La vigencia de la revolución del goce

En un mundo donde las mujeres han sido juzgadas por manifestar sus deseos, el feminismo del goce llegó para reivindicar el disfrute y hacerle frente a la violencia

Luciana Peker durante el taller ‘Narraciones del goce' el 1 de julio en Bogotá.Cortesía de la Fundación Gabo

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Las comunidades afrocolombianas han acuñado el concepto de ‘vivir sabroso’ como una filosofía de contrapeso a las políticas del desarrollo neoliberal. La práctica del buen vivir y del vivir sabroso son una forma de resistencia ante el racismo. Una referencia análoga — quizá bebiendo de las reflexiones de los feminismos negros del siglo pasado — ha ido en auge, en particular, en los movimientos de mujeres de Latinoamérica.

Luciana Peker (49 años, Argentina) es una de sus autoras más prolíficas. Su libro Putita Golosa (2018) sentó bases para profundizar en la urgencia y la vigencia de luchar por un feminismo del goce. Peker, con una carrera de más de dos décadas cubriendo temas de género en diferentes medios de la región, plantea que defender el derecho al goce es una herramienta poderosa para subvertir el machismo. “Es necesario terminar con la violencia para poder gozar y a la vez es muy importante reivindicar el goce para luchar contra la violencia”, explica en diálogo con Americanas.

En su último libro, Sexteame, amor y sexo en la era de las mujeres deseantes (2020), continúa esa exploración del sabernos gozosas y en cómo el deseo ha sido un motor movilizante para las mujeres. Además, trae al debate feminista un concepto que ni siquiera la Real Academia de la Lengua ha considerado y por el que los sectores de la ultraderecha la han criticado: la palabra deseantes. Sí, las mujeres como sujetas activas de su placer. “No importa qué desean: si ser madres o nunca serlo, si cocinar budines o jamás ir a las hornallas, si ser presidentas o boicotear las líneas aéreas, si besarse entre ellas o ser elles... Lo que jode es el deseo. Las mujeres deseantes dan miedo”, escribió.

Y es que irse de frente contra los mandatos sociales no es una tarea fácil para quienes por años se les ha impuesto la culpa por manifestar qué quieren y cómo lo quieren en los diferentes ámbitos de la vida. “Cuando nos podíamos quitar ciertas culpas, llegaron otras. La culpa se ha reinventado”. Un fénomeno que no es nuevo, pues como han afirmado muchas activistas, en los países donde el aborto se despenaliza en lo legal, tardó varios años más en despenalizarse en lo social.

Y cuando por fin y, con esfuerzo, se ha ido desnaturalizando el acoso callejero, apareció el acoso en redes sociales. Pero la culpa no viene sola. La autora se refiere a que muchas veces le acompaña la venganza de los varones que temen perder la hegemonía del placer y el poder. En Sexteame, la periodista expone cómo esas disputas han sido semillas para el nacimiento de nuevas violencias contra las mujeres o disidencias sexuales, ejemplo de ello es la creciente violencia de género digital. Cuando las mujeres aprendimos a disfrutar de nuestros cuerpos, nació la ‘pornovenganza’ o se ha usado la inteligencia artificial como un arma más en nuestra contra.

La oleada de la violencia digital de género ha sido tal que en algunos países de Latinoamérica como Colombia, donde la Corte Constitucional llamó a legislar sobre el tema, o en México, donde se impulsó la ‘Ley Olimpia’, se ha buscado convertirlo en delito. Afrentas que demuestran que lo que molesta es la autonomía de las mujeres sobre sus cuerpos, pero también que la revolución del placer se hace es medular en la lucha por la abolición del sistema patriarcal, o en palabras de Peker: “El feminismo volteó la idea pijocéntrica [falocéntrica] del amor y del deseo. Y no queremos pegarla con la gotita, sino rearmar un juego nuevo”.

El goce para las nuevas generaciones

“Pensar interseccionalmente es pensar obligatoriamente en la fiesta de las mujeres jóvenes y sus cuidados”, explicaba Peker en el taller Narrativas del goce, que dictó hace unas semanas en Bogotá en el marco de la undécima edición del Festival Gabo. Una alusión a las nuevas generaciones de feministas que no es casualidad en su obra y que se amplía en su libro La Revolución de las Hijas (2019). Este título se volvió consigna en Argentina en medio de la llamada ‘marea verde’, impulsada de forma particular por las más jóvenes, y que logró la legalización parcial de la interrupción voluntaria del embarazo en ese país.

