Vitaminas para embarazadas y vacas más productivas: cómo combatir la malnutrición ante la caída de la ayuda y la crisis climática

A pesar de que 400 millones de niños sufren cada año de una alimentación deficiente, con devastadoras consecuencias para la salud global y para la economía, los esfuerzos de la comunidad internacional se desvían a crisis que los donantes consideran más urgentes, según la Fundación Gates

Trabajadores de Médicos Sin Fronteras hacían a un niño una prueba para detectar signos de malnutrición en el campo de refugiados de Adré, en Chad, el 25 de abril.Dan Kitwood (Getty Images)

Si las embarazadas de los países de ingresos medios y bajos tomaran un preparado con micronutrientes múltiples elaborado por Naciones Unidas, que cuesta 2,60 dólares (2,36 euros) para un embarazo completo y que contiene vitaminas y minerales, se salvarían casi medio millón de vidas cada año. No invertir en acabar con la malnutrición tiene sin embargo un coste devastador, también económico, equivalente al de una recesión como la de 2008, de forma permanente, según datos del último informe anual Goalkeepers 2024, publicado por la Fundación Bill y Melinda Gates este martes.

“Es la inversión de mayor impacto que se puede hacer. Tiene un coste realmente bajo y un impacto muy alto”, asegura el director general de la Fundación, Mark Suzman en una entrevista por videoconferencia. A pesar de los progresos alcanzados hasta 2020, la acumulación de crisis que atraviesa el planeta hace que la malnutrición y la ayuda al desarrollo a África hayan dejado de ser una prioridad para los países donantes. Las predicciones indican, además, que la emergencia climática no hará más que empeorar la situación. En 2050, se prevé que 40 millones más de niños tengan retraso en el crecimiento y 28 millones de niños más sufrirán emaciación, la forma más grave de desnutrición crónica y aguda.

A pesar de la contundencia de las cifras, el interés de la comunidad internacional por atajar la malnutrición decrece. Suzman recuerda que hasta 2020 se produjeron avances nunca vistos en salud global, con la reducción de la mortalidad infantil, de muertes por VIH, tuberculosis o malaria. Pero la gestión de la pandemia de la covid agrandó la brecha entre los países de renta baja y los de renta alta y las cicatrices son aún muy profundas. La proliferación de conflictos estableció además nuevas prioridades para los donantes. “Más de 60 países tienen que pagar más por su deuda que lo que pueden invertir en salud”, asegura el director de la Fundación Gates, quien advierte de la caída de la ayuda al desarrollo para África, pero destaca, sin embargo, el liderazgo de España. “El presidente Pedro Sánchez ha sido un líder y se ha comprometido a mantener e incluso incrementar la ayuda en inversiones críticas como Gavi [la alianza internacional destinada a garantizar el acceso a las vacunas]. “Solo deseo que otros países sigan el ejemplo de España”, remata Suzman.

Las vitaminas para embarazadas es una de las cuatro soluciones que propone el informe de la Fundación para reducir de forma drástica la malnutrición que cada año sufren más de 400 millones de niños. “Cuando un niño muere, la malnutrición es la causa subyacente la mitad de las veces porque las vacunas son menos eficaces, tienes más probabilidad de morir de malaria, tu intestino no puede asimilar todos los nutrientes...”, señala Suzman, cuya fundación apoya numerosos proyectos periodísticos, incluido Planeta Futuro. El hambre y la falta de nutrientes les persigue de por vida. Según los estudios de la fundación, “un niño que sufre malnutrición grave antes de los tres años completará cinco años menos de escolarización que los niños bien alimentados, y los niños desnutridos que permanecen en la escuela tienden a rendir peor y a tardar más en terminar cada curso que sus compañeros”.

