Cuida la libertad y la verdad se cuidará a sí misma

El Gobierno apela al reglamento europeo sobre libertad de prensa, que está pensado para evitar cosas que el Gobierno hace o anuncia

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el pleno del Congreso en el que ha presentado las líneas generales de su plan de regeneración democrática.Claudio Álvarez

El anuncio sobre la regulación de los medios ha sido tan aparatoso como inconcreto. Quizá no podría ser de otra manera a causa de su naturaleza esquizoide. Como sabemos, la preocupación por las noticias falsas ...

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El anuncio sobre la regulación de los medios ha sido tan aparatoso como inconcreto. Quizá no podría ser de otra manera a causa de su naturaleza esquizoide. Como sabemos, la preocupación por las noticias falsas la han generado las noticias verdaderas sobre la esposa del presidente del Gobierno.

Pedro Sánchez apeló a la EMFA, el Reglamento Europeo sobre la Libertad de los Medios de Comunicación, y sus cuatro principios rectores: transparencia, independencia, pluralismo y protección. Las contradicciones entre esos principios y la realidad son evidentes: la EMFA está pensada para evitar cosas que el Gobierno hace o anuncia.

El reglamento busca que haya mayor transparencia en la estructura de propiedad de los medios y el dinero público que reciben. El Confidencial tardó años en obtener información sobre el destino de la publicidad gubernamental en España (y cinco ministerios y dos organismos oficiales todavía se niegan a proporcionar los datos). El reglamento pretende proteger a los periodistas y fomentar la independencia de los medios públicos: en España dirige la Agencia EFE el exsecretario de Estado de Comunicación, preside RTVE una militante del PSOE (dejó el carnet el día del nombramiento) y algunos presentadores lanzan mítines progubernamentales con regularidad.

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El reparto de propaganda institucional y el sesgo de las televisiones públicas no son mejores a nivel autonómico. Ahí el Gobierno puede encontrarse otro problema: una cosa es cargar contra las políticas de la Comunidad de Madrid, y otra contra las de otras comunidades, como Cataluña o el País Vasco.

Hay, además, obstáculos técnicos y filosóficos. ¿Es un bulo decir que el fiscal general del Estado está investigado por desmontar un bulo, en vez de decir que es por revelación de secretos? ¿Es un bulo decir que España es el segundo país del mundo con más desaparecidos después de Camboya (o Birmania)? Lo tendría que establecer un comité de expertos, pero sabemos desde la pandemia que el comité no existe: es solo una máscara de la arbitrariedad.

El Gobierno lleva meses atacando a medios para desacreditar informaciones desfavorables. Ayer, el presidente dijo que los bulos son responsables de que el 18% de la población crea que la economía española está en crisis: el pluralismo termina en las opiniones que no nos gustan. Acusó a la oposición de comprar tabloides y líneas editoriales, y prometió 100 millones de los fondos europeos para ayudar a la digitalización de los medios.

Cuida la libertad y la verdad se cuidará a sí misma, decía Richard Rorty. La máxima parece ingenua, pero es mejor que cualquier alternativa y menos naíf que confiar en las buenas intenciones del poder. Eso requiere un soborno.

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