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Air Madrid prohíbe embarcar a ocho pasajeros tras dejarlos tres días en tierra

La compañía afirma que los viajeros lanzaron botellas y monedas contra sus empleados

Daniel Verdú

Una mujer diabética, una pareja con un niño de dos años y unos recién casados son algunos de los ocho pasajeros ecuatorianos a los que Air Madrid obligó ayer a abandonar la zona de embarque. Su vuelo salió con más de un día de retraso el domingo, pero entonces no pudieron embarcar en él porque fueron declarados pasajeros no gratos bajo la acusación de haber agredido a varios empleados del personal de tierra. La compañía les dio otro billete para ayer por la mañana, pero de nuevo les prohibieron embarcar. Los afectados niegan que hayan participado en alguna agresión.

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La ecuatoriana Rita Rojas será el resto de su vida pasajera non grata de la compañía Air Madrid. Ayer, lloraba desconsolada en la Terminal 1 de Barajas. Pero no por caerle mal a la empresa. Su avión volaba el sábado por la mañana a Quito en el vuelo 961. Había reservado el billete hacía un año y lo había pagado el mes pasado. 1100 euros para, después de cuatro años, volver a ver a sus hijos y a su nieto recién nacido. Su avión se retrasó; tanto, que no salió hasta el domingo por la tarde. Pero Air Madrid tampoco la dejó embarcar entonces.

El domingo, en la puerta de embarque y tras un retraso de 24 horas, Air Madrid comunicó a Rita y a siete pasajeros más, entre los que se encontraba un niño de dos años, que no iban a volar porque habían agredido a tres miembros del personal de tierra. Además, dice la compañía, los pasajeros les llamaron "racistas", "hijos de puta" y que no pensaran que "por ser pobres" iban a poder engañarles.

Los afectados aseguran que la "revuelta" a la que alude la compañía se produjo el domingo en la zona de facturación y que ellos no agredieron a nadie, entre otras cosas, porque llevaban en la zona de embarque desde el sábado (los sellos de salida de sus pasaportes son del sábado día 2). El pasado fin de semana, Air Madrid dejó en tierra a más de 1.000 pasajeros que protestaron airadamente frente a los mostradores.

El domingo, tras ser expulsados de la zona de embarque, los ocho pasajeros bajaron a reclamar a la ventanilla de venta de la compañía. Pero Rita, como consecuencia de la diabetes que sufre, de los nervios y de la larga espera se desmayó y un médico del aeropuerto tuvo que atenderla. Según los afectados, una empleada de Air Madrid "se compadeció" de ellos y les cambió los billetes por un vuelo que salía el martes por la mañana.

Así que, tres días después, volvieron al aeropuerto. Sin maletas -el sábado las facturaron y el domingo volaron en el avión que salió a Quito-, pasaron el control y entraron a la zona de embarque. Cuatro de los pasajeros afectados fueron expulsados de nuevo de esa área cuando se disponían a entrar en el avión. "Vosotros no viajáis porque a mí me da la gana", afirman que les dijo una empleada de la compañía. Pero los otros cuatro, Ramón Quispe, Patricia Jordán, José Acosta y su hijo de dos años, que volvían por primera vez en siete años a Ecuador, subieron al avión.

"Antes de despegar vino una empleada de Air Madrid. Se acercó a nosotros y desabrochó el cinturón del niño. Nos echó del avión de malos modos y nos quitó los billetes. Dijo que no nos iban a devolver el dinero, que éramos non gratos", recuerda Patricia sin poder contener el llanto. Junto a ella, su hijo duerme por la mañana tumbado en un carrito portaequipajes.

La compañía considera que estas personas eran peligrosas para la seguridad del vuelo. "Tenemos el derecho de no dejarles volar. Esto se hace continuamente", aseguran. "Yo hice la facturación y sabía quienes eran los que habían montado el jaleo. Los que se han quedado en tierra eran peligrosos", dice una agente de tráfico de Air Madrid. "Tanto la pareja que iba con el hijo, como la mujer diabética estuvieron lanzando botellas y monedas".

Air Madrid dio a los afectados una hoja con la garantía de que el dinero de sus pasajes será reembolsado, pero no inmediatamente. "Yo tengo que volar ya y no tengo más dinero. Mi hermana está ingresada en el hospital. He tenido que pedirle prestado a una amiga para comprar otro billete, poder reunirme con mi familia y recuperar mis maletas", lamenta Rita.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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