Vivir sin agua en un paraíso
Un centenar de familias de la región peruana de Junín se han beneficiado de un proyecto de potabilización, vital para prevenir enfermedades y luchar contra la desnutrición. Todo ello, gracias a la cooperación valenciana
En Perú, un país con alrededor de 33 millones de habitantes, entre siete y ocho millones de personas no tienen acceso a agua potable. El dato contrasta con la gran biodiversidad que alberga el territorio peruano, con miles de especies de aves y flora; por ejemplo, tiene más de mil variedades de papa (patata).
El agua es un problema, pero no debería serlo si atendemos a los datos que aporta el mismo Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego, que tilda al país andino como “paraíso del agua”. Como prueba, cita la gran cantidad de glaciares tropicales y presume del nacimiento del río más caudaloso del planeta en su territorio, además del Titicaca, el lago navegable más alto de mundo. Sin embargo, hay una gran cantidad de personas desabastecidas. Se estima que solo en Lima 800.000 personas viven sin agua de calidad. En poblados de menos de 200 habitantes, la situación es dramática, pues entre un 97% y un 98% no disponen de este recurso. Esto significa que existen unos 63.000 municipios sin una gota de este, atendiendo a las cifras del Plan Nacional de Saneamiento que aporta el Gobierno de Perú.
El agua dulce no es un problema en Perú, pero sí lo es su administración, asegura Carlos Reynel, profesor de la Universidad Nacional Agraria La Molina: “No hay cultura de previsión ni una buena política en ese sentido. Existe mucho inmediatismo y nada de visión a largo plazo, que se suma a problemas endémicos como son la corrupción, el bajo nivel de educativo o la pobreza”. Cuestiones que agravan las condiciones de vida en un país que, en apenas un año, ha disparado hasta en 10 puntos su tasa de pobreza, según los últimos datos recogidos por el Banco Mundial en 2020.
En este contexto, la Fundación Mainel, en colaboración con la organización peruana Aprodes y con la financiación de la Generalitat Valenciana, ha suministrado agua potable a un centenar de familias rurales con el objetivo de mejorar su salud y calidad de vida en las comunidades de Bolívar, Quimotari y Alto Chavini. Para llevar a cabo el proyecto, Aprodes ha desarrollado un sistema de captación y tratamiento que permite que el agua llegue hasta las mismas viviendas. Todo funciona mediante mecanismos que actúan por gravedad, sin necesidad de ningún impulso por motor, lo que favorece, incluso, un sencillo mantenimiento.
La infraestructura la han construido los mismos miembros de las comunidades, quienes han trabajado durante meses en un terreno de difícil acceso, ayudados para el transporte de materiales por una recua de burros. El ingeniero Quispe Salcedo, de Aprodes, destaca el trabajo de la comunidad: “Era fundamental encontrar familias que quisieran involucrarse en el proyecto desde la propia construcción y ellas estuvieron desde el principio muy atentas en todo el proceso”. De hecho, son los propios vecinos beneficiarios quienes, tras haberse formado, vigilan el pH del agua y cuidan las instalaciones para su correcto funcionamiento.
Agua limpia y educación contra la desnutrición
Las familias de las comunidades trabajan principalmente en el campo. Sin embargo, muchas solamente se han dedicado al cultivo que abunda en la zona: cítricos, café y cacao. Algunas consiguen vender parte de la producción o intercambiar estos productos por otros para conseguir huevos, carne o pescado. A otras familias no les alcanza la producción para venderla, y se alimentan básicamente de sus cultivos.
Solo en las tres comunidades donde se ha desarrollado el proyecto, Fundación Mainel y Aprodes han detectado 14 casos de desnutrición crónica en menores de cinco años, de un total de 43
Esta dieta, deficitaria en proteínas y carbohidratos, ha derivado en numerosos casos de desnutrición crónica en niñas y niños de las comunidades nativas, lo que ha obligado a implementar un programa educativo para paliar sus efectos y prevenir nuevos casos. Solo en las tres comunidades donde se ha desarrollado el proyecto, Fundación Mainel y Aprodes han detectado 14 casos de desnutrición crónica en niños y niñas menores de cinco años, de un total de 43.
Yudy Chilingano, responsable del área de nutrición del proyecto, destaca los beneficios del programa: “Del total de niños y niñas con desnutrición crónica, 11 han logrado mejorar su situación y tres continúan con tratamiento, mientras que los casos más severos los hemos derivado al Hospital de Pangoa. Sin duda, la instalación de los sistemas de agua y saneamiento han contribuido a mejorar la nutrición y salud en general de la población”.
