"Mi vida giraba en torno a la coca"
Fue después de que una borrachera -otra más- le llevara a anular una cena con la familia de su chica. Tras la resaca, su novia le dijo a Javier, de 36 años, que le había pedido una cita con la unidad de conductas adictivas (UCA) de Paterna para que dejara el alcohol y la cocaína. "Se trató de una especie de última oportunidad", recuerda. O las drogas o yo. Y optó por ella.
Desde entonces, hace más de un año, Javier se mantiene limpio y ha dejado atrás unos años marcados por la adicción primero a la coca y luego a la bebida.
Las rayas comenzaron "poco después de un desengaño sentimental", recuerda. En el trabajo, en una obra, coincidió con una persona que consumía y vendía. Fue entonces cuando dio el paso. "Con medio gramo tenía para una semana", comenta. Pero en poco tiempo su consumo se disparó de forma incontrolada.
El patrón normal suele ser el de una persona que comienza con un consumo festivo durante los fines de semana y, mientras aumenta progresivamente las dosis y la frecuencia, atraviesa durante años un periodo de silencio clínico en el que la droga no causa demasiados problemas hasta que es incapaz de dejarla. Sin embargo, a Javier la cocaína le atrapó desde el principio. Tres meses después de su estreno consumía hasta cuatro y cinco gramos diarios. Necesitaba dinero y entró en el menudeo. "Podía sacar hasta 1.200 euros por noche", relata. "Vivía por la noche y todo giraba en torno a la coca". Hasta que un día, después de nueve noches seguidas sin dormir se llevó por delante a varios coches aparcados. "Iba despacio, buscando aparcamiento cerca de mi casa y de repente, mi cerebro se apagó".
Entonces se le encendió la luz de alarma. Trató de dejar la coca sin ayuda. "Me encerré una semana en mi cuarto, llorando sin parar, obligándome a meterme en la cama pese a que no podía dormir". Decidió cambiar de aires, dejar la casa compartida de Madrid y acudir a Valencia, donde vivía su novia.
Consiguió rebajar el consumo de coca, que se convirtió en esporádico, pero sustituyó esta adicción por el alcohol. "Empezaba con un carajillo por la mañana y volvía a casa a las cuatro de la mañana borracho". Hasta que llegó el ultimátum que le dio su compañera, que no dejó escapar.
Ahora, Javier ha normalizado su vida. Trabaja como carpintero autónomo y va sacar un disco -es batería del grupo Gryal, de power metal-. Sigue un tratamiento farmacológico en la UCA para no recaer y se ha convertido en un puntal de la terapia de grupo a la que acude una vez por semana. Colabora en un programa de radio, donde relata su experiencia. Y está preparándose para formar a alumnos de garantía social -chavales con dificultades-. "Lo más importante para dejarlo es querer; y luego pedir ayuda especializada". Y él lo ha conseguido.
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