"Al final de mi vida no sé qué es ser valenciano"
Fragmentos de una entrevista inédita con José Vidal-Beneyto en su muerte
En la primavera de 1999 el sociólogo José Vidal-Beneyto (Carcaixent, 1927) concedió una entrevista a EL PAÍS que nunca llegó a publicarse. Pidió otra sesión para poder profundizar en algunos aspectos planteados durante la conversación. Entonces estaba centrado en el Colegio de Altos Estudios Europeos Miguel Servet. Esa actividad lo absorbía, aunque no lo restringía, ya que también era consejero del entonces director general de la Unesco, Federico Mayor Zaragoza. Su muerte, ocurrida en la madrugada de ayer en París, reactualiza las consideraciones que hizo aquel mediodía en el vestíbulo del hotel Astoria de Valencia sobre asuntos en los que, en realidad, se explicaba a sí mismo. Éstas son algunas de ellas:
"Hoy no guardo ningún recuerdo positivo del Opus Dei"
- La naranja. "Soy hijo de naranjero, pero en la naranja estuve poco. La naranja fue una creación muy importante de la realidad valenciana hasta principios de los cincuenta. La gente fue capaz de crear una agricultura puntera y de comercializar un producto que carecía de comercio. Mi padre en los años veinte iba a Helsinki a vender naranjas, y yo me ocupé de las naranjas por accidente. Estaba estudiando en Heidelberg y a instancias de mi padre me encargué de realizar los cobros de la naranja de una serie de comerciantes amigos suyos".
- Banco de la Exportación. "Con las transacciones de las naranjas que realizaba en Alemania me encontré con una masa operativa de dinero que había que hacer fructificar, ya que se pagaba unos meses después de cobrar. Creé una sociedad financiera en Suiza de compra y venta a plazo de divisas y luego impulsé el primer banco de turistas en Zurich, el First International Travel Bank, en el que operábamos la compensación de posiciones, positivas y negativas, de algunas agencias de viaje. Esta experiencia financiera me sirvió más adelante, en los sesenta, para intentar que los naranjeros hicieran algo con la potencia económica que representaban (en ese momento la naranja suponía casi el 40% de la exportación española). Había que dar el salto y hacer un banco. E impulsamos el Banco de la Exportación con un grupo de 300 naranjeros. Pero vendí mi participación cuando vi que no había interés en dejarlo en manos de profesionales".
- Joan Fuster. "Tuve una polémica en los años sesenta con Joan Fuster. Él había escrito un artículo muy crítico con la naranja, los naranjeros y el monocultivo, y me sentí en la obligación de contestarle. Fuster fue una persona extraordinaria y muy importante porque empezó a hablar de la realidad de lo que somos los valencianos desde una opción muy clara y estrictamente catalanista. Él tenía, como tenemos muchos valencianos, una especie de saturnismo, de autofagia. Como a la mayoría de valencianos, le gustaba jugar al enfant terrible y, en consecuencia, era terriblemente autocrítico. Él pensaba que los valencianos eran unos botiguers doblados de pequeños agricultores".
- Identidad. "Los valencianos tenemos un problema muy grave con la identidad. Al final de mi vida yo no sé qué es ser valenciano. Pienso que tenemos un componente catalán, pero creo que no es el exclusivo. Tampoco sé si es el dominante. En cualquier caso hay otros componentes: el aragonés, el castellano,... Y los componentes históricos determinantes de los moros y los judíos. Creo que no hemos llegado a concretar una identidad clara. Además, hemos tenido muy mala suerte en el sentido de que se ha politizado de una manera precoz una dimensión nuestra, que es la catalana, con lo cual la ha hecho abortar. Los procesos de culturalización son lentos, mientras que los políticos son muy acelerados. La aparición en Valencia de la ideología de los Països Catalans truncó el desarrollo de la dimensión que tenemos de catalanes, y conjuntamente de aragoneses y castellanos, en la concreción de nuestra identidad. De eso, desgraciadamente, son responsables mis amigos Vicent Ventura, Joan Fuster, etcétera".
- Vicent Ventura. "Ventura estaba cerca del grupo de Dionisio Ridruejo, pero sin acabar de estar del todo. Para determinarlo, Dionisio me pidió que hiciera un viaje a Valencia para terminar de convencerlo. Para la reunión del llamado Contubernio de Múnich necesitábamos gente del grupo de Joaquín Maldonado. Emilio Attard me dijo que no, y también Joaquín Muñoz Peirats. Al final convencí a Ventura y vinieron él e Ignacio Duato".
- Opus Dei. "Una de las fases más importantes de mi vida es la fase inicial. De los 16 a los 19 años estuve con el padre Escrivá de Balaguer, en el Opus Dei, en Madrid y Roma. Hoy no guardo ningún recuerdo positivo del Opus Dei. Lo abandoné porque perdí la fe. No porque no estuviera de acuerdo con el Opus, sino porque no tenía sentido que tuviera una experiencia de santidad o de un intento de perfección desde una posición agnóstica. No podía hacerme trampas a mí mismo. Pero mi recuerdo de esa fase inicial es una experiencia espiritual, de querer introducir una nueva relación de los cristianos con el mundo, huyendo del boato de la Iglesia. Después he tenido una actitud crítica, en el sentido de que el Opus Dei no había sabido realizar las expectativas de renovación radical de la espiritualidad que yo entendí que quería hacer. Al contrario, se ha quedado en posiciones demasiado conservadoras y tradicionales".
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