Insultar por no callar
Alfonso Rus ha jalonado su trayectoria política de insultos y descalificaciones
"Como a veces no me sé callar, mis compañeros me vigilan para que sea prudente en los mítines, pero no es cierto que me den pastillas para que calle". Era el año 1995, poco antes de las elecciones que le proporcionaron a Alfonso Rus (Xàtiva, 1950) su primer gran éxito político, la alcaldía de su ciudad. En una comida con militantes y simpatizantes, con Federico Trillo como testigo, el empresario hecho a sí mismo, el batería vocacional, el único setabense ostentador de un deportivo Ferrari, de color rojo, el presidente del Club Deportivo Olímpic, en diversas etapas, hacía alusión así a su incontinencia verbal, al uso y abuso del calificativo estridente, de la traslación a la vida pública del chascarrillo tabernario. Casi siempre con el desprecio y aversión, señal de identidad populista, hacia el mundo de la cultura y la intelectualidad.
En el PP se celebran las diatribas del presidente de la Diputación
Antes de llegar al PP, Rus había intentado acceder a la alcaldía a través de diversas plataformas políticas, caso del extinto CDS o de la Agrupación Independiente de Xàtiva (AIX). En 1993 se incorpora a las filas populares en un acto con vocación de solemnidad apadrinado, curiosamente, por el actual líder nacional, Mariano Rajoy, entonces vicesecretario general, y por Pedro Agramunt, máximo responsable en aquel momento del PP valenciano.
Los populares sabían lo que compraban. Y a pesar de que el tiempo no ha atemperado la verborragia de Rus, sus sucesivos éxitos electorales -cuatro mayorías absolutas en Xàtiva- y su capacidad de ubicarse dentro del partido, primero con el zaplanismo y, después, con el campismo, le han llevado a obtener y revalidar poltronas de calidad como la Diputación de Valencia o la presidencia provincial del partido. Una escalada política que ha ido en paralelo a los insultos y descalificaciones hacia diferentes personas y colectivos. En ocasiones, lo que ha aflorado es la vena anticatalanista, como cuando en 1998 Rus zanjó una petición de la Generalitat de Cataluña para exponer una valiosa pila islámica de Xàtiva espetando: "A los catalanes, ni agua". El anticatalanismo visceral fue el que le llevó en 2004 a tildar de "chupópteros" y "membrillos" a los profesores de la Universitat de València o a instar a los académicos de la AVL a irse a Barcelona "si no están de acuerdo con que aquí se habla la lengua valenciana". Entretanto, tuvo tiempo de llamar "momia" a su rival político en las elecciones de 1995, el primer alcalde de la democracia, Manuel Casesnoves. O, ya en 2007, "hijos de puta" y "más rojos que un pavo" a los músicos de la ciudad, en una grabación que circuló por Internet, o "burros" a los votantes del PP por creerse la promesa electoral de hacer una playa en el río Albaida a su paso por el paraje de la Cova Negra. Una pequeña relación de un muestrario de insultos inacabable, ante los micros y fuera de ellos. Sin embargo, es en los mítines, al calor de los aplausos de su público, cuando Rus se crece y saca a pasear su perfil más populista y anti-intelectual. La perla más reciente, provocada por las movilizaciones de la comunidad educativa, llamar "gilipollas" al profesorado que utiliza formas normativas, respaldadas por la AVL, como aleshores o gairebé. De fondo, lo de siempre. Pero en el mismo acto, celebrado en Xàtiva, ante tres centenares de personas y diversos cargos de la Generalitat, entre ellos el vicepresidente Vicente Rambla, se permitió también lanzar una amenaza: "A esos que querían ponernos a nosotros con la cabeza boca abajo no vamos a darles el gusto. ¡Vamos a rematarlos!", aseguró. Los penúltimos exabruptos de Rus han generado una polvareda considerable. Pero nadie del PP, ni siquiera veladamente, se ha atrevido a matizar al presidente provincial o a atemperar los ánimos de los aludidos. Recientemente, unas desafortunadas palabras del alcalde socialista de Getafe, Pedro Castro, quien llamó a los votantes del PP "tontos de los cojones", provocó en el PSOE una oleada de disculpas, más o menos sinceras. En el PP, las diatribas de Rus se celebran ruidosamente. Y se valoran con el silencio.
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