Hugo Sigman, el hombre que vacunará a Latinoamérica contra la covid-19
El director ejecutivo del grupo Insud empezó como empresario farmacéutico, pero ha extendido sus negocios al mundo editorial y la producción cinematográfica
Hugo Sigman va a producir la vacuna latinoamericana. Sin esperarlo, el empresario argentino se encuentra en plena batalla contra el coronavirus: una de sus factorías fabricará en Buenos Aires, para todo el continente, la vacuna desarrollada por la Universidad de Oxford y la farmacéutica ...
Hugo Sigman va a producir la vacuna latinoamericana. Sin esperarlo, el empresario argentino se encuentra en plena batalla contra el coronavirus: una de sus factorías fabricará en Buenos Aires, para todo el continente, la vacuna desarrollada por la Universidad de Oxford y la farmacéutica AstraZeneca. Sigman, médico, psiquiatra, magnate de la biotecnología, productor de grandes éxitos cinematográficos y editor de Le Monde Diplomatique en el Cono Sur, se reencuentra en la “operación vacuna” con un viejo amigo, el magnate mexicano Carlos Slim. “Todo esto”, dice, “surge de acuerdos entre empresas privadas”.
Al Hugo Sigman de hace medio siglo, militante del Partido Comunista Argentino, le habría parecido mal “todo esto”. “La ciencia en nuestro país estuvo muy ideologizada y yo formé parte de ese sector que no quería saber nada del sector privado”, explica en una videoconferencia desde Madrid, donde reside la mayor parte del año. Nació en Buenos Aires el 1 de enero de 1944, se doctoró en Medicina en 1969 y luego se especializó en psiquiatría. En 1976, cuando se produjo el golpe de Estado militar, huyó a España y encontró trabajo en el Hospital Clínico de Barcelona. Poco después, fundó junto a su esposa, Silvia Gold, doctora en Bioquímica, la empresa Chemo, con 400.000 dólares prestados por su suegro. Fue el origen del Grupo Insud.
El pasado 20 de febrero, el presidente Alberto Fernández inauguró en Garín, cerca de la ciudad de Buenos Aires, una factoría de la sociedad mAbxience, filial del Grupo Insud. Su objetivo era producir anticuerpos monoclonales para tratamientos contra el cáncer. Nadie dio mucha importancia al asunto. Y nadie, tampoco Hugo Sigman, adivinó que la factoría de Garín iba a convertirse en una pieza clave dentro de una negociación de enorme trascendencia.
Por entonces, la covid-19 empezaba a extenderse por el mundo. El 11 de marzo de 2020, tres semanas después de la inauguración de la planta argentina de mAbxience, la Organización Mundial de la Salud catalogó la enfermedad como pandemia. “La Universidad de Oxford trabaja desde hace años con un modelo de vacuna obtenido a partir de la clonación de un tipo particular de adenovirus de chimpancé”, explica Sigman, por lo que tenía mucho adelantado para desarrollar una vacuna contra la covid-19. El gigante farmacéutico AstraZeneca, con sede en Londres, se puso en contacto con Oxford.
“No conozco los detalles del contrato entre AstraZeneca y Oxford”, dice Sigman, “pero hasta donde yo sé AstraZeneca decidió que, mientras durara la pandemia, vendería la vacuna sin beneficios y realizaría un suministro universal, asegurando al menos el 20% de las necesidades de cada país”. Había otro detalle: AstraZeneca se comprometía a empezar a fabricar cuando la vacuna aún estuviera en fase 3, de pruebas, para ganar tiempo; el riesgo consistía en que si la vacuna no superaba esa fase, había que destruir lo ya fabricado.
