El laberinto de una estafa pendiente de juicio
El prófugo que participó en un gran fraude inmobiliario en Benidorm regresa a España y desentraña la operación
'Ví en el periódico y en la televisión que me buscaban como el cerebro de la estafa de 400 millones de pesetas en la que participé en Benidorm en 1988, así que cogí un maletín con los 25 kilos que me correspondían y escapé a Francia'. 14 años después, Agustín Imaz Alcaide, que ha relatado a EL PAÍS cómo se fraguó y consumó la mayor estafa inmobiliaria ocurrida en Benidorm, ha regresado a España y se ha presentado en el Juzgado de Instrucción número 1 de la ciudad turística 'para colaborar con la Justicia', dice. Incomprensiblemente el juicio aún no se ha celebrado.
A finales de los ochenta Imaz, un manchego afincado en la ciudad turística, merodeaba el ambiente subastero de Benidorm. Un día del verano de 1988, uno de los implicados en el caso, Coll Mompó, le ofreció la posibilidad de ganar un dinero fácil. Le dijo que en Londres había muerto un señor que era propietario de unos terrenos en Benidorm y que sus herederos querían hacer una venta rápida, para eludir las transmisiones a Hacienda, ya que había un comprador muy interesado en la finca. Imaz escudriñó el plan y lo ejecutó a la perfección.
Le proporcionaron un falso documento nacional de identidad a nombre del verdadero propietario del terreno, el abogado valenciano Ricardo Lapeyre. Con ese documento, acudió junto a los presuntos instigadores de la estafa a una notaría de Xàtiva, donde ya estaba preparado el documento por el que el falso Lapeyre otogaba poderes para la operación a un tal Pascual Coll Mompó, igualmente procesado. Allí, el 1 de septiembre de 1988, el notario José Alfonso López Tena, hoy miembro del Consejo General del Poder Judicial, dejó constancia por escrito de que conocía a Lapeyre, pese a que la persona que estaba frente a él era Agustín Imaz.
El plan defraudatorio iba viento en popa hasta el 13 de octubre de 1988, cuando los falsos vendedores y el comprador, el empresario Alfonso Ramos Martínez, acudieron a formalizar la compra-venta a un notario de Alicante con el poder que el falso Lapeyre había otorgado a Coll Mompó. El abogado de Ramos olfateó algo extraño y abortó la operación. Pero ésta se consumaría pocos días después en Barcelona.
Imaz se presentó en una notaría de la Ciudad Condal a revocar el poder de Xàtiva, porque la venta iba a hacerla directamente el falso Lapeyre y el comprador Alfonso Ramos. Y así se hizo. Ramos entregó cheques a los miembros de la organización y la operación quedó cerrada.
Pero de la noche a la mañana saltó el escándalo. El verdadero Lapeyre recibió una notificación del Ayuntamiento de Benidorm que le exigía el pago de las plusvalías generadas por la venta de su terreno. Cuando éste fue a su solar no dio crédito a lo que vio: se estaban construyendo dos edificios. Lapeyre se querelló inicialmente contra el comprador, denuncia que posteriormente retiró, cuando éste le pagó los 400 millones que valía el terreno. Y Ramos denunció a los presuntos estafadores, un proceso en el que hay seis acusados que aún no han sido juzgados
Por entonces Imaz ya estaba refugiado en Francia, país en donde le detuvieron al tramitar unos papeles. Los gendarmes comprobaron que sobre Imaz pesaba una orden de búsqueda y captura de Interpol, así que fue recluido en un centro penitenciario. Pero la orden de extradición no llegaba y tras pasar 40 días en la prisión francesa quedó en libertad. Años después fue detenido en Holanda por una infracción de tráfico. También allí le indicaron que había orden de Interpol pero, extrañamente, la Justicia holandesa lo puso en libertad dos días después.
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