Vivir sin agua en un paraíso

Un centenar de familias de la región peruana de Junín se han beneficiado de un proyecto de potabilización, vital para prevenir enfermedades y luchar contra la desnutrición. Todo ello, gracias a la cooperación valenciana

Olga Ascensios, de la comunidad de Quimotari (Perú), prepara un zumo saludable junto a su bidón de agua potable y con su hijo a la espalda.Alberto Pla Monfort

En Perú, un país con alrededor de 33 millones de habitantes, entre siete y ocho millones de personas no tienen acceso a agua potable. El dato contrasta con la gran biodiversidad que alberga el territorio peruano, con miles de especies de aves y flora; por ejemplo, tiene más de mil variedades de papa (patata).

El agua es un problema, pero no debería serlo si atendemos a los datos que aporta el mismo Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego, que tilda al país andino como “paraíso del agua”. Como prueba, cita la gran cantidad de glaciares tropicales y presume del nacimiento del río más caudaloso del planeta en su territorio, además del Titicaca, el lago navegable más alto de mundo. Sin embargo, hay una gran cantidad de personas desabastecidas. Se estima que solo en Lima 800.000 personas viven sin agua de calidad. En poblados de menos de 200 habitantes, la situación es dramática, pues entre un 97% y un 98% no disponen de este recurso. Esto significa que existen unos 63.000 municipios sin una gota de este, atendiendo a las cifras del Plan Nacional de Saneamiento que aporta el Gobierno de Perú.