Entre las cientos de jóvenes que se amarraron el pañuelo verde en su mochila del colegio estuvo Uma, hija de la periodista. Precisamente a ella y a su generación le dedicó el escrito, que no solo habla del derecho al aborto, sino que está lleno de testimonios intergeneracionales que se entrelazan. Y dan cuenta de la poderosa pugna que vienen librando las niñas y adolescentes contra el acoso sexual en los colegios, una batalla que se ha replicado a lo largo de América Latina.

Peker también apunta a que fortalecer esa conciencia de la libertad del deseo ha llevado a que la sexualidad de las diversidades sexuales y las mujeres jóvenes sea más fluida. No en vano, en ciudades como Bogotá, eventos como la más reciente marcha del orgullo ‘LGBTIQ+’ fue la más multitudinaria en cuarenta años de historia. Una generación que ha dado pasos claves, pero que le debe mucho a la obra de la escritora de La Revolución de las Hijas, muchas que como ella han dicho en voz alta lo que históricamente mujeres querían decir o, al menos, han hecho eco de esas voces invisibilizadas.

Porque allí, en el periodismo, el goce también es motor de creación. Otras escritoras como María del Mar Ramón o Tamara Tenenbaum han enriquecido otras formas de representar el feminismo del goce y han demostrado que esas otras narrativas son posibles y necesarias. Y es que, como sin titubeos cerró su taller en Bogotá la periodista argentina: “La palabra es transformadora y dinámica. Nuestra pelea también busca la acción, el goce y la poesía”.

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⚽ Y para terminar, una mujer a seguir: Marta Vieira da Silva

Marta Vieira en un partido con Brasil.Getty

Por Lorena Arroyo

La futbolista brasileña Marta Vieira da Silva (37) juega estos días el sexto Mundial de su vida en Australia y Nueva Zelanda. Y, como le sucedió a Leo Messi (36) el año pasado en Qatar, se enfrenta por la edad a su última oportunidad de conquistar un trofeo que hasta ahora se le ha resistido. Como el argentino, la número 10 de Brasil ha conseguido todo en el fútbol femenino: entre otras cosas ha sido elegida seis veces como la mejor jugadora del mundo y es la mujer que más goles ha anotado en Mundiales (17), pero todavía no ha podido levantar la Copa.

Más allá de esa potencial gesta deportiva, Marta siempre será un referente mundial en el fútbol femenino por ser una pionera de este deporte al que las mujeres tuvieron prohibido jugar por ley en Brasil entre 1941 y 1979. Cuando la delantera brasileña era pequeña ya no estaba vetado, pero seguía habiendo un estigma enorme para quienes lo practicaban, especialmente en lugares pequeños y alejados de las grandes ciudades, como Dois Riachos, la pequeña ciudad del noreste de Brasil en la que creció.

Antes de viajar a Australia, Marta escribió un artículo en The Players’ Tribune titulado A todas las niñas que aman este juego, en el que agradece a su madre por haberle apoyado siempre y permitirle hacer lo que amaba, independientemente de las críticas. También reflexiona sobre lo mucho que ha cambiado (para bien) este deporte en las dos décadas que lleva en la élite. “No hace mucho que nosotras, las que amamos el fútbol femenino, luchábamos para conseguir una estructura mejor. Ahora ya lo tenemos. Pedíamos más inversión. La tenemos. Pedíamos mayor exposición. También tenemos eso. Todavía hay un largo camino por recorrer, pero creo que quizás la gente no se da cuenta de cuánto avanzamos”, dice y destaca que, a diferencia de lo que sucedía cuando ella era pequeña, ahora las niñas tienen referentes de mujeres futbolistas a las que admirar.

“Aunque quiera ganar esta Copa más que nada en este mundo y esté ansiosa por dar cada gota de mi sudor para alcanzar ese objetivo, siendo muy honesta, antes de saber si vamos a conquistar esa primera estrella ya me siento grata por este momento y por todo lo que hemos hecho hasta ahora”, añade la brasileña. “Siento un orgullo inmenso al imaginar que tal vez existan niñas por ahí que me están viendo y que las pueda inspirar a alcanzar sus sueños. Eso significa mucho para mí. Vale más que cualquier título, medalla o trofeo que haya ganado. Ser alguien a quien las niñas puedan admirar, alguien que les muestre que sus sueños pueden hacerse realidad. Tener un impacto así, tener eso como legado. Eso para mí es todo con lo que puedo soñar”.


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