El agua limpia es un bien fundamental para la correcta nutrición, subraya Mari Olcina, licenciada en Nutrición Humana y Dietética y experta en proyectos de cooperación internacional: “Es importantísimo que las comunidades obtengan acceso para el consumo humano y luchar contra la parasitosis que en gran medida produce la desnutrición crónica”. Sobre la importancia de hervir el agua, añade: “Esta acción tan sencilla es la que más vidas ha salvado en zonas sin este recurso”.
Dentro del programa educativo, las familias aprenden a hervir el agua para el cocinado y consumo, lo que ha evitado enfermedades asociadas al agua contaminada o turbia que bebían anteriormente. El proyecto ha generado, también, un proceso de etiquetado en zonas del hogar para diferenciar espacios como la cocina o el salón y utilizarlos adecuadamente, así como nombrar utensilios como el bidón de agua limpia, para evitar confusiones.
Una de las beneficiarias de la comunidad de Bolívar, Raquel Roncal, afirmaba que ya no tiene que preocuparse de que su hijo tenga o no agua limpia. “Siendo madre soltera y viviendo en una zona aislada, no era fácil encontrar agua potable. Ahora vivo mucho más tranquila”, afirmaba sonriente en la nueva casa que estaba construyendo ella misma con ayuda de sus padres.
Por último, las familias han aprendido a separar los residuos inorgánicos de los orgánicos con el objetivo de hacer compost con estos últimos, y que sirva como abono para el campo. De ese modo se completa el ciclo biológico y se cultivan alimentos variados y saludables, tras un proceso sostenible desde que se capta el agua.
Construcción de nuevos aseos
La población que ha participado en el proyecto subsiste en el umbral de la pobreza o, incluso, en pobreza extrema, lo que significa que no alcanzan a ganar dos dólares diarios, según la medida estandarizada por el Banco Mundial. Es por ello que las instalaciones sanitarias han tenido que ser incluidas en el plan de agua y saneamiento para que las familias tengan unas condiciones dignas y saludables a la hora de ducharse o utilizar el retrete.
Se estima que aproximadamente 7,5 millones de peruanos no cuentan con acceso a dichos servicios. El 63% reside en el ámbito rural, siendo el pozo ciego o negro el medio más utilizado. Así lo hacían, anteriormente, las comunidades beneficiarias de proyecto.
Aproximadamente 7,5 millones de peruanos no cuentan con acceso a instalaciones sanitarias como duchas y retretes; el 63% reside en el ámbito rural
El profesor Carlos Reynel resalta la emergencia en la zona donde se encuentran las comunidades beneficiarias, en el valle de Chanchamayo: “Todo el departamento de Junín ha sido declarado en emergencia por déficit hídrico mediante un Decreto Supremo, lo que significa que una proporción significativa de la población tiene dificultades para acceder a agua potable”. Y añade que “nada más en Lima, el 30% de los habitantes tienen que comprarla de camiones diariamente”.
Según el Gobierno de Perú, la situación es aún más crítica en zonas rurales, donde solo el 2,7% de la población consume agua con adecuado nivel de cloro residual libre. Un dato que no sorprende a expertos como Ricardo Alcázar, quien fue jefe de equipo de grandes clientes de Sedapal, el Servicio de Agua Potable y Alcantarillado de Lima: “La situación es crítica porque no hay una política agresiva. A la hora de la verdad no se hacen los programas y los perfiles de los proyectos para poder resolver esta problemática”.
Las 100 casetas sanitarias construidas con el apoyo de la Fundación Mainel y Aprodes en la región de Junín cuentan con un depósito de 600 litros que canaliza el agua a una ducha, una pila y un sanitario. La estructura, además, proporciona intimidad. Antes, muchos acudían directamente al campo o tenían una simple tela como puerta o parapeto separador. Las aguas sucias se canalizan también por gravedad a otro depósito enterrado en el suelo, un sistema conocido como biodigestor que mantiene las aguas sucias durante dos años hasta su vaciado, ya libre de sustancias contaminantes, lo que facilita devolver los residuos al entorno sin afectarlo.
Solidaridad valenciana
Gracias al proyecto impulsado por la solidaridad valenciana, hoy un centenar de familias de tres comunidades de la selva amazónica peruana pueden beber agua potable, evitando de ese modo el riesgo de contraer enfermedades infecciosas.
Según datos de la propia Generalitat, la Comunitat Valenciana es la autonomía española que más dinero invertirá en cooperación al desarrollo a lo largo de este año. En concreto, el presupuesto valenciano alcanza los 66,9 millones de euros en 2022 para políticas de cooperación, seguido por los del País Vasco y Cataluña, con 50,2 millones y 39,3 respectivamente. Esta cuantía supone alcanzar el 0,24% del presupuesto de la Generalitat, un 94,5% más que en 2021, con el objetivo de alcanzar el 0,7% en 2030.
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