Más allá de la anorexia y la bulimia: los trastornos alimentarios han repuntado tras la pandemia
El 9% de la población mundial, unos 70 millones de personas, padece algún tipo de enfermedad mental relacionada con la comida
Los trastornos de la conducta alimentaria son enfermedades mentales, en los que está por medio la comida, pero ella en sí misma no es el problema. La recuperación se hace difícil, porque frente a adicciones como son el tabaco o el alcohol, la comida no se puede dejar, es necesaria para vivir. Sigue habiendo mucho desconocimiento sobre estos trastornos, incluso en los entornos sanitarios. Los más conocidos son la anorexia y la bulimia, pero ni siquiera estos están exentos de mitos. Por ejemplo, la bulimia suele asociarse a provocarse el vómito, pero hay personas que sufren bulimia y no vomitan, pueden usar otros medios de purga o compensación.
Mientras la OMS está muy preocupada por una epidemia de obesidad y nos alerta sobre ella, los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) no paran de aumentar; y más desde el 2020, como subproducto de la pandemia. El encierro provocó que los casos aumentaran un 20% y las redes sociales agudizaron el problema posteriormente. Los datos epidemiológicos mostraban que, antes de la pandemia, un 5% de la población femenina padecía TCA, ahora se sitúa entre el 8% o el 10%. Según los datos más recientes, aproximadamente el 9% de la población mundial sufre algún tipo de estas enfermedades, lo que equivale a unos 70 millones de personas.
Existe la anorexia atípica, que se registró en el DMS-V (Manual de Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) para reconocer a las personas que padecían anorexia nerviosa sin tener un peso significativamente bajo. La atípica se diagnostica cuando todos los otros criterios de la anorexia nerviosa están presentes: quienes la padecen pueden tener un peso normal —o incluso estar por encima del normopeso, según el índice de masa corporal (IMC)— y presentan un miedo intenso a ganar peso y una restricción de la ingesta de alimentos.
Debido al desconocimiento, y a que vivimos obsesionados con el peso y el IMC, son muchas las personas que sufren una anorexia, pero como su peso no es suficientemente bajo, no se atreven a pedir ayuda. No creen que sean merecedoras de ella.
Anorexia sin bajo peso
Si los médicos de familia y otros especialistas no están informados de que los trastornos de la conducta alimentaria pueden presentarse en personas de cualquier peso, no solo en aquellas con bajo peso, el diagnóstico falla y pone en riesgo a los pacientes. La mayor parte de los casos no se diagnostican ni se tratan adecuadamente si el índice de masa corporal del paciente no está por debajo de 17 o 16, lo que puede agravar y cronificar la situación de aquellos que padecen un TCA.
Para una persona que esté comenzando o atravesando un trastorno de la conducta alimentaria, pedir ayuda supone un reto tremendo debido a la vergüenza que siente. Estos trastornos comienzan en privado y las partes más problemáticas suelen estar ocultas, incluso para las personas con las que conviven. A esta situación muchas veces se suma que, cuando finalmente deciden dar el paso de buscar ayuda, o bien su médico no reconoce la gravedad de la situación debido a un peso aparentemente normal, o bien sus familiares, amigos o pareja no entienden que haya un problema. Ambos factores pueden contribuir a la cronificación de la enfermedad.
Es crucial que los profesionales de la salud reconozcan que los trastornos de la conducta alimentaria pueden afectar a personas de cualquier peso y que la evaluación y el tratamiento no deben basarse únicamente en el IMC. La falta de reconocimiento de la gravedad de un TCA puede retrasar el tratamiento adecuado y empeorar los resultados a largo plazo para los pacientes.
Es común que los trastornos de la conducta alimentaria que ocasionan una pérdida de peso significativa sean tratados médicamente con preocupación sobre si el paciente pudiera ir al otro extremo y empezar a comer en exceso o aumentar mucho de peso. Esta perspectiva puede dificultar la recuperación, ya que mantiene las conductas restrictivas durante el proceso de recuperación. ¿Qué puede pasar si alguien sube de peso durante la recuperación? Es normal que lo haga, porque no habrá restricciones ni purgas. Independientemente de lo que diga el IMC, debe ser un peso que le permita tener una mejor calidad de vida y una vida plena.
El síndrome del comedor nocturno
La pica es un TCA que se caracteriza por comer de forma regular cosas que no son alimento. Hasta los dos años, es algo normal, ya que los niños suelen llevarse todo a la boca. Desde los dos años en adelante, si se consumen cosas que no son alimentos durante al menos un mes, se considera pica. Pueden comer tizas, rellenos de cojines o pelo, entre otras cosas que en principio no van a dañar su salud, pero sí que pueden generar obstrucciones e infecciones. Se da de forma más común en embarazadas.
Otro trastorno de la conducta alimentaria poco conocido, pero muy frecuente, es el síndrome del comedor nocturno. Estas personas hacen su máxima ingesta calórica desde la tarde en adelante. Durante el día presentan anorexia matutina e hiperfagia en la tarde-noche. Cursan con depresión y otras comorbilidades y en la noche tienen episodios de atracón con alimentos altamente calóricos, pero sin purga. Están asociados a insomnio, a una desregulación de los ciclos circadianos y a la creencia de que, si no comen, no van a poder conciliar el sueño. Este TCA se da en sobrepeso y obesidad, pero también es frecuente en normopeso.
Un enfoque excesivo en el índice de masa corporal como indicador de salud ignora otros factores importantes como el bienestar mental y físico general. Necesitamos concienciación y prevención. Los trastornos de la conducta alimentaria no son enfermedades de gente caprichosa, son enfermedades graves con un gran nivel de sufrimiento.
Puedes seguir a EL PAÍS Salud y Bienestar en Facebook, X e Instagram.