Mensaje desde los mercados
Un vídeo de Equo revela que la mercadocracia se juega mucho en los comicios del 20-N
Los mercados nos crujen. El Estado español debe prometer intereses delirantes para lograr colocar sus letras y sus bonos, con los que paga mes a mes los sueldos de funcionarios y las pensiones. La pregunta más insistente en bares y taxis, los foros ciudadanos de nuestros días, es: “¿qué hago con mi dinero?”. La plebe teme que sus ahorros se transformen en pesetas, en el macabro cuento del euro, en el que los príncipes se convierten en sapos cuando los besas.
Pero a los candidatos de los grandes partidos el asunto les resbala. Ya tienen confeccionados los carteles, y les resulta fastidioso cambiarlos en plena campaña. Suerte que están los partidos minoritarios. Incluso con algunas utopías de Pin y Pon, nos resultan más fiables que los grandes, tal vez porque, como nunca gobernaron, no les podemos reprochar sus mentiras y sus incumplimientos. Tienen más credibilidad que votos.
Los ecologistas de Equo han querido dejar claro en un vídeo revelador que, en contra de lo que se piensa, a los mercados les importa mucho nuestro voto el 20-N. En Mensaje desde los mercados se ve a un financiero de Wall Street que nos emplaza —en inglés, con subtítulos— a votar al PP o, en su defecto, al PSOE, como garantía de que los inversores seguirán confiando, y estará salvo nuestro futuro y el de nuestras familias.
El montaje no pasaría de ahí si no fuera porque algunos acontecimientos hacen temer que tenga algún parecido con la realidad. Mario Monti, al que en las redes ya se conoce como Supermario como el popular personaje del videojuego, ha formado un gobierno impolutamente apolítico, con todos sus miembros técnicos o profesores. La política se ha convertido en algo demasiado serio para dejárselo a los políticos, parafraseando al primer ministro francés George Clemenceau que opinaba lo mismo de los militares y la guerra.
La mercadocracia es el nuevo régimen. Le basta un simple chasquido para derribar gobiernos y aunar mayorías ideológicamente antagónicas. Las democracias han sido puestas en cuarentena. Ya estaban llenas de pústulas por la corrupción y la ineficacia, pero al menos se sometían periódicamente a la revisión de las urnas. La huida vergonzante y por la gatera del otrora desafiante Berlusconi es solo una demostración de esa autoridad. Lo que no consiguieron en años ni los ciudadanos ni los jueces lo ha solventado en unos días la mercadocracia.
Dicen que cuando la economía sane, los políticos recuperarán los gobiernos. Lo malo es que los mercados no entienden de lealtades ni rinden cuentas a sus fedatarios. La deuda crece y lo seguirá haciendo hasta que estalle la piñata, por mucho que se les niegue el voto a los países mal pagadores como pide Bruselas o pongan a algún niño bonito de Goldman Sachs como Monti o Mario Draghi (BCE) al frente del chiringuito. Pongan un ojo en sus ahorros.
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