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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

‘7291’: el muerto al hoyo y el vivo al voto

Juanjo Castro, director de este documental, se ha empeñado en no mirar hacia otro lado, en ponerle rostro a la muerte, al dolor, a la negligencia, a la miserabilidad

Miembros de la Asociación 7291 Verdad y Justicia, en una concentración esta semana frente a la Asamblea de Madrid.
Miembros de la Asociación 7291 Verdad y Justicia, en una concentración esta semana frente a la Asamblea de Madrid.Chema Moya (EFE)
Ángeles Caballero

Una vez escuché a Marcela, superviviente de la trata de personas, decir que el oficio más antiguo del mundo no es la prostitución, sino mirar hacia otro lado. Juanjo Castro, director de 7291, se ha empeñado en hacer justo lo contrario con este documental de dos horas y tres minutos: ponerle rostro a la muerte, al dolor, a la negligencia, a la miserabilidad.

No es fácil aguantar la mirada al frente y la tensión arterial inamovible cuando se tiene delante a Mercedes Huertas, esa hija que perdió a su padre durante la primera ola del coronavirus en una residencia de la Comunidad de Madrid. De hecho, es tan difícil que lo que te sale es abrazarla, darle la mano para que deje de temblar. Para decirle que estás ahí, que ya te lo sabes, que te retransmitieron algo muy parecido, que te mintieron para que no te doliera más, que les negaron y por tanto a ti también te lo hicieron. No me extraña, Isabel Díaz Ayuso, que no haya tenido tiempo en cinco años para ver a ninguno.

Que su Gobierno ahora se empeñe en decir que fueron solo 4.000, que es más o menos la población de Casarrubuelos, denota que este tema, entonces y más ahora, ha pasado de dolerle a sacarle de quicio. Porque no fueron 4.000, tampoco 7.291. Fueron los muertos, señora mía, y los que nos quedamos.

Las familias, con Paz Villanueva recordándole a usted y a los demás que su padre se murió “ahogándose” desde el 25 de marzo hasta el 8 de abril sin poder trasladarle al hospital. Los trabajadores de las residencias, desde los directores hasta la última de las auxiliares. “No es que les diera la mano, es que no teníamos ni siquiera un mórfido para que se fueran tranquilos. Agarrados a las barandillas de la cama luchando por respirar”, dice una de ellas. “Se podía ver el terror en sus miradas”, dice otra. Esos a los que no aplaudíamos a las ocho de la tarde ni les cantábamos el Resistiré del Dúo Dinámico.

En el hospital de Ifema, ese que dicen que sorprendió al mundo, en vez de Manolo y Ramón sonaba el himno de España. Se respiraba paz el día que estuve. Se me rompió el corazón cuando vi, en aquel hospital de campaña, la sala dedicada a los familiares. Qué suerte tienen algunos, pensé. A veces se me olvidan esos detalles. Otras veces, las más, tengo ganas de prenderle el fuego a lo que se me ponga por delante.

Son muchos. Somos muchos. Algunos hablan durante esas dos horas y tres minutos leyendo un papel en el que han apuntado todo para que no se les olvide. Hay voces serenas, otras que se quiebran, otras que recuerdan la impotencia y la rabia de esos días. Tienden casi todos a agachar la cabeza. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Está Carlos Mur, que vocaliza muy bien y se sabe de memoria los datos, transmitiendo la frialdad de los números y de su rostro. Otros responsables pronuncian frases que ahora se me antojan casi cómicas. “Aquello empezó a complicarse una barbaridad”, “se dijeron cosas de nosotros que me parecen fuera de serie”. Otros hablan de cataclismo y guerra, de edadismo y utilitarismo de las víctimas. Que había que elegir y a algunos nos tocó la pedrea ese marzo de 2020, mientras manteníamos la calma gracias a casi cualquier cosa. Mi salvavidas fue una tabla de quesos variados que un día me trajo mi marido del súper de al lado. Las devoré a diario, mientras la cifra de muertos subía y yo solo aspiraba a no escuchar una tos de ninguno de mis convivientes.

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Sobre la firma

Ángeles Caballero
Nació en Madrid porque en Getafe, de donde se considera, no había hospital en 1976. Estudió Periodismo por vocación y ahí sigue, a pesar de todo. Ha pasado por ABC, Actualidad Económica, Qué!, El Economista, Onda Cero, Vanity Fair y El Confidencial. Fundó Ctxt. Ahora colabora en la SER, La Sexta y en EL PAÍS hace entrevistas, crónicas y columnas.
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