"La madre Teresa me forzó a confesarme para entrevistarla"
Nacido "por accidente" en San Sebastián en 1938, Ignacio Carrión es un periodista y escritor valenciano de largo recorrido. Acaba de publicar y sintetizar 40 años de su vida en Diarios. La hierba crece despacio (Edaf) que hoy se presenta en la Nau de la Universitat (19.30).
Pregunta. ¿Cómo y cuándo empezó a escribir estos diarios?
Respuesta. En 1961 estaba en Viena en un momento difícil. Tenía 23 años y mi familia me había enviado a que me psicoanalizara Victor Frankl. Entonces decidí escribir. El libro es el resultado de 40 años de escritura. Y es sólo un 15% de los diarios que tenía escritos.
P. ¿El psiquiatra le recomendó escribir?
R. Los Diarios son el resultado del silencio. Uno habla después de mucho callar. Me crié en la posguerra. Mi familia era peculiar. Mi padre era un hombre muy humilde, manchego, que con gran esfuerzo hizo la carrera de pediatra; la familia de mi madre (Hernández Lázaro) era muy potentada, naranjeros y banqueros. Mi madre estaba mal de la cabeza. Y esta historia se ocultó siempre. Crecí en ese ambiente; sufrí las consecuencias del silencio. Este forzarte a callar me llevó a escribir.
"El libro es el resultado de 40 años de escritura y es sólo el 15% de los diarios escritos"
P. A juzgar por las 1.000 páginas del libro, tiene mucho que contar. ¿A quién va dirigido?
R. Al lector que quiera enterarse a través de un sujeto de lo que ha pasado en su país. Como periodista, he llegado a conocer a muchísima gente importante de todo el mundo; artistas, escritores, políticos...
P. ¿Cuáles fueron los momentos más interesantes?
R. Aquello que no se cuenta en los periódicos. Esta escritura interior es la que uno va tejiendo en un camino paralelo. Uno entrevista en Nueva York a Joseph Brodsky, premio Nobel, y cuenta el encuentro, que me marcó mucho. El periodista pone los adjetivos mínimos, porque todo adjetivo convierte la realidad un poco en ficción. Pero siempre he escrito en mi diario lo que no he contado a los demás. Y en aquella conversación de Brodsky me reveló cómo iba a morir. Pasaron los años y EL PAÍS me pidió una columna por su muerte. Se había muerto de un ataque masivo al corazón, como me había anunciado. También la entrevista con la madre Teresa de Calcuta me marcó: me forzó a confesarme porque, si no, no había entrevista. Y después de tanto viaje, no podía volver con las manos vacías.
P. Sus diarios son también una confesión. ¿Y un ajuste de cuentas?
R. Cuando uno escribe para uno mismo no escribe toda la verdad. Y si un jefe no te ha tratado bien, lo cuentas. Y si una pariente te maltrata, también lo pones. Pero que quede claro que es la escritura en tiempo real. Muchas cosas de las que escribí ahora quizá no se sostendrían; otras sí.
P. Y en esa larga trayectoria profesional ¿quién le ha impresionado más?
R. Al final, uno admira a gente con menos nombre más que a los poderosos, que a la gente que tiene mucho fulgor. Muchas veces he encontrado apasionados de la escritura pero que no han llegado o podido escribir. Los Diarios responden a dos movimientos: Una necesidad de sinceridad conmigo mismo, más que de ajuste de cuentas. Como dice Canetti, escribir para tranquilizarme. Es una especie de obligación de ajustarse las cuentas con uno mismo. No creo que salga bien parado en mis diarios. Y el segundo movimiento es el paso a publicarlos. Es el más difícil. No es frecuente que uno se arriesgue a hablar de personas vivas. Y los Diarios rechazan la autocensura.
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