Cayó Hernán… le toca a Adán
Adán tuvo que saber en qué andaba Hernán Bermúdez Requena, su policía y un operador del cártel Nueva Generación. Augusto dice que nunca supo. ¿Quién le cree?


Nueve semanas después llega la hora de la verdad para Adán Augusto López Hernández, líder de Morena en el Senado, exsecretario de Gobernación, exgobernador de Tabasco (2018-2021), amigo de Andrés Manuel López Obrador, rival de Claudia Sheinbaum.
A mediados de julio las palabras de un militar en Villahermosa, tierra de López Hernández y epicentro del obradorismo, pegaron de lleno en la reputación del legislador al señalar como delincuente al titular de Seguridad del sexenio anterior en Tabasco. Y este viernes en Paraguay se detuvo a ese sospechoso colaborador; o se puede decir al revés: cayó en esa nación sudamericana un exfuncionario de Adán Augusto considerado delincuente por morenistas, militares y policías.
Los tiempos del señor son perfectos, es una frase que a Adán Augusto le gusta decir. Hay que ver lo que Cronos ha hecho en solo dos meses con la reputación de López Hernández. Aunque, justo es decirlo, este escándalo se incubó, e intentó obviarse, por años.
De ser una imponente ficha obradorista en el Senado, a estar a la defensiva por un nombramiento inexplicable si se aplica la elemental lógica: Adán tuvo que saber en qué andaba Hernán Bermúdez Requena, su policía y un operador, dicen cables de la SEDENA, del cártel Nueva Generación. Augusto dice que nunca supo. ¿Quién le cree?
Este viernes en Paraguay ha caído Bermúdez Requena. Termina su fuga de siete meses. Inicia el compás de espera de trámites relativos a la repatriación de quien se fugó en febrero, huida que comenzó justo cuando el nuevo gobierno de Tabasco lo requería.
He ahí otro dato, el de su huida, de por qué resulta increíble la ignorancia de López Hernández sobre el pasado de quien en 2019 nombró jefe de la policía de Tabasco.
En Villahermosa todo se sabe. Poco se puede escapar al notario hijo de notario como Adán Augusto, expriista de la plenitud del pinche poder tricolor tabasqueño, excompañero en un gabinete estatal de Requena, experredista fogueado en la oposición, hermano del expresidente López Obrador.
Bermúdez Requena supo que iban por él en febrero porque el medio policiaco-judicial es lo suyo desde hace tres décadas, tiempo en que ha pasado por buena parte del aparato de seguridad y viceversa: en sus manos cayeron oficinas donde se supone se cuida a la gente.
De Hernán, que duró en el cargo hasta 2024 con el gobernador que Adán Augusto y Andrés Manuel dejaron en Tabasco, se habían oído malos pasos desde mucho antes de ser invitado a barrer con la delincuencia en el estado natal del último expresidente.
Bermúdez fue jefe de prisiones, director de seguridad cuando Adán Augusto era subsecretario en una administración priista, versiones periodísticas lo ligan con venta de droga al menudeo, entre otras cosas… qué podía salir mal si le entregaban la policía de Tabasco.
La irresponsabilidad política de López Hernández solo no la ve quien está dormido.
Su puesto en el Senado es insostenible. Dícese líder de la nutrida bancada capaz, junto con carroñeros aliados, que eso es lo que siempre será el Verde, de cambiar la Constitución. Sí, hasta hoy líder; empero, con autoridad muy comprometida por este escándalo.
México cumple veinte años de atestiguar tragedias por la violencia de eso llamado “la guerra contra el narco”, que no es otra cosa que el producto de la endémica debilidad institucional, policías corruptas e ineficientes, fuerzas armadas contaminadas de malos procedimientos y corrupción, y políticos omisos frente a, o cómplices de, criminales cada vez más voraces y sanguinarios.
Un saldo de esas dos décadas —donde el país ya no fue ese espacio con cárteles regionales, o bandas dedicadas prioritariamente a un solo delito, secuestro o robo, por decirlo en corto, sino escenario de mafias que van por todos los mercados— es una clase política que cree que puede poner al frente de la policía a criminales y no pagar por ello; y en este caso no solo seguir cobrando dieta en el Senado, sino operando para un futuro donde controlarían gobernadores o Morena mismo.
La presidenta Claudia Sheinbaum es conocida por su cabeza fría. Se puede conceder que tuvo razón, y astucia, si es verdad eso de que le sugirió a Adán Augusto aguantar la tormenta que se desató en julio cuando un militar dijo en radio con todas sus letras que el jefe de la policía nombrado por López Hernández tenía cuentas pendientes con la ley. La pregunta obvia es: si el policía es criminal, el gobernante que lo puso es ¿ingenuo?, ¿irresponsable?, ¿inepto?… ¿cómplice?

