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PARTIDO ACCIÓN NACIONAL
Columna
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El PAN y las navidades pasadas

Jorge Romero, diputado plurinominal con licencia y exalcalde de Benito Juárez, ha sido oficialmente designado sepulturero

Jorge Romero, nuevo presidente del PAN
Santiago Taboada y Jorge Romero dan una conferencia de prensa en la sede del PAN, en Ciudad de México, en 2024.Rogelio Morales Ponce (Cuartoscuro)
Vanessa Romero Rocha

Jorge Romero, diputado plurinominal con licencia y exalcalde de Benito Juárez, ha sido oficialmente designado sepulturero. Sonríe a las cámaras con pala y pico en mano. El voto del 80% —que suena mucho— de la mitad del padrón panista —que en realidad es poco— ha decidido que el abogado por la Escuela Libre de Derecho sea el último guardián del blanquiazul mausoleo.

—Tras el cierre de la jornada electoral y el conteo de los votos emitidos en las 1.347 mesas instaladas en todo el país, la planilla liderada por Jorge Romero Herrera ha logrado el porcentaje requerido para asumir la dirigencia nacional —anunció la comisión electoral panista el domingo pasado.

Ante ello, y con un entusiasmo desproporcionado para el tamaño de la victoria, Romero proclamó —¡El PAN no está derrotado! Derrotado está solo aquel que abandona la lucha.

Un ingenuo moribundo haciendo planes para la semana siguiente.

El PAN está muerto; eso para empezar. No cabe la menor duda al respecto. Sus dirigentes han firmado el acta de su entierro. El joven Romero también la ha rubricado. Quizás una visita guiada por los fantasmas de Cuento de Navidad —los mismos que atormentaron a Ebenezer Scrooge— nos ayudará a atestiguarlo.

El fantasma del pasado

Primero, el fantasma del pasado nos traslada a México a inicios del siglo. Aquel tiempo en que un personaje peculiar —con botas y sombrero— de nombre Vicente Fox capitalizaba las luchas y demandas populares en beneficio propio. Una traición a la esperanza de cambio que fue leal a la impunidad, los intereses corporativos y al Partido Revolucionario Institucional.

— El engaño no quedará impune —susurra el fantasma mientras nos guía al siguiente oscuro recuerdo.

Es 11 de diciembre de 2006. Felipe Calderón —el segundo presidente emergido del Partido Acción Nacional— declaraba la guerra contra los cárteles de la droga. ¿El objetivo? Legitimar su figura ante una fraudulenta victoria electoral ¿El pretexto? Que la droga no llegue a tus hijos. ¿El resultado? Más consumo, más violencia y la invasión del crimen a la estructura estatal. ¿El encargado? Genaro García Luna.

— Nunca sabremos que habría sido de México sin la improvisada guerra de Calderón —señala con tristeza el fantasma antes de desaparecer. —Para descubrirlo, necesitaríamos dos países idénticos: a uno se le aplicaría aquella absurda estrategia. El otro correría con mejor suerte.

El fantasma del presente

Abrimos los ojos de nuevo para encontrar de frente al segundo de los tres espíritus: el fantasma del presente. Es 2024 y somos bombardeados con imágenes de una realidad tan incómoda como reciente.

Una deshonrosa alianza del PAN con su histórico e impopular enemigo. Ramplón pragmatismo.

Una candidata presidencial —es un amable decir— derrotada en cada grupo de edad, nivel educativo y estrato. Un mapa nacional con apenas unos pocos destellos azules: Aguascalientes, Chihuahua, Guanajuato y Querétaro.

Un acuerdo político de coalición construido a base de trueques: seis notarias —ese lastre histórico que permanece intacto—, el instituto de transparencia de Coahuila, el veinte por ciento de su registro civil y oficinas de recaudación, la ratificación de un magistrado. El Estado reducido a moneda de cambio.

Un dirigente —la palabra es un exceso— incapaz de ofrecer un triunfo mínimo.

Un aspirante a la jefatura de gobierno capitalina marcado por su relación con el cartel inmobiliario. A esos últimos, Jorge Romero los conoce bien. Cómplices, se les llama.

El fantasma del futuro

El último de los espectros se nos aproxima despacio, solemne y silenciosamente. Vemos a la comisión electoral panista entregar la constancia de mayoría a Jorge Romero.

—¿Hay futuro para Acción Nacional? —cuestiona uno de nosotros.

No hay respuesta. El espectro señala hacia adelante con la mano y nos guía hasta un grupito de personas que conversa sobre el nuevo dirigente en voz baja.

—Es un corrupto: con él se sextuplicaron las irregularidades de construcción en la alcaldía que gobernó. Es parte del cartel inmobiliario —comento un enojado individuo.

—Él representa la política de los moches —señalo indignada una tal Margarita Zavala.

—Ese tipo es famoso por los casos de corrupción que constantemente revelan las empresas a quienes extorsiona. Dicen que él y su grupo se meten hasta 7 millones de pesos al mes —añadió el esposo de Margarita. Mexicano residente en España.

—Vaya, vaya, vaya. El PAN acabo siendo dirigido, ni más ni menos, que por el líder de “Los Ocean”. El grupo que fundó junto con el ahora convicto Christian Von Roehrich —apuntó otro participante.

—Ese señor se robó parte de los recursos para la reconstrucción después de que tembló —denunció un damnificado del 19 de septiembre de 2017. —De 898 millones de pesos que debieron emplearse en reconstruir, Romero y sus secuaces —dios los perdone— apenas destinaron un treinta por ciento (Reforma, 30 de abril 2018). Rapiña en tiempos de tragedia.

El PAN está muerto; eso para terminar. No cabe la menor duda. Al enfermo que pedía morfina le han propinado una buena puñalada. En un país donde la política electoral se ha reducido a un espectáculo de los buenos contra los malos, los panistas han optado por poner en su dirigencia al más malo de malolandia.

Vaya estocada.

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