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Columna
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Cerrar el Banco de España

En estos tiempos de crisis donde falta dinero para todo, ya sea importante o superfluo, andamos buscando dónde se puede meter la tijera sin que las consecuencias sean muy gravosas. A la vista de su carácter aparentemente decorativo, llama la atención que nadie se haya fijado en que nos podemos ahorrar unos buenos euros liquidando el Banco de España.

La muy poco edificante historia sobre la desaparición de las cajas de ahorros valencianas y la liquidación de la CAM ha sido relatada con mucho detalle (por ejemplo, en este periódico). Hemos leído y escuchado numerosos relatos sobre cómo una mezcla de incompetencia, arrogancia, suicida obediencia al diktat político y un perverso sistema de incentivos aderezado con los efectos estupefacientes de la burbuja ladrillista ha acabado por hundir entidades centenarias. Los responsables de la CAM, por ejemplo, están en estos momentos en la picota. Y con razón. No vale la pena reiterar argumentos en esa dirección.

Mucho más interesante es analizar, al socaire del derrumbe de la caja alicantina, algún factor conexo habitualmente menos resaltado. Uno es el peculiar pasotismo y desinterés, suicida en sí mismo, con el que se ha vivido el tema desde Valencia. Una actitud que permite comprender los históricos recelos que en la provincia de Alicante anidan respecto de las elites económicas y políticas valencianas. Aunque es cierto que en esta ocasión, y como atenuante, haya que constatar que similar entreguismo y equivalente irresponsabilidad han acompañado la ofrenda de Bancaixa a Caja Madrid siguiendo los dictados del Banco de España para salvar de la quiebra a la entidad madrileña. Valencia no sólo es pasota cuando los intereses de los alicantinos están en juego. También lo es cuando se juega su propio futuro.

Ayudado por la incapacidad de una sociedad anestesiada y genuflexa, el Banco de España ha hecho y deshecho a su antojo. Dado que hemos obedecido dócilmente a quienes esgrimían razones de Estado, es hora de preguntarse si, además, ha hecho y deshecho bien. Al margen de la impresentable incontinencia verbal de su presidente, resulta inquietante descubrir que puedan aflorar agujeros de estas dimensiones a pesar de los intensos controles y de los inspectores empotrados desde hace años del "mejor sistema de supervisión del mundo". Ahora resulta, nos dicen sus autorizados portavoces, que el Banco de España no tiene, en la práctica, competencias que le permitan detectar retribuciones escandalosas e ilegales, falseamientos de cuentas o ramas de actividad con riesgos de morosidad del 60% (situaciones, todas ellas, denunciadas ahora con estruendo por el regulador... ¡a buenas horas!) e impedir que se concreten. La verdad es que no parece, en tal caso, una institución demasiado útil. El hecho de que los problemas de la CAM no sean un caso único vendría, además, a confirmar este extremo.

Si el Banco de España no es capaz de controlar a las entidades de crédito y tampoco tiene competencias en política monetaria (radicada en Europa) la verdad es que nos podríamos ahorrar su coste. Incluyendo el hasta hace poco opaco sueldo de su gobernador. Porque si para lo único que sirve la institución es para pedir reformas laborales cada día más exageradas, tenemos la suerte de que esa función la desempeñan muchos otros voluntarios, públicos o privados, mucho mejor.

Andrés Boix Palop, blog en http://www.elpais.com/espana/cvalenciana/

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