Las ‘startups’ se rebelan contra el plástico

Diferentes iniciativas, como Plastic Bank y The Ocean Cleanup, luchan contra la contaminación de este material mediante el uso de tecnologías que abarcan desde ‘blockchain’ hasta algoritmos

Comemos microplásticos. Aunque no los veamos, cuando el marisco y el pescado llegan a nuestra mesa, ahí están silentes para viajar por nuestro estómago. No se trata de que la dieta mediterránea se haya vuelto loca y su menú incluya ahora una ingesta recurrente; pero para los peces y otros animales forman parte de su alimentación diaria. “Afecta a los seres humanos porque los plásticos absorben toxinas. El 100% de los mejillones que hemos analizado contienen microplásticos. Esta contaminación no conoce f...

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Comemos microplásticos. Aunque no los veamos, cuando el marisco y el pescado llegan a nuestra mesa, ahí están silentes para viajar por nuestro estómago. No se trata de que la dieta mediterránea se haya vuelto loca y su menú incluya ahora una ingesta recurrente; pero para los peces y otros animales forman parte de su alimentación diaria. “Afecta a los seres humanos porque los plásticos absorben toxinas. El 100% de los mejillones que hemos analizado contienen microplásticos. Esta contaminación no conoce fronteras. Invade también lagos, ríos, montañas y valles”, afirma Tod Hardin, director de operaciones de Plastic Oceans International. Ante esta situación, varias startups han izado la bandera en favor del medio ambiente como eje del negocio.

Pese a que no existe una cifra cerrada que cuantifique cuánta basura de plástico viaja por la Tierra, especialmente por los mares, la mayoría de estudios baraja entre ocho y 15 millones de toneladas. Una iniciativa que se ha puesto manos a la obra para rebelarse contra esta contaminación la encabeza David Katz, CEO y fundador de Plastic Bank. Con la ayuda de blockchain y un sistema de tokens, monetiza y recicla los residuos que recoge en instalaciones distribuidas, sobre todo, en países con altos niveles de pobreza. “Permitimos el intercambio de plástico por dinero, bienes o criptomonedas. Con nuestro sistema, todo se puede comprar usando desechos plásticos. Desde la matrícula escolar hasta el seguro médico”, añade Katz.

Para comprender mejor el funcionamiento de Plastic Bank, su fundador pone el ejemplo de cómo operan en Haití, un país asolado por un terremoto en 2010. La protagonista de su historia es Lisa Nasis, una recolectora de plástico que ha convertido esta actividad en su fuente de ingresos. Al concluir su jornada laboral, tras ir puerta a puerta recogiendo estos residuos, acude a la startup para pesar y detallar la calidad de lo recabado. “Le transferimos el valor del plástico a una cuenta electrónica de ahorros en la que revaloriza el precio del material. El plástico social es el bitcoin de la Tierra y está al alcance de todos”, detalla.

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El proyecto emprendido por Kratz todavía tiene una fase más para cerrar el modelo de economía circular que preconiza –y obtener rentabilidad en su particular lucha medioambiental–. Todo el plástico recolectado lo tratan y reciclan para su posterior venta a terceros, como Marks and Spencer, Shell y Henkel. Esta última organización, por ejemplo, se ha comprometido a emplear anualmente 100 millones de kilos de este “nuevo” material. “Si cualquiera de nosotros compra champú o jabón para la ropa con envases de plástico social, estaremos contribuyendo indirectamente a eliminar los residuos que van a parar al mar y, al mismo tiempo, aliviaremos la pobreza”, zanja.

Algoritmos que aprovechan las corrientes marinas

Pocas dudas quedan de que los mares son uno de los grandes perjudicados de la utilización de plásticos de un solo uso, como los bastoncillos de algodón y los envases. Como aseguró la propia directora de océanos de Naciones Unidas, Lisa Svensson, estamos ante una crisis planetaria que arruina el ecosistema marino. Para combatirla, en 2012 nació The Ocean Cleanup, una startup estadounidense que promete limpiar hasta la mitad de los desechos plásticos del Pacífico en cinco años a base de algoritmos, energía solar, buques, redes y corrientes marinas. “Los satélites ayudan a localizar estos desperdicios y el big data y la visualización de datos facilita que comprendamos mejor la gravedad del problema”, sostiene Hardin.

La mezcla en una coctelera de todos estos elementos, entre tecnológicos y clásicos, dotan de sentido a The Ocean Cleanup. Su solución se basa en una red en forma de u, de unos 600 metros de largo por tres de profundidad, que aprovecha las corrientes marinas circulares y los vientos para recoger todos los plásticos vertidos. Cuando ha alcanzado su máxima capacidad, unos buques tiran de cada extremo de esta red y transportan los residuos a tierra para su posterior reciclaje. Pero, ¿dónde colocamos estas barreras? “Un algoritmo determina las mejores localizaciones para favorecerse de los movimientos de las corrientes autónomamente. Esto nos permite controlar con información en tiempo real saber la trayectoria de la instalación y su comportamiento”, explican desde la startup.

Para el funcionamiento de este engranaje, puesto ya en marcha en la bahía de San Francisco –denominado System 001–, probado previamente en el mar del Norte y parecido a la creación de una nueva línea de costa, no hace falta ninguna fuente de energía externa. Los dispositivos electrónicos instalados se nutren de la radiación solar. Aparte, con todo el big data que analizan en la recogida de los residuos, perfeccionan el algoritmo de ubicación y mejoran la tecnología necesaria para maximizar los resultados. Mares y océanos se han convertido en un terreno líquido donde diferentes startups, ayudadas por la transformación digital, han comenzado su particular rebelión contra la contaminación de los plásticos y su andadura empresarial.

La economía circular que dejará atrás el uso del plástico

Aparte de dar una nueva vida al plástico con su reciclaje, Tod Hardin, director de operaciones de Plastic Oceans International apela al supuesto virtuosismo de la economía circular para que este material deje de ser un problema medioambiental. En su opinión, si los consumidores dejan de utilizar estos plásticos de un solo uso, las empresas cambiarán sus modelos de negocio e invertirán el dinero en tecnologías más avanzadas que sean una alternativa real. "Estamos a favor de aquellos que se emplean en el largo plazo. Para la medicina o la automoción son fundamentales. Se emplean adecuadamente y tienen un papel fundamental para el progreso. La concienciación ha de venir en los demás, como en los embalajes", concluye Hardin.

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