El médico a palos
Uno, que es muy lector, se interesa hasta por los prospectos farmacéuticos. En ellos se anuncia el porvenir. Si el medicamento se administra bien, sanamos. Un simple analgésico parece mano de santo. Pero los laboratorios también advierten. Mal tomado, uno empeora o contrae nuevas dolencias. En fin, se curan en salud. En ocasiones, los posibles efectos adversos que anuncian son tan aterradores que pronto renuncio a leer más. Y así, con confianza o temeridad, acepto el preparado encomendándome a dios, al diablo o, mejor, al médico que me lo prescribe. Él me quita los miedos. Si leyera toda la prosa farmacéutica, esa que viene en largos papelotes de múltiples pliegues, no seguiría las indicaciones del galeno.
La analogía del medicamento me ha venido a la cabeza al ver publicado en la prensa un artículo de Francisco Camps. Se titula Confianza en nuestro futuro y aborda el porvenir, nuestra salud política, con motivo del 9 d'Octubre. Se trata, ya digo, de una analogía farmacéutica. ¿Quizá porque la esposa del presidente es boticaria? No, no, por dios. La razón es otra. Como los laboratorios, también Camps nos pide confianza: que sigamos al pie de la letra sus indicaciones de valencianía, esas instrucciones para uso de "los agricultores, los trabajadores, los comerciantes, los estudiantes, los empresarios", esos que se levantan "cada mañana sabiendo que viven en una tierra que les ofrece nuevas oportunidades". ¿Y los profesores, los libreros o los mancebos de farmacia? Una enumeración incompleta siempre es discriminatoria.
Nos pide confianza. ¿Para qué? Para "mejorar día a día". La Comunidad Valenciana está enferma: es lo que se deduce de cualquier diagnóstico. ¿Cuál es el remedio? Para Camps no hay otra indicación: hemos de encomendarnos a su tutela, esperando a ver lo que cae. Y lo que nos cae es el AVE, añade el presidente. La sanación nos la ha de procurar el tren de alta velocidad, una especie de reconstituyente que vigorizará nuestro debilitado cuerpo. No lo pongo en duda. ¿Y quién es el responsable de esa solución tan portentosa? Solo cita un nombre: el de José María Aznar.
Parece mentira que se pueda ser tan roñoso. Con lo que nos cuesta este tren, ¿Camps sólo se acuerda de Aznar? Sé que esos párrafos patrióticos no los escribe él, pero es el presidente quien prescribe y quien decide mencionar únicamente al taumaturgo Aznar, que va por ahí despachando recetas milagrosas. ¿Y el mal, la dolencia que aquí padecemos? En las palabras de Camps no hay diagnóstico. Solo un causante remoto, que es quien se lleva los palos. Mientras tanto, en Valencia, el presidente hace de enfermo, de médico y de boticario, anunciando curaciones sorprendentes. ¿Y nosotros? Nosotros, a lo nuestro: a seguir padeciendo los efectos adversos.
http://justoserna.wordpress.com
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