Cáncer de mama metastásico, la pandemia silenciada
Un 20% de los tumores de mama no tiene cura, de momento, pero las nuevas terapias, más eficaces y con menos efectos secundarios, han duplicado los años de supervivencia de las pacientes y han mejorado su calidad de vida
Desde hace unos años los meses de octubre se tiñen en todo el mundo de rosa, el color vinculado al cáncer de mama. Numerosas campañas de concienciación sobre la enfermedad informan de los factores de riesgo, de las campañas de cribado y la importancia del diagnóstico precoz, así como de los avances en el tratamiento. Todo ello ha contribuido a que el cáncer de mama sea uno de los que registran mayores porcentajes de curación. Sin embargo, la avalancha de mensajes motivadores dirigidos a las mujeres y a su entorno pasan de largo con frecuencia sobre la otra cara de la enfermedad, el cáncer de mama metastásico, que sigue siendo el de mayor mortalidad entre mujeres. “En 2020 fallecieron en España 6.221 personas por esta causa, es una pandemia ignorada”, señala Pilar Fernández Pascual, presidenta de la Asociación de Cáncer de Mama Metastásico. La epidemiología es elocuente: Un 30% de los 33.000 nuevos casos de tumor de mama que se detectan cada año acabarán en metástasis.
Alrededor del 80% de las mujeres a las que se diagnostica un tumor en la mama superan la enfermedad, pero en el 20% restante los tratamientos no son efectivos. El porcentaje se ha ido reduciendo en las últimas décadas por los avances terapéuticos surgidos a partir de un mejor conocimiento de la biología del cáncer. César Rodríguez, oncólogo del Hospital Universitario de Salamanca y vicepresidente de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), señala que “en los últimos 30 años se ha aprendido que el cáncer de mama no es una enfermedad única, sino un conjunto de patologías muy dispares, con comportamientos muy distintos y alteraciones moleculares diferentes”.
Conocer si un tumor presenta niveles elevados de la proteína HER2 (que facilita el crecimiento de los tumores) o si tiene receptores de hormonas que potencian su crecimiento ha permitido a la oncología conocer mejor cuál es su comportamiento. César Rodríguez indica que “gracias a ese conocimiento ahora sabemos por qué determinados tumores son más agresivos, tienen más capacidad de hacer metástasis”. El fin último de los avances en esos estudios de la biología molecular del cáncer es su aplicación práctica para combatirlo mejor. Gracias a la investigación se han identificado dianas terapéuticas (las alteraciones concretas a tratar) que facilitan un abordaje personalizado de cada caso. El doctor Rodríguez lo resume en una idea: “Evitamos dar tratamientos que no van a ser eficaces a personas que no los necesitan. Ahora disponemos de terapias más selectivas para cada tipo de tumor y mucho más eficaces, y generalmente menos tóxicas”.
La práctica clínica en oncología ha cambiado por completo en las últimas tres décadas. Se ha generalizado el uso de biomarcadores que permiten conocer a qué tratamientos va a responder un paciente y a cuáles no. Eso ha permitido que, aun siendo incurable, la esperanza de vida en el cáncer de mama metastásico haya pasado de una media de dos años en la década de 1990 a superar los cinco años en la actualidad. El uso de estrategias terapéuticas mucho menos tóxicas ha mejorado también la calidad de vida de las pacientes al retrasar en algunos tipos de tumores la aplicación de tratamientos más agresivos, como la quimioterapia.
El paradigma de lo que han supuesto los avances terapéuticos lo representa, en opinión de César Rodríguez, los tumores HER2+: “Identificar una vía, la HER2, que es determinante para la progresión del tumor, para su agresividad, ha permitido desarrollar anticuerpos monoclonales y otras moléculas que han reducido drásticamente las recaídas, y en las personas que recaen ha disparado las tasas de supervivencia”.
Está prevista la llegada de nuevos tratamientos, pero la lentitud con la que se incorporan a la práctica clínica supone un problema importante, según las pacientes y los especialistas. “De poco sirve que avance la investigación, si una vez que los fármacos están disponibles no se aprueba su uso con rapidez”, explica Pilar Fernández. “Estamos hablando de tratamientos que te podrían salvar la vida”, dice la presidenta de la Asociación de Cáncer de Mama Metastásico.
César Rodríguez explica que desde la SEOM y otras sociedades científicas mantienen contactos con la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) para agilizar que los pacientes oncológicos se beneficien cuanto antes de la innovación terapéutica. “Es un problema que arrastramos desde hace tiempo porque persisten algunas barreras administrativas y regulatorias”, reconoce el vicepresidente de la SEOM.
El objetivo en el tratamiento del cáncer de mama metastásico no solo es ampliar la esperanza de vida de las pacientes, sino conseguir que esos años los vivan mejor. “No se trata de sobrevivir de cualquier manera”, apunta Pilar Fernández. Para conseguirlo, los equipos multidisciplinares que trabajan desde hace años con buenos resultados con pacientes a las que se ha detectado un cáncer de mama en estadios precoces han comenzado a hacerlo con pacientes con cáncer de mama metastásico. Los equipos los integran media docena de profesionales, desde enfermería a nutrición, pasando por especialistas en el manejo del dolor o la psicología. Es un abordaje esencial, en opinión del doctor Rodríguez, porque “a la hora de mejorar la calidad de vida no solo importa el tratamiento, sino que hay que tener en cuenta aspectos psicosociales relacionados con hábitos dietéticos, el ejercicio físico o con limitaciones funcionales, que no se estaban abordando adecuadamente”.
Un lazo añil, verde y rosa
El menor protagonismo mediático del cáncer de mama metastásico ha llevado a las afectadas a fijar una fecha para darle a las pacientes la visibilidad que merecen y concienciar sobre la enfermedad y sobre la importancia de la investigación para mejorar su esperanza y calidad de vida. El 13 de octubre se celebra con un lazo tricolor, añil, verde y rosa, el Día Mundial del Cáncer de Mama Metastásico. “El añil simboliza la vida y la espiritualidad, el verde la esperanza y la sanación, y el rosa recuerda que la metástasis se inició en el seno”, apunta Pilar Fernández, presidenta de la Asociación de Cáncer de Mama Metastásico.