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A cambio de un alivio momentáneo, España revela una debilidad y desacredita a sus servicios de seguridad ante los ciudadanos y ante los servicios de inteligencia de sus aliados

Pedro Sánchez, y Margarita Robles, en un encuentro en el Palacio de El Pardo, en diciembre de 2019.JAVIER LIZON (AFP)

Las dos explicaciones más verosímiles de la gestión de la crisis de Pegasus por parte del Gobierno son la posibilidad de que la principal fuente de inspiración del Ejecutivo sea Miguel Gila y la vigencia de la tercera ley de la política que formuló el historiador británico Robert Conquest: la explicación más sencilla del funcionamiento de cualquier organización burocrática es pensar que está dirigi...

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Las dos explicaciones más verosímiles de la gestión de la crisis de Pegasus por parte del Gobierno son la posibilidad de que la principal fuente de inspiración del Ejecutivo sea Miguel Gila y la vigencia de la tercera ley de la política que formuló el historiador británico Robert Conquest: la explicación más sencilla del funcionamiento de cualquier organización burocrática es pensar que está dirigida por una camarilla de sus enemigos. No son excluyentes.

Una de las críticas a la actuación del Gobierno de Mariano Rajoy frente al independentismo señalaba la renuncia a disputar la batalla mediática en el exterior. Durante la deriva ilegal del procés mantuvo las cancillerías, que eran decisivas, pero no contrarrestó la voluntariosa y bien pagada actividad exterior secesionista. El Gobierno de Pedro Sánchez ha perfeccionado la estrategia: empezamos perdiendo la batalla interior, dando credibilidad a las campañas de propaganda indepes, o fingiendo que nos las creemos y que la impostada indignación de los socios es legítima. Tampoco habla bien de la prensa su capacidad de caer en estas emboscadas informativas: algo deberíamos haber aprendido tras años de impostura e intoxicación nacionalista.

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Las palabras sensatas de la ministra de Defensa resultaban incómodas, sobre todo porque revelaban la contradicción esencial de la alianza que sostiene el Gobierno. Para solucionar la crisis, la presidenta del Congreso cambió las normas a fin de introducir a Bildu y Esquerra en la comisión de secretos oficiales. Después, el Gobierno ha anunciado que Pedro Sánchez y Margarita Robles también fueron espiados, hace un año, por una infección externa. No era un CatalanGate, como titulaba con majestuosa neutralidad académica el Citizen Lab de la Universidad de Toronto su informe, dirigido por un activista investigado por su papel en el Tsunami Democràtic: era un SpanishGate. El fallo, asombrosamente descubierto un año después y desconcertantemente hecho público, pondría en peligro la continuidad de la directora del CNI. Sería difícil no ver en el caso una concesión a los socios independentistas: una concesión que nunca será satisfactoria, sino un incentivo para exigir nuevas reparaciones, porque así es como funcionan los chantajes. A cambio de un alivio momentáneo, España revela una debilidad, y desacredita a sus servicios de seguridad ante los ciudadanos y ante los servicios de inteligencia de sus aliados. @gascondaniel

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