El ingeniero Elmer Quispe Salcedo muestra el tanque de almacenamiento de agua potable de la comunidad de Bolívar, en la Amazonia peruana, con capacidad para 3.000 litros. Los mismos beneficiarios del proyecto para su instalación de la Fundación Mainel, en colaboración con la organización peruana Aprodes, han ayudado a construir el sistema, que recoge el agua desde un río cercano hasta un depósito. El agua cae por gravedad y continúa a las casetas sanitarias que tienen cada una de las 100 familias abastecidas, de las comunidades de Alto Chavini, Quimotari y Bolívar. También son los vecinos quienes hacen el mantenimiento cada 30 días: realizan la limpieza interna y externa, la clarificación, la desinfección y la limpieza del circuito de tuberías hasta el ojo de agua (la toma donde inicialmente se recoge).Alberto Pla Monfort
Hilarión Roncal y Esther Arteaga posan en su casa, en la comunidad de Bolívar. Ellos, como la mayoría de familias, se dedican al cultivo de café y cacao. Además de abastecer de agua limpia a las comunidades, el proyecto les ha ayudado a ordenar sus viviendas. Esther destaca el cambio que ha supuesto reordenar los espacios de su hogar: “Antes compartíamos salón, cocina y era todo un poco caos… Ahora hemos aprendido a separar espacios y a mantener limpia la vivienda. Hemos cambiado nuestra forma de vida”.Alberto Pla Monfort
Raquel Roncal es hija de Hilarión y Esther. Gracias a la ayuda de sus padres, ha podido independizarse con su niño de siete años. “Ahora ya no tengo que ir a buscar el agua, tan solo tengo que abrir el grifo y hervirla durante cinco minutos”, destacaba mientras bebía del vaso que acababa de servirse.Alberto Pla Monfort
El proyecto se completa con un programa de formación a las familias sobre hábitos alimentarios y un control nutricional de sus hijos. En las tres comunidades se han detectado un total de 14 casos de desnutrición crónica en niñas y niños menores de cinco años de un total de 43 en las tres comunidades donde trabajan. En la imagen, Yudy Chilingano, a la izquierda, da indicaciones a Carmen Mueras para medir a su hija.Alberto Pla Monfort
Verónica Espinoza, nutricionista, acompaña a Yudy Chilingano a los hogares para informar sobre cómo alimentarse mejor en el día a día. Pertenece al hospital de Pangoa y mediante un convenio, realiza talleres de nutrición y apoyo en las campañas de desparasitación. Han sido formadas un total de 240 personas entre padres, madres e hijos.Alberto Pla Monfort
El programa de nutrición continúa en la escuela de San Pablo de Quimotari, en la comunidad de Quimotari. La escuela alberga también a los alumnos de las otras dos comunidades beneficiarias, Bolívar y Alto Chavini. Yudy y Verónica acuden para realizar el seguimiento nutricional a las niñas y niños de hasta cinco años. Realizan la medición y el pesado con el objetivo conocer si la evolución está siendo positiva tras la formación que han recibido sus familias. En el colegio hay un total 49 alumnos, de los cuales 14 son menores de cinco años que pertenecen a educación infantil.Alberto Pla Monfort
Yudy Chilingano mide a Diana Diaz Huaman. Según los últimos datos de El Instituto Nacional de Estadística del gobierno de Perú, el 12,1% de la población menor de cinco años del país sufría desnutrición crónica en el año 2020.Alberto Pla Monfort
Gracias al proyecto, las 100 familias beneficiarias disponen de dos cubos para separar los residuos orgánicos de los inorgánicos. En la imagen, la instalación de los mismos en la casa de Moisés Quispe.Alberto Pla Monfort
Moisés Quispe (32 años) es uno de los beneficiarios de la comunidad Bolívar. Vive solo y se dedica al cultivo de cacao, que abunda en la zona. Mientras muestra su cultivo de cacao, comenta cómo el compost le proporciona material orgánico de calidad para sembrar.Alberto Pla Monfort
Las organizaciones impulsoras del proyecto indicaron a las familias construir la parcela de compost en una zona acotada y alejada de sus viviendas. Las familias obtienen el compost de la descomposición de residuos orgánicos, como el material vegetal que se obtiene de los campos o el estiércol de los animales. El proceso se prolonga unos tres meses. Cada quince días se tiene que remover el material y echar cal para mejorar su pH. Anteriormente, muchas familias no conocían el compost como abono natural. Ahora, según Aprodes, su utilización ha mejorado la estructura del suelo, incorporado microorganismos beneficiosos, reducido la erosión, aumentado la retención de nutrientes y mejorado el cultivo.Alberto Pla Monfort
Todas las casetas sanitarias cuentan con un depósito de hasta 600 litros que canaliza el agua por gravedad a un retrete, una pila y una ducha. Según el Plan Nacional de Saneamiento 2022-2026 del gobierno de Perú, 7,5 millones de peruanos no cuentan con acceso a alcantarillado y retrete, de los cuales el 63% reside en el ámbito rural. Alberto Pla Monfort
Las aguas negras caen en un depósito conocido como biodigestor. El depósito enterrado en el suelo tarda en llenarse unos dos años, y tras un proceso químico de los deshechos, permite arrojarlos al medio ambiente libre de contaminación.Alberto Pla Monfort
Según el profesor de la Universidad Nacional Agraria La Molina, Carlos Reynel, la quema indiscriminada de los montes para el cultivo supone un grave peligro para la supervivencia de la selva amazónica: “Evita la incorporación de nutrientes al terreno y no permite que el agua filtre, lo que vacía los acuíferos subterráneos y seca los ríos”. Contra ello, los beneficiarios han aprendido a recuperar el monte a través de la planta frijol palo (Piti Pua) que se ve en la imagen. Se trata de una leguminosa, y por su naturaleza, fija nitrógeno al suelo a través de sus raíces. Además, sus hojas generan abono orgánico por su descomposición al caer al suelo, lo que ayuda a su regeneración.Alberto Pla Monfort
Jorge Vilcapoma y Olga Ascencios posan con su hija en su vivienda de Quimotari, frente a la caseta sanitaria instalada por Fundación Mainel y Aprodes. Vilcapoma pertenece a los ashaninka, el grupo indígena más numeroso de Perú. Su identidad se encuentra muy vinculada con la naturaleza y los seres que la habitan, puesto que reconocen que todo lo que les rodea tiene vida. Vilcapoma enseña la casa y pone en valor el café y cacao que cultivan. Del total de beneficiarios, el 20% es de origen indígena y el 80% son colonos. La familia de Ascencios y su esposo cuenta con pocos recursos económicos y por ello realizan trabajos de manteamiento en otras parcelas para conseguir algún ingreso adicional. Todos los hogares beneficiarios de los proyectos no alcanzan a ganar dos dólares diarios, se encuentran en el umbral de la extrema pobreza.Alberto Pla Monfort
Los residuos inorgánicos terminan en un depósito de microrelleno instalados también en el terreno de las casas. Las comunidades están aisladas y no existe un sistema de recogida de residuos, por tanto, la única forma de no generar contaminación es que cada familia cuente con su propio espacio. Una vez se llenan, son sellados y se procede a construir otro para continuar el proceso. En la imagen, Jorge Vilcapoma abre la tapa de su depósito de microrelleno.Alberto Pla Monfort
Martha Ascensios es hermana de Olga Ascencios. En la imagen se observa cómo seca el café sobre una gran lona. Los procesos para el procesado del café y cacao son muy rudimentarios. Alberto Pla Monfort

El agua dulce no es un problema en Perú, pero sí lo es su administración, asegura Carlos Reynel, profesor de la Universidad Nacional Agraria La Molina: “No hay cultura de previsión ni una buena política en ese sentido. Existe mucho inmediatismo y nada de visión a largo plazo, que se suma a problemas endémicos como son la corrupción, el bajo nivel de educativo o la pobreza”. Cuestiones que agravan las condiciones de vida en un país que, en apenas un año, ha disparado hasta en 10 puntos su tasa de pobreza, según los últimos datos recogidos por el Banco Mundial en 2020.

