Vergüenza presidencial
Alberto Fabra brindó el éxito del PP en las pasadas elecciones generales a Francisco Camps, pero no hay día que pase en que sus actos y sus palabras no se conviertan en una negación de la acción política de su antecesor. Son tantas y tan continuadas las distancias que marca respecto del pasado que resulta increíble que detrás de las mismas no exista una decisión consciente. Tanto da que se trate de gestos humanitarios como la audiencia concedida a los familiares de las víctimas del accidente del metro, o brindis populistas, pero nada carentes de sentido en los tiempos actuales, cual ha sido la petición a sus altos cargos de que limiten el coste de sus comidas a menús no superiores a los 20 euros. A Camps, pese a que la crisis ya era un hecho que se prolongaba durante años, nunca se le ocurrió una medida semejante. Y ya es raro, porque otra cosa no, pero a populista y demagogo era difícil ganarle.
Ayer Fabra volvió a sorprender cuando mostró su vergüenza por las trapacerías que se vienen conociendo de Emarsa, donde una cuadrilla de sinvergüenzas saquearon la empresa pública. Manda aquello que diría Federico Trillo que tenga que ser el presidente de la Generalitat el que enrojezca, porque algunos de rostro marmóreo nunca se pongan colorados. Si su antecesor pasó vergüenzas por acciones propias o sobrevenidas -que las pasó- jamás se le ocurrió reconocerlo en público. Al contrario, defendió lo indefendible por más que los hechos, tozudos como eran, le hicieran quedar como un memo.
Las declaraciones del presidente sobre el caso Emarsa también deberían haber descolocado a Rita Barberá en el supuesto de que esta se descoloque por algo, que no suele ser el caso. La alcaldesa ha optado por no ver, no oír y no hablar sobre el saqueo de la empresa que gestiona la depuración de las aguas fecales de la ciudad. A ella que la registren. Pero el hedor de la putridez está punto de llegar a los despachos nobles del Ayuntamiento. Al tiempo.
La vergüenza presidencial y su anuncio de que el Consell pondrá todos los medios a su alcance para que los responsables paguen por tanto desatino es cosa encomiable; pero aún lo sería más si los hechos acompañaran a las palabras. Por ejemplo, si ordenara a su grupo parlamentario que aceptara la puesta en marcha de la comisión de investigación que los socialistas han solicitado en las Cortes Valencianas sobre el saqueo. Como tampoco estaría de más que instruyera a la ejecutiva regional para que tomara medidas disciplinarias sobre el alcalde de Manises, aunque solo fuera por mera cuestión profiláctica.
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