El trampolín de las redes sociales a los trastornos alimentarios
Un estudio muestra que la etiqueta #Pérdidadepeso en TikTok tiene más de 10.000 millones de visitas y solo el 1,4% de los consejos nutricionales son publicados por nutricionistas titulados
Núria García tenía 11 años cuando ingresó por primera vez en un hospital, el de Lleida, para combatir la anorexia. Fue el inicio de un camino de cinco años en los que tuvo que lidiar con una serie de recaídas promovidas, en gran parte, por el contenido que veía en redes sociales. Las define como un escaparate de cuerpos perfectos: “Para conseguirlo pierdes toda tu felicidad y toda tu vida”, concluye. No es una percepción suya. Isabel Martínez, psicóloga de la Asociación en Defensa de la Anorexia Ner...
Núria García tenía 11 años cuando ingresó por primera vez en un hospital, el de Lleida, para combatir la anorexia. Fue el inicio de un camino de cinco años en los que tuvo que lidiar con una serie de recaídas promovidas, en gran parte, por el contenido que veía en redes sociales. Las define como un escaparate de cuerpos perfectos: “Para conseguirlo pierdes toda tu felicidad y toda tu vida”, concluye. No es una percepción suya. Isabel Martínez, psicóloga de la Asociación en Defensa de la Anorexia Nerviosa y la Bulimia (Adaner), tiene claro que estas herramientas, que facilitan en gran medida la comunicación, pueden suponer un “trampolín” a los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) si no se usan de manera adecuada.
Hablar sobre el peso corporal, las dietas y alimentos que engordan o no, es muy habitual fuera de las redes sociales, apunta la psicóloga. Pero si además este tipo de discurso está presente de forma permanente y la gente -sobre todo, adolescentes- puede encontrarlo “desde que se levanta hasta que se va a dormir”, es inevitable que alguien con problemas de TCA pase todo el día pensando en ello, sostiene.
Un estudio publicado el pasado noviembre en la revista PLOS ONE analizó el contenido de TikTok en Estados Unidos relacionado con alimentos, nutrición y peso. El 44% de los vídeos investigados ofrecía contenido sobre la pérdida de peso y el 20% mostraba explícitamente la transformación corporal de una persona. Solo la etiqueta #Pérdidadepeso tenía más de 10.000 millones de visitas cuando el estudio recabó los datos.
Para conseguir esos cuerpos perfectos pierdes toda tu felicidad y toda tu vida”Núria García
Los adolescentes son los que más riesgo corren cuando consumen este tipo de publicaciones. Sara Bujalance, directora de la Asociación contra la Anorexia y la Bulimia (ACAB), explica que no tienen la capacidad de un adulto para protegerse de esa información: “No son realmente críticos y esos contenidos tienen un impacto mayor sobre su autoestima”. Núria García, que ahora tiene 22 años, se reconoce en esa afirmación. Ella, cuenta, no era capaz de observar que lo que veía en las redes “muchas veces no es real, que están retocados, y que esos cuerpos no son sanos, son patológicos”.
Este tipo de contenido no es peligroso únicamente por mostrar una perfección física irreal. Muchas de las publicaciones ofrecen consejos nutricionales, de estilo de vida, incluso indicaciones para superar el hambre y adelgazar, como mascar chicle o beber agua con limón. Además, según el estudio sobre TikTok solo el 1,4% de los vídeos usados en la investigación estaban realizados por dietistas titulados.
Estas conductas pueden desembocar en un TCA, ya que quien las sufre no se suele relacionar bien con la comida, señala Azahara Nieto, nutricionista especializada en estos trastornos. “[Estas conductas] se basan en la prohibición; estas personas generalmente pasan hambre, acaban teniendo muchísima ansiedad y pueden terminar con un trastorno por atracón”, añade.