En este contexto, la Fundación Mainel, en colaboración con la organización peruana Aprodes y con la financiación de la Generalitat Valenciana, ha suministrado agua potable a un centenar de familias rurales con el objetivo de mejorar su salud y calidad de vida en las comunidades de Bolívar, Quimotari y Alto Chavini. Para llevar a cabo el proyecto, Aprodes ha desarrollado un sistema de captación y tratamiento que permite que el agua llegue hasta las mismas viviendas. Todo funciona mediante mecanismos que actúan por gravedad, sin necesidad de ningún impulso por motor, lo que favorece, incluso, un sencillo mantenimiento.

La infraestructura la han construido los mismos miembros de las comunidades, quienes han trabajado durante meses en un terreno de difícil acceso, ayudados para el transporte de materiales por una recua de burros. El ingeniero Quispe Salcedo, de Aprodes, destaca el trabajo de la comunidad: “Era fundamental encontrar familias que quisieran involucrarse en el proyecto desde la propia construcción y ellas estuvieron desde el principio muy atentas en todo el proceso”. De hecho, son los propios vecinos beneficiarios quienes, tras haberse formado, vigilan el pH del agua y cuidan las instalaciones para su correcto funcionamiento.

Francisco Mueras, agente de salud comunitario, posa con la camiseta blanca junto con otros tres miembros de la comunidad de Bolívar, frente al punto de captación de agua a 1.100 metros de altura.Alberto Pla Monfort

Agua limpia y educación contra la desnutrición

Las familias de las comunidades trabajan principalmente en el campo. Sin embargo, muchas solamente se han dedicado al cultivo que abunda en la zona: cítricos, café y cacao. Algunas consiguen vender parte de la producción o intercambiar estos productos por otros para conseguir huevos, carne o pescado. A otras familias no les alcanza la producción para venderla, y se alimentan básicamente de sus cultivos.

Solo en las tres comunidades donde se ha desarrollado el proyecto, Fundación Mainel y Aprodes han detectado 14 casos de desnutrición crónica en menores de cinco años, de un total de 43

Esta dieta, deficitaria en proteínas y carbohidratos, ha derivado en numerosos casos de desnutrición crónica en niñas y niños de las comunidades nativas, lo que ha obligado a implementar un programa educativo para paliar sus efectos y prevenir nuevos casos. Solo en las tres comunidades donde se ha desarrollado el proyecto, Fundación Mainel y Aprodes han detectado 14 casos de desnutrición crónica en niños y niñas menores de cinco años, de un total de 43.

Yudy Chilingano, responsable del área de nutrición del proyecto, destaca los beneficios del programa: “Del total de niños y niñas con desnutrición crónica, 11 han logrado mejorar su situación y tres continúan con tratamiento, mientras que los casos más severos los hemos derivado al Hospital de Pangoa. Sin duda, la instalación de los sistemas de agua y saneamiento han contribuido a mejorar la nutrición y salud en general de la población”.

Yudy Chilingano, responsable del área de nutrición del proyecto, enseña a una mujer beneficiaria de la comunidad de Quimotari la situación en la que se encuentra su hija en la tabla de crecimiento infantil de la OMS.Alberto Pla Monfort

El agua limpia es un bien fundamental para la correcta nutrición, subraya Mari Olcina, licenciada en Nutrición Humana y Dietética y experta en proyectos de cooperación internacional: “Es importantísimo que las comunidades obtengan acceso para el consumo humano y luchar contra la parasitosis que en gran medida produce la desnutrición crónica”. Sobre la importancia de hervir el agua, añade: “Esta acción tan sencilla es la que más vidas ha salvado en zonas sin este recurso”.

Dentro del programa educativo, las familias aprenden a hervir el agua para el cocinado y consumo, lo que ha evitado enfermedades asociadas al agua contaminada o turbia que bebían anteriormente. El proyecto ha generado, también, un proceso de etiquetado en zonas del hogar para diferenciar espacios como la cocina o el salón y utilizarlos adecuadamente, así como nombrar utensilios como el bidón de agua limpia, para evitar confusiones.

