte de Portugal.

Los lazos lingüísticos y culturales suponen un potencial excepcional
El flujo de viajeros entre Galicia y Portugal es el mayor de toda la frontera

Desde la creación en 1991 de la Comunidad de Trabajo entre ambas regiones hasta la constitución en el 2008 de la fórmula más avanzada de cooperación transfronteriza de todas las existentes en el seno de la Unión Europea, la Agrupación Europea de Cooperación Territorial Galicia-Norte de Portugal, con sede en Vigo, han transcurrido casi dos décadas, en las que al amparo de las políticas y la financiación europeas y con el liderazgo de la Xunta, se han generado proyectos compartidos por más de 400 millones de euros, en muy diversos terrenos, desde las infraestructuras al medio ambiente o a la promoción económica y la cooperación científica y tecnológica.

Con una población de 6,3 millones de habitantes (superior a la de Dinamarca o de Irlanda), una superficie de 51.000 kilómetros cuadrados (mayor que la de Holanda o Bélgica), y un PIB que supera los 85.000 millones de euros, el peso de la Eurorregión debe proporcionarnos la dimensión y la capacidad económica, la masa crítica necesaria para competir con otros territorios en la economía global.

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Pero, en los procesos de integración, tan importante como el tamaño es la capacidad de aprovechar complementariedades y generar sinergias entre los socios. La proximidad cultural e idiomática, la intensidad de los flujos económicos y el creciente intercambio de trabajadores, crean el mejor caldo de cultivo para multiplicar los efectos de la cooperación y la generación de las redes de relaciones que posibiliten la sostenibilidad de un desarrollo competitivo y de calidad.

La eurorregión Galicia-Norte de Portugal tiene, a condición de acertar en su estrategia de consolidación, un gran potencial de desarrollo en torno a su red de ciudades, situadas en un eje lineal a lo largo de toda su fachada atlántica y que distan poco más de 200 kilómetros entre sí.

En efecto, hay importantes ámbitos estratégicos para la cooperación que desde la plataforma de la Eurorregión es prioritario impulsar. Se trata de consolidar un espacio económico caracterizado por la innovación, el desarrollo tecnológico y el desarrollo sostenible, en el que ya tenemos iniciativas pioneras en marcha como el Centro Internacional de Excelencia en Nanotecnología de Braga, el proyecto en nacimiento del Campus del Mar con base en la Universidade de Vigo, o la colaboración en la gestión conjunta de los recursos medioambientales del Parque Internacional Peneda-Xerés, o de la ribera del río Miño.

Asimismo, es imprescindible generar una red de infraestructuras competitiva, que vertebre la Eurorregión, que ayude a integrar la movilidad y las relaciones entre su red de ciudades y su plena inserción en las redes europeas y los tráficos internacionales aprovechando las sinergias y complementariedades de sus puertos y aeropuertos.

Por otra parte, nuestra ubicación en la fachada atlántica supone una ventaja geoestratégica que, junto con nuestra larga trayectoria en la cultura empresarial del mar y unos excelentes servicios portuarios, hemos de aprovechar para constituir una plataforma marítima avanzada y desarrollar una función de enlace en las relaciones marítimas internacionales entre los dos lados del Atlántico, en una estrategia de apertura de la Eurorregión a los mercados internacionales.

Nuestros territorios tienen además vínculos en los campos cultural y lingüístico con el gallego, el portugués y el castellano, que suponen un potencial excepcional de desarrollo para aprovechar la fuerza creadora de nuestra riqueza y diversidad cultural y la cooperación en este ámbito.

En esta perspectiva estratégica, en cuanto a la proyección y presencia exterior de nuestra comunidad, es imprescindible, yo diría que vital, apostar decididamente por generar la base material, el soporte físico de nuestro espacio regional en torno al conjunto de sus ciudades. Esa red poliédrica que va desde el área metropolitana de Oporto, pasando por Braga, Guimarães y Viana, hasta los espacios metropolitanos de Vigo-Pontevedra y A Coruña-Ferrol, y que, junto con Santiago-Lugo y Ourense, concentran los mayores recursos humanos, económicos, tecnológicos y culturales de la Eurorregión. Esa masa crítica urbana de la que disponemos ha de funcionar como un todo continuo y entrelazado de relaciones fluidas e interconectadas en red, a través de un sistema de transporte rápido, moderno y eficiente.

¿Alguien podría imaginarse la transformación y modernización de Galicia sin la función articuladora de la AP-9 y, más recientemente, de las dos grandes autovías que interconectan la Galicia costera con la interior? ¿Podemos creernos el avance en la eurorregión Galicia-Norte de Portugal si levantamos barreras a la movilidad de personas y mercancías o renunciamos al futuro de un tren de altas prestaciones que interconecte nuestras ciudades y sus puertos y aeropuertos? Un tren de altas prestaciones entre Oporto y Vigo, que permita interconectar con fluidez y rapidez el conjunto urbano del eje atlántico hasta A Coruña y Ferrol, es una apuesta central y decisiva para el desarrollo y vertebración de la Eurorregión a la que no debemos renunciar.

Por cierto, debemos saber que los flujos de viajeros y comerciales entre Galicia y Portugal son, con bastante diferencia, los más relevantes de toda la frontera entre España y Portugal. Y debemos ser conscientes de que, en ausencia de esa moderna conexión ferroviaria que ancle a Galicia con el Norte de Portugal, el desarrollo de otros proyectos alternativos como el TAV Madrid-Lisboa-Oporto dibujará otro futuro y otro escenario en el que saldremos muy debilitados en nuestra relación con la región Norte.

Ante la crisis económica que nos golpea con toda intensidad es más necesario que nunca seleccionar con acierto y defender con firmeza nuestros objetivos y proyectos prioritarios. Por eso es preocupante que asumamos tan pasiva y resignadamente un futuro más que incierto para un proyecto tan central como el tren Vigo-Oporto. Al igual que lo es la penalización con un peaje para circular por las autovías del Norte de Portugal.

Porque si es evidente la soberana legitimidad de un Gobierno para tomar esa decisión, no es menos cierto que la misma no favorece la movilidad en la Eurorregión y que, además, la fórmula de pago elegida provoca una heterogeneidad de dispositivos y de sistemas de pagos bastante absurda y perjudicial dentro de una región de la Unión Europea, y que, por cierto, va en la dirección contraria al espíritu y disposiciones de la Unión, que busca favorecer la libre circulación en su interior de personas y mercancías.

Sin embargo, lamentablemente, no se escucha la voz de la Eurorregión, que apenas resulta perceptible en estos últimos tiempos. Pero siempre nos quedará Valladolid.

Emilio Pérez Touriño fue presidente de la Xunta entre 2005 y 2009

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