Solo deseo que otros países sigan el ejemplo de España
Mark Suzman, director general de la Fundación Gates


Este bajo rendimiento como consecuencia de una mala alimentación tiene, a su vez, graves efectos económicos: “Las personas que pasaron hambre durante la infancia ganan un 10% menos a lo largo de su vida y tienen un 33% menos de probabilidades de salir de la pobreza”, según la fundación. El coste de la menor productividad se traduce, de acuerdo con sus cálculos, en tres billones de dólares en pérdidas cada año “porque la malnutrición atrofia las capacidades físicas y cognitivas” de las personas que la han padecido cuando eran niños. En los países de renta baja, esa pérdida equivale a entre el 3% y el 16% del Producto Interior Bruto (PIB).

Una madre sentada junto a su hijo de dos años, ingresado en un hospital de Baidoa, en Somalia, con síntomas de desnutrición.SOPA Images (SOPA Images/LightRocket via Gett)

Además de acceso a mejores vitaminas prenatales, la fundación filantrópica aboga por garantizar que las vacas sean más productivas y la leche más segura, hacer que algunos alimentos tengan más vitaminas y minerales y aumentar la financiación contra el hambre. Citan un ejemplo muy concreto: en Kenia, donde el 80% de las vacas lecheras producen unos dos litros de leche al día, algunos programas han logrado que el rendimiento sea entre 6 y 10 veces mayor. Estos mejores resultados se han logrado mediante el estudio del ADN y otros datos de los animales para seleccionar a vacas “que den a luz crías más productivas”, la obtención de forraje de mayor calidad o la reutilización de los residuos de los cultivos, que puede emplearse como un nutritivo alimento para las vacas. El resultado es más leche para beber en casa y más ingresos para los ganaderos, que en su mayoría son, además, mujeres.

“Después de una década trabajando con solo dos vacas, mi yerno me ayudó a solicitar una subvención del Gobierno por internet, lo que me permitió comprar más vacas”, explica la ganadera keniana Sushama Das. “Y a lo largo de los años he podido participar en varios programas de formación dirigidos a ganaderos lecheros como yo, que me han ayudado a mejorar la salud de las vacas y la productividad de mi explotación”, añade la mujer, según un testimonio recogido por la fundación filantrópica, una de las mayores del mundo. Ahora, afirma Das, tiene ocho animales, produce unos 60 litros diarios de leche e incluso ha tenido que contratar a trabajadores para que la ayuden con la producción.

Quienes pasaron hambre durante la infancia ganan un 10% menos a lo largo de su vida y tienen un 33% menos de probabilidades de salir de la pobreza, según la Fundación Gates

El enriquecimiento de los alimentos a gran escala para aumentar los micronutrientes, especialmente en los países de renta baja, es otra tecnología “prometedora” que, además, lleva utilizándose con éxito durante décadas. Por ejemplo, los supermercados de Estados Unidos y Suiza venden desde los años veinte del siglo pasado sal yodada que ha permitido reducir las enfermedades asociadas a la falta de yodo, como el hipotiroidismo, pero también mejorar el cociente intelectual por las consecuencias que la falta de este mineral tiene en el feto durante el embarazo.

Financiación inadecuada

Las nuevas tecnologías permiten ir más allá e intervenir, por ejemplo, en que ciertos alimentos contengan más vitamina A, cuya carencia es la principal causa de ceguera infantil. En Etiopía existe un proyecto que ha aprovechado el éxito de la sal yodada para investigar la posibilidad de añadirle otro nutriente, el ácido fólico, y obtener así una sal “doblemente fortalecida”. Sería casi tan barata como la sal yodada, pero el enriquecimiento con ácido fólico permitiría eliminar cerca del 75% de las muertes de niños y recién nacidos por defectos en el tubo neural (más de 5.000 al año en el país africano) y reducir la anemia de toda la población en un 4%, calcula la Fundación Gates.

Aunque todas las medidas tienen el potencial de salvar vidas, sin voluntad política, es decir, sin recursos que las respalden, corren el peligro de acabar siendo papel mojado. El 58% de las muertes de niños ocurren en África subsahariana, pero la llegada de ayuda humanitaria ha disminuido del 40% del total en 2010 al actual 25%, el porcentaje más bajo en 20 años.

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