AstraZeneca buscó filántropos dispuestos a sufragar los enormes costes de producción. “Los encontró en Estados Unidos, Europa, India, China, pero faltaba Latinoamérica. A través de la Fundación Gates conectaron con Carlos Slim, quien se mostró dispuesto a aportar el dinero [la suma no se ha hecho pública] con la condición de que la vacuna para Latinoamérica se fabricara en el propio continente”, sigue el empresario argentino. La fábrica elegida fue la del Grupo Insud junto a Buenos Aires. Ahí entra Hugo Sigman en la operación. “Teníamos las instalaciones adecuadas, teníamos la experiencia industrial necesaria y además ofrecimos algo importante: suspender otras producciones para evitar el peligro de una contaminación cruzada”, dice Sigman, quien precisa que la decisión no correspondió a su amigo Slim, sino a AstraZeneca, y surgió de “acuerdos entre empresas privadas, sin intervención de Gobiernos”.
“El mecanismo va a ser el siguiente: nosotros fabricaremos el principio activo de la vacuna, se lo venderemos a AstraZeneca y esta entregará el producto a la empresa mexicana Liomont, que lo envasará y lo devolverá a AstraZeneca, para que la empresa farmacéutica lo comercialice en el continente”, señala Sigman. El precio final de la vacuna para Latinoamérica será muy inferior al de las demás vacunas.
La paradoja argentina
La elección de una empresa argentina como centro de producción continental refleja una de las paradojas del país: alto nivel científico, graves dificultades económicas. “La industria biotecnológica argentina tiene una historia muy extensa y el hecho de que no se convirtiera en un éxito mundial no se debe, creo, a razones técnicas, sino a la falta de previsibilidad. No hay políticas económicas, fiscales o arancelarias estables, y así no se pueden financiar proyectos a largo plazo”, se lamenta el empresario. MAbxience tiene una planta en León (España) “y sin ella nos habría resultado casi imposible abordar este proyecto”, dice. “Lo que puedo afirmar con honestidad es que el nivel científico argentino es muy alto, prueba de ello es que dos directores de la planta española son argentinos”, indica.
Centenares de jóvenes científicos argentinos se van ahora del país o se plantean hacerlo, a causa de los problemas económicos y las dificultades para investigar. Hugo Sigman fundó y presidió la Cámara Argentina de Biotecnología, que agrupa a industrias de sectores como la farmacia, la veterinaria, la alimentación, el diagnóstico o la explotación forestal (en todos ellos tiene presencia el Grupo Insud), e impulsó un sistema de ayudas. “Cinco empresas aportaron cada una 250.000 dólares y elegimos cinco proyectos de una lista de 300 para facilitar su conversión en empresa. Hoy ya son 21 las start-ups, seis de las cuales reciben inversiones del extranjero y 13 de las cuales fueron fundadas por mujeres”, explica. “Pese a todo, sigue existiendo talento científico en el país”.
Sigman y su esposa ya no gestionan directamente el Grupo Insud. Dos de sus hijos, el mayor y el menor, se ocupan de ello. El mediano es físico y trabaja en neurociencia. “Las empresas familiares requieren disciplina y uno sabe que no debe meterse en el trabajo de los hijos, pero a veces lo hago y, claro, me lo reprochan”, sonríe Sigman, que dice divertirse mucho “con otras cosas”. Como la productora de cine que fundó con su amigo Óscar Kramer, ya fallecido. K&S, la sociedad cinematográfica, colabora con El Deseo, la productora de los hermanos Almodóvar, y está detrás de éxitos argentinos como El clan, Relatos salvajes o, más recientemente, La odisea de los giles.
Entre las “otras cosas” figura también la editorial Capital Intelectual y la publicación de Le Monde Diplomatique en castellano para el Cono Sur. “Nunca abandoné mis convicciones”, asegura Sigman, “sigo creyendo que el mundo puede ser mejor. Lo que cambié fue el método para conseguirlo, porque de joven creía que el Estado debía resolverlo todo y cuando empecé a viajar me di cuenta de que eso no era realista: vi el fracaso económico de los países socialistas”. En España, dice, se hizo socialdemócrata.
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