Las dos amigas e ingenieras que hacen alquimia con el plástico
Andrea Cabanes y Oksana Horodytska son las fundadoras de Fych, una joven y premiada empresa alicantina que innova para dar una segunda vida a toda clase de envases y mejorar la calidad del material reciclado
Andrea Cabanes y Oksana Horodytska llegan a las 9 de la mañana al parque científico de la Universidad de Alicante. Allí se ubica su pequeña oficina, ampliada ahora con una nave que esperan equipar, en unos días, con probetas, envases y máquinas. Amigas desde 2009, estas dos ingenieras químicas son las cofundadoras de Fych, una startup alicantina fundada en 2020 que innova en el campo del reciclaje y la economía circular. Desde estas dos estancias, las dos emprendedoras hacen alquimia con los materiales: por ejemplo, eliminan el aroma de un plástico recuperado o separan los componentes de un brik para procesarlos individualmente. Una tarea basada en la observación de lo cotidiano y un continuo prueba-error, pero con un impacto en el entorno: “Nos gustan las cosas terrenales, lo que se puede aplicar al día a día”, coinciden.
En la actualidad, las dos ingenieras se pasan el día preparando documentos y resultados, llamando a fabricantes de envases, comprando elementos y compuestos y reuniéndose con potenciales clientes. Sobre las 18 echan el cierre y vuelven en bicicleta a sus casas. “Antes era todo laboratorio, pruebas, químicos, experimentos. Ahora… Somos empresarias y hacemos cosas de empresarias”, afirma con una risa Cabanes, de 31 años.
Fych ha crecido y diversificado sus tareas, pero la idea surgió mientras hacían el doctorado, cuyo director era el profesor Andrés Fullana, hoy su tercer socio. Las dos ingenieras se sumergieron en el sector ambiental atraídas por la posibilidad de cambiar lo cotidiano. “Durante mis prácticas en el laboratorio me di cuenta de que me gustaba la investigación. Aprender cómo transformar los residuos para convertirlos en nueva materia prima”, afirma Cabanes, que antes de iniciar esta carrera se planteó estudiar Matemáticas. Por su parte, Horodytska, de 30 años, también halló cierto encanto en dar valor a lo que aparentemente no lo tiene: “Me despertó la curiosidad el hecho de que la basura se pudiera convertir en algo útil”, comenta.
Ambas afirman que su amistad fue clave para sacar adelante este proyecto, un trabajo reconocido con el Premio Impulso de la Universidad de Alicante y el premio Mares Circulares, entre otros: “Es muy importante la confianza que nos tenemos y el apoyo que nos damos para sacar adelante esto, siendo una empresa tan joven”, cierran.