Una solución conjunta para dos amenazas globales
El Programa Mundial de Alimentos aboga para que los sistemas alimentarios se conviertan en una parte más integral de la conversación sobre la mitigación del cambio climático, contribuyendo a que sea más resilientes y justos, con motivo de la Cumbre sobre Sistemas Alimentarios que se celebra hoy
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Nuestros sistemas alimentarios están dañando el planeta y la crisis climática está dañando nuestros sistemas alimentarios. Se trata de dos de los problemas más grandes y complejos a los que se enfrenta hoy la humanidad y no es casual que sean el epicentro de los dos encuentros más importantes que las Naciones Unidas han organizado este año: la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de este jueves y la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP26) que se celebra en noviembre.
Aunque aparentemente independientes, las dos cumbres tienen mucho en común. En primer lugar, los temas discutidos en ambos foros tendrán un impacto en la seguridad alimentaria de millones de personas en todo el mundo. Cuando los sistemas alimentarios se rompen y la cadena de actores y actividades que garantiza que la comida llegue a nuestras mesas deja de funcionar, la gente pasa hambre. Actualmente, alrededor de 811 millones de personas se acuestan con hambre todos los días en países donde los sistemas alimentarios son frágiles o están rotos.
El cambio climático también influye en ellos: fenómenos meteorológicos extremos como olas de calor, tormentas, inundaciones y sequías afectan al acceso a los productos y a su estabilidad, y el estrés climático provocado por lluvias inesperadas, estaciones cambiantes, aumento de la salinidad en suelos y aguas subterráneas, plagas, enfermedades y el exceso de calor sobre cultivos y ganado socavan la producción y la asequibilidad de los alimentos. Una vez que los sistemas alimentarios se ven afectados por tensiones climáticas, sociales o económicas, incluso las perturbaciones más pequeñas pueden hacer que estos se rompan, obligando así a la dependencia de ayuda externa para poder comer.
Alrededor de 811 millones de personas se acuestan con hambre todos los días en países donde los sistemas alimentarios son frágiles o están rotos
Los sistemas alimentarios y la crisis climática están interconectados a varios niveles. Los primeros causan hasta un tercio de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, acelerando el calentamiento global. Este a su vez actúa como un bumerán, provocando fenómenos meteorológicos extremos que rompen las cadenas de suministro, provocan el aumento del precio de los alimentos y, en muchos países, hambrunas y desnutrición.
Las dos grandes conferencias de la ONU del año comparten además el énfasis en el pensamiento sistémico, muy diferente al pensamiento compartimentalizado de las disciplinas académicas o de los procesos de elaboración de políticas. La cumbre sobre sistemas alimentarios no se llama “Cumbre mundial sobre la agricultura” ni “Cumbre mundial sobre la alimentación”; en su propio nombre reconoce los impactos globales que generamos al producir, procesar, transportar y consumir alimentos de la forma en que lo hacemos. Por eso las soluciones pasan por convertir lo que ponemos en nuestros platos en parte de la solución y no del problema.
Cuando finalice esta cumbre, la atención del mundo se centrará en la COP26. Más de 190 países se sentarán a la mesa con diferentes planes, enfoques y expectativas con el objetivo de mantener el calentamiento global por debajo de 1,5 grados centígrados y adaptarse a los impactos de un clima que cambia rápidamente. Todo lo que se discutirá en la COP26 tendrá un impacto sobre los sistemas alimentarios; sin embargo, hasta la fecha, estos no han tenido apenas peso en las conversaciones sobre crisis climática.
Reconociendo esta oportunidad, el Programa Mundial de Alimentos (WFP por sus siglas en inglés), ganador del premio Nobel de la Paz 2020, aboga para que los sistemas alimentarios se conviertan en una parte más integral de la conversación sobre la mitigación y adaptación al cambio climático, ya que dar ese paso contribuiría a transformarlos de insostenibles y vulnerables a resilientes y justos.
Todo lo que se discutirá en la COP26 tendrá un impacto sobre los sistemas alimentarios; sin embargo, estos no han tenido apenas peso en las conversaciones sobre crisis climática
Durante el año pasado, el WFP entabló un diálogo estratégico con los gobiernos de unos 40 países sobre cómo fortalecer la gestión del riesgo climático en los sistemas alimentarios. Dependiendo del contexto, esto implica la utilización de seguros contra riesgos climáticos para los pequeños agricultores y acciones preventivas basadas en pronósticos meteorológicos antes de que las comunidades se vean afectadas por sequías o inundaciones. El WFP también ha propuesto modelos sobre cómo proporcionar servicios de información climática adaptados a los pequeños agricultores y cómo aplicar soluciones sostenibles para cocinar en programas de alimentación escolar.
El WFP está desarrollando estas soluciones porque la crisis climática mundial hace tiempo que se convirtió en una crisis humanitaria. Un planeta que se calienta aumenta los riesgos sociales y económicos y agrava los efectos de los brotes de enfermedades. Al igual que la pandemia de la covid-19, la crisis climática es global y dinámica, y no puede ser contenida por un país, una institución o una disciplina académica. Y al igual que la transformación de los sistemas alimentarios, requiere que los países y las organizaciones trabajen juntos para identificar y poner en marcha soluciones que abarquen todo el sistema.
La transformación de los sistemas alimentarios, si se hace correctamente, puede acelerar la acción climática y, a la inversa, la acción climática puede permitir o incluso desencadenar la transformación de los sistemas alimentarios. Lo que se necesita es ser conscientes de que los riesgos y problemas a los que nos enfrentamos en el mundo actual están globalizados e interconectados, y que las soluciones también lo están.
Gernot Laganda es jefe de la Unidad de Programas para el Clima y la Reducción del Riesgo de Desastres del Programa Mundial de Alimentos de la ONU (WFP) – Premio Nobel de la Paz 2020.
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