Una enfermera del Ministerio de Salud acude junto con la organización Aprodes a la residencia de una familia de la comunidad Bolívar para mostrar los tipos de alimentos y sus diferentes beneficios.Alberto Pla Monfort

Una de las beneficiarias de la comunidad de Bolívar, Raquel Roncal, afirmaba que ya no tiene que preocuparse de que su hijo tenga o no agua limpia. “Siendo madre soltera y viviendo en una zona aislada, no era fácil encontrar agua potable. Ahora vivo mucho más tranquila”, afirmaba sonriente en la nueva casa que estaba construyendo ella misma con ayuda de sus padres.

Por último, las familias han aprendido a separar los residuos inorgánicos de los orgánicos con el objetivo de hacer compost con estos últimos, y que sirva como abono para el campo. De ese modo se completa el ciclo biológico y se cultivan alimentos variados y saludables, tras un proceso sostenible desde que se capta el agua.

Raquel Roncal posa en su casa junto al cartel que tienen todas las viviendas de las familias que participan en el proyecto y que recuerda hervir el agua unos cinco minutos antes de su consumo.Alberto Pla Monfort

Construcción de nuevos aseos

La población que ha participado en el proyecto subsiste en el umbral de la pobreza o, incluso, en pobreza extrema, lo que significa que no alcanzan a ganar dos dólares diarios, según la medida estandarizada por el Banco Mundial. Es por ello que las instalaciones sanitarias han tenido que ser incluidas en el plan de agua y saneamiento para que las familias tengan unas condiciones dignas y saludables a la hora de ducharse o utilizar el retrete.

Se estima que aproximadamente 7,5 millones de peruanos no cuentan con acceso a dichos servicios. El 63% reside en el ámbito rural, siendo el pozo ciego o negro el medio más utilizado. Así lo hacían, anteriormente, las comunidades beneficiarias de proyecto.

Aproximadamente 7,5 millones de peruanos no cuentan con acceso a instalaciones sanitarias como duchas y retretes; el 63% reside en el ámbito rural

El profesor Carlos Reynel resalta la emergencia en la zona donde se encuentran las comunidades beneficiarias, en el valle de Chanchamayo: “Todo el departamento de Junín ha sido declarado en emergencia por déficit hídrico mediante un Decreto Supremo, lo que significa que una proporción significativa de la población tiene dificultades para acceder a agua potable”. Y añade que “nada más en Lima, el 30% de los habitantes tienen que comprarla de camiones diariamente”.

Según el Gobierno de Perú, la situación es aún más crítica en zonas rurales, donde solo el 2,7% de la población consume agua con adecuado nivel de cloro residual libre. Un dato que no sorprende a expertos como Ricardo Alcázar, quien fue jefe de equipo de grandes clientes de Sedapal, el Servicio de Agua Potable y Alcantarillado de Lima: “La situación es crítica porque no hay una política agresiva. A la hora de la verdad no se hacen los programas y los perfiles de los proyectos para poder resolver esta problemática”.

Nehemías Rodríguez posa en la nueva caseta sanitaria, junto a la antigua, en la comunidad de Alto Chavini.Alberto Pla Monfort

Las 100 casetas sanitarias construidas con el apoyo de la Fundación Mainel y Aprodes en la región de Junín cuentan con un depósito de 600 litros que canaliza el agua a una ducha, una pila y un sanitario. La estructura, además, proporciona intimidad. Antes, muchos acudían directamente al campo o tenían una simple tela como puerta o parapeto separador. Las aguas sucias se canalizan también por gravedad a otro depósito enterrado en el suelo, un sistema conocido como biodigestor que mantiene las aguas sucias durante dos años hasta su vaciado, ya libre de sustancias contaminantes, lo que facilita devolver los residuos al entorno sin afectarlo.

Solidaridad valenciana

Gracias al proyecto impulsado por la solidaridad valenciana, hoy un centenar de familias de tres comunidades de la selva amazónica peruana pueden beber agua potable, evitando de ese modo el riesgo de contraer enfermedades infecciosas.

Según datos de la propia Generalitat, la Comunitat Valenciana es la autonomía española que más dinero invertirá en cooperación al desarrollo a lo largo de este año. En concreto, el presupuesto valenciano alcanza los 66,9 millones de euros en 2022 para políticas de cooperación, seguido por los del País Vasco y Cataluña, con 50,2 millones y 39,3 respectivamente. Esta cuantía supone alcanzar el 0,24% del presupuesto de la Generalitat, un 94,5% más que en 2021, con el objetivo de alcanzar el 0,7% en 2030.

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