Contra la dictadura del coche
Arquitectos y los 'indignados' del 15-M en Valencia dibujan la ciudad democrática
El Movimiento 15-M fue un fenómeno espontáneo, inesperado. La gente descubrió que puede transformar las cosas, que no es solo un movimiento de oposición. Y con ese convencimiento, un grupo de arquitectos valencianos y decenas de indignados reunidos en la plaza del Ayuntamiento de Valencia esbozaron tras largos debates en asamblea ocho derechos esenciales de los ciudadanos. "La ciudad es la obra más compleja de la sociedad y el hábitat natural de la democracia", arranca el manifiesto alumbrado aquellos días. Derecho a espacios públicos que faciliten las relaciones humanas, derecho a una movilidad adecuada, derecho a los servicios sanitarios, educativos, culturales, deportivos, derecho a una vivienda digna, derecho a la participación, a una ciudad limpia, sana y verde, derecho a la identidad de los barrios o derecho a recuperar espacios vacantes o sin uso.
En los debates se esbozaron pautas para recuperar el espacio público
La comisión de trabajo apuesta por rutas peatonales en el centro
La idea de crear una comisión, a la que se bautizó como Recuperem ciutat, en homenaje a Salvem El Botànic -otro movimiento cívico transformador-, salió adelante. "La primera noche éramos 20, la segunda, 50. La gente se fue implicando y el resultado fue genial", explica uno de los arquitectos que se acercó a la plaza para aportar ideas y también recibirlas. Allí discutieron sobre su ciudad ideal mucha gente joven, estudiantes de arquitectura, sanitarios, personas más mayores. Se dio un toma y daca fructífero. El documento, acuñado La ciudad de las personas, sigue la estela de Jordi Borja, geógrafo especialista en sociología urbana y profesor en la Universitat Oberta de Catalunya, "Hay un temor al espacio público. No es un espacio protector ni protegido. En unos casos no ha sido pensado para dar seguridad sino para ciertas funciones como circular o estacionar, o es sencillamente un espacio residual entre edificios y vías", recoge el profesor Borja en uno de sus artículos.
En asambleas efervescentes se habló de experiencias de pacificación del tráfico, de ciudades que no apuestan por los grandes eventos, sino por la calidad de vida. "Se trata de describir el malestar con la ciudad, de unos ciudadanos que ven conculcados sus derechos y que exigen un espacio urbano democrático", añade el arquitecto. Valencia no puede gastar tanto dinero en el Umbracle y luego privatizarse. O gastarse millones de euros en urbanizar la dársena y después cerrarla para la fórmula 1.
Pero si hay un espacio estéril es la explanada de la plaza del Ayuntamiento de Valencia, opina la comisión de trabajo. Existe un eje estructurante de norte a sur, que va de la Estació del Nord a las Torres de Serranos, que debería liberarse de tanto tráfico y apostar por rutas peatonales. "Eso es el lujo y no el mármol en las aceras", añaden. Allí se habló de que la plaza del Ayuntamiento se parece más a una estación de autobuses al aire libre, atravesada por ríos de coches, que un espacio central de la capital, adaptado a las personas. Este espacio aguarda cada año la llegada de las Fallas para acoger la mascletà, es prácticamente su única función. En este sentido, la acampada del Movimiento 15-M le dio contenido, la convirtió en un ágora. "Tenemos que recuperar espacios y edificaciones vacantes y sin uso", reivindican.
Nada de lo que se habló en la plaza es quimérico ni irrealizable. Las autoridades públicas de Nueva York ha decidido peatonalizar parcialmente Broadway o Time Square. Si es posible allí, ¿por qué no aquí?
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