Si Adán Augusto no se hubiera aferrado al escaño y al fuero, si en vez de tragar humillación al presentarse en un cónclave morenista con los hombros gachos y la mirada al suelo entre mustios grititos de “no estás solo”, si hubiera declarado urbi et orbi lo que supo, sabe y lo que no… quizá habría retornado al escaño con hoja limpia. Si en vez de acusar complots y tiznaderas al menos hubiera ofrecido sinceras disculpas por su error, puesto su cargo a disposición y a él mismo a las preguntas de la prensa y las fiscalías... No lo hizo cuando pudo, hoy es un momento muy distinto.
Claudia Sheinbaum cruza el umbral de su primer año de gobierno firme en el cargo luego de desplegar temple al lidiar con Donald Trump y cuanta circunstancia le fue heredada, o se le ha presentado, mas con un mando cada vez más necesitado de señales contundentes.
Ese mando se vigoriza con su decisión de continuar las pesquisas contra marinos de alto nivel involucrados en huachicol fiscal. La presidenta muestra decisión para perseguir a los culpables del millonario contrabando, incluso si de momento su gobierno defiende mediáticamente al extitular de la Marina. Esta es la peor de las noticias para Adán Augusto, cuyo escándalo revive justo en la coyuntura del estupor que causa la mancha huachicolera en la Armada.
Sheinbaum tiene a mano a Adán Augusto para demostrar coherencia en cuanto a su promesa de que se han de investigar a fondo, tope donde tope y sin importar nombres los casos donde se presuman delitos o corrupción.
De Bermúdez Requena el sexenio pasado se publicaron, a partir de la filtración de Guacamaya Leakes, sospechas e indicios de que el mismísimo jefe policiaco nombrado por Adán Augusto era la cabecilla de un grupo criminal ligado a uno de los grandes cárteles del país.
Cuando esas filtraciones vieron la luz, López Obrador convocaba a su diestra a su secretario de Gobernación Adán Augusto López Hernández para reuniones de seguridad de cada mañana. Cuando la prensa reveló que los militares armaban organigramas con Hernán del lado de los malos, el titular de Segob y los de la Marina y la Defensa tomaban café mañanero mientras decían trabajar para controlar la espiral de la violencia. Y, por si hiciera falta decirlo, cuando en 2024 cambió el gobierno en Tabasco, el nuevo titular estatal expresó clarito que no nos hiciéramos, que todo dios sabía quién había encabezado a los malos, y ése no era otro que quien solo unos meses atrás seguía cobrando con uniforme e insignias de policía estatal. En el Senado, Adán Augusto ni chistó.
López Obrador una vez en una entrevista de 2018 declaró que coincidía con el entrevistador que le preguntaba que eso que Andrés Manuel llamaba transformación no podría ser si la inseguridad prevalecía durante su sexenio.
Desde que Sheinbaum asumió el gobierno en octubre las cifras de los homicidios van a la baja, en parte porque desde las oficinas de Omar García Harfuch se vigila y coordina a los estados. Para que esas estadísticas bajen más, qué mejor que la actual estrategia siga, ésa que pretende detener o inhibir a los “generadores de violencia”.
Lo anterior —las aprehensiones de la policía, la desarticulación de las bandas— tiene un complemento obligado. No se puede permitir la impunidad. Si hay castigos reales, más pronto o más tarde será creíble el mensaje gubernamental de cero impunidad que, a la postre, disuada a quienes quieran delinquir.
Hernán Bermúdez Requena cayó en Paraguay y desde su huida las sospechas que la prensa ha documentado de su actuar, y el de sus cómplices, se han acumulado. Ahora, es el turno de las fiscalías. Y es el momento de las responsabilidades políticas.
Adán Augusto no puede escapar a su destino. Debe una explicación creíble a sus paisanos, a todo México y a la justicia. Por qué nombró a ese personaje, y por qué desde Gobernación nunca promovió, a pesar de filtraciones, una pesquisa en contra de quien es considerado criminal.
Si el ex secretario Rafael Ojeda lo hizo, si fue a denunciar corrupción, si eso es lo que hoy Sheinbaum y el secretario de Seguridad García Harfuch le reconocen al almirante como su escudo ante las suspicacias, ¿qué hizo Adán Augusto López Hernández con lo que se sabía, o con lo que se publicaba, de su policía?
Transformación y Adán Augusto no riman. Hace nueve semanas que al juntar esas palabras la frase chirría. La presidenta, seguro, lo sabe.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