Una revisión de estudios internacionales sobre la Influencia de las redes sociales sobre la anorexia y la bulimia en las adolescentes, realizado con datos de nueve investigaciones internacionales y más de 2.000 jóvenes, muestran que los TCA son la tercera causa de enfermedad en los adolescentes por detrás de la obesidad y el asma. “Debido a la comparación social, el uso continuo y continuado de las redes sociales puede impactar negativamente en personas con dificultades de autoaceptación y pertenencia a un grupo, lo que aumenta el riesgo de depresión y baja autoestima”, explica el estudio, publicado el pasado agosto en Anales del Sistema Sanitario de Navarra
Núria García explica que seguía en redes sociales a influencers, personas famosas que trataban estos temas, lo que le perjudicaba aún más. Bujalance define estos comportamientos como un patrón que, incluso, llega a suponer una “tortura” para las personas con TCA. Así era para García, que, según explica, pensaba: “Mira esta qué guapa que es y yo no lo consigo, aunque no coma”. Instagram siempre estaba presente en su vida, aunque ella no lo usara. “Si salía con mis amigas y hablaban de alguna chica guapísima, eso ya me hacía obsesionarme”, cuenta.
La joven encontraba la paz durante los ingresos porque no tenía acceso al teléfono móvil ni a las redes: “No estás expuesta a esa presión y, como todo el mundo está en una situación parecida a la tuya, sobreponerte es mucho más fácil”, explica. Sin embargo, cuando salía del hospital todo volvía a empezar y, aunque se proponía no utilizar las redes, la presión social la empujaba de nuevo a ellas. “Ya tienes suficiente poca autoestima como para que después seas la rarita, la única que no ve estas cuentas”, comenta.
El 91% de los jóvenes entre 8 y 17 años usa las redes sociales de forma habitual, señala un informe publicado el pasado febrero por la agencia de medios Carat. Las usan durante una media de tres horas entre semana y cinco los fines de semana y, aunque hay que tener mínimo 13 años para poder acceder a estas redes -según sus normativas-, la edad promedio de acceso es a los 12, dice el estudio.
Martínez, Bujalance y Nieto coinciden al afirmar que cada vez se encuentran con pacientes más jóvenes, sobre todo, mujeres. De cada 10 casos de TCA, nueve corresponden a chicas. La psicóloga de Adaner cuenta que, antes de la pandemia de la covid, la media de edad de las personas que atendían estaba en torno a los 20 años. “Ahora hemos aumentado mucho el número de familias que nos llaman por niñas entre los 11 y los 13 años”, cuenta. Para la directora de ACAB, los dos motivos principales son el adelanto de la pubertad y ese acceso temprano a las redes.
En ACAB atendían 2.000 casos antes del confinamiento; ahora son casi 5.000 actualmente, señala su directora. Los datos epidemiológicos mostraban que, antes de la pandemia, un 5% de la población femenina padecía TCA; “ahora se calcula que ese porcentaje ha subido hasta el 8% o 10%”, dice Bujalance, que también destaca que esos trastornos cada vez son más virulentos, se desarrollan y empeoran más rápido que antes.
Hemos aumentado mucho el número de familias que nos llaman por niñas entre los 11 y los 13 añosIsabel Martínez, psicóloga de ADANER
La educación como única solución
Las tres expertas coinciden en que la única herramienta para poder combatir este problema es la educación. Martínez explica que lo más importante es enseñar a los más jóvenes a ser críticos con lo que ven para que no se lo crean tal cual y sepan reconocer el contenido manipulado o el mejorado con filtros. Para Nieto, la única forma de protegerlos es “concienciarlos para que no sigan a ese tipo de cuentas”.
Núria García consiguió romper ese bucle en el que se encontraba tras su último ingreso, que fue en uno de los centros en Barcelona del grupo Ita, y duró un año. Fue cuando más trataron la parte emocional de su trastorno, algo fundamental para poder dejarlo atrás. Además, no tenía acceso al teléfono móvil ni, por tanto, a las redes sociales, cuenta. Cuando pudo volver a casa y las tuvo de nuevo a su alcance, se dio cuenta de que todo ese tipo de contenido ya no formaban parte su vida ni quería que lo hiciera.
De forma paralela a su proceso terapéutico, se iba dando cuenta de que ese consumo no era sano para ella: “Poco a poco dejé de seguir a ese tipo de cuentas y me volví más crítica con el contenido que veía”. Ahora no usa estos medios más de media hora al día y, además de a sus amigos, sigue a cuentas que hablan de psicología —carrera que acaba de terminar― y a otras que parodian los consejos nutricionales que antes le obsesionaban, o que reivindican la validez de todo tipo de complexiones sin que tengan que ser juzgadas. “Me ayudan porque rompen con el estereotipo de la red del cuerpo perfecto y los mensajes me hacen reflexionar”, comenta.
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