Basura electoral
Estoy convencida de que son poquísimas personas a las que les parece una buena idea que sus calles se conviertan en el basurero de quienes pretenden gobernarlos y dicen buscar su bienestar
Caminando temprano hace algunos días por la colonia en que vivo me encontré a un par de vecinos cortando furiosamente pendones que un candidato local había decidido colgar en su cuadra durante la noche sin preguntar a nadie y en total desacato de la norma electoral. La semana anterior, me dijeron, habían hecho lo mismo con los pendones de su contrincante, que había tapizado la colonia, también de madrugada.
Horas más tarde, el montón de pendones arrancados por los vecinos seguía ahí. El camión de la basura, reportaban, les pedía “una lanita” para llevárselo. “Si no quieren”, dijeron los trabajadores, “llévenselo al candidato a ver qué hace con su porquería”. Para entonces, los vecinos no tenían ni ganas ni tiempo de llevar nada al candidato. La basura se quedó abandonada en una esquina algunos días hasta que seguramente alguien dio la lanita requerida al camión recolector o los trabajadores del camión decidieron recogerla, quién sabe.
No hay mediciones, sería bueno que las tan desacreditadas encuestas pudieran darnos una fotografía al respecto, pero estoy convencida de que, si las hay, son poquísimas personas a las que les parece una buena idea que sus calles, colonias y ciudades se conviertan en el basurero de quienes pretenden gobernarlos, dicen defender sus derechos y buscar su bienestar. Porque nada dice “quiero tu bienestar” como que en medio de la brutal crisis ambiental en la que está la ciudad de México, el país y el planeta alguien nos inunde de basura, ¿cierto? Tampoco nada dice “voy a cuidar tu dinero” como el absurdo gasto que significa la insustancial propaganda electoral.
Tal vez para algunos, dada la dimensión de los asuntos que están juego en las elecciones, la atención sobre el tema de la basura electoral no sea más que una de las irritantes preocupaciones woke que hoy pululan en el debate público. Y claro, no es lo más importante, ni lo más urgente o relevante de la agenda pública del país, pero sí probablemente lo más revelador de la absoluta falta de ideas, recursos creativos y conciencia de lo público por parte de los partidos y candidatos de las dos principales fuerzas políticas. El único que se ha buscado evitar la pendonitis aguda es Movimiento Ciudadano. El resto de los partidos han recurrido sin mayor empacho para promocionarse a la estrategia más arcaica y violatoria de la normativa que ellos mismos aprobaron en el pasado.
La organización ambientalista Greenpeace reveló en días pasados que el saldo que dejarán los partidos y sus candidatos – especialmente Morena y el PAN, seguidos del PRI, PRD, PT y Partido Verde – solo en la ciudad de México es de al menos 25 mil toneladas de basura electoral. Otros cálculos estiman que la cifra podría ser de hasta 40 mil toneladas. Para darnos una idea, de acuerdo con cálculos de la Universidad Iberoamericana, esto equivale aproximadamente a 4 veces la superficie del Bosque de Chapultepec o al peso de 1500 trolebuses.
El reclamo de organizaciones académicas y ambientalistas es que se hagan públicos los informes sobre propaganda electoral que tendrían que haber presentado los partidos y coaliciones a la autoridad. Estos informes obligan a los partidos a revelar los materiales utilizados en la producción de su propaganda, nombre y ubicación de proveedores contratados, plan de reciclaje y certificados de calidad de la resina usada en la producción impresa en plástico, un elemento importante para determinar la reciclabilidad de un pendón, por ejemplo.
La crisis climática en nuestras ciudades, golpeadas por sequía, mala calidad del aire, falta de agua, ondas de calor, inundaciones y fenómenos climáticos cada vez más extremos, obligará a todos ―más temprano que tarde― a modificar todas y cada una de nuestras actividades, incluida la actividad política y electoral. Los partidos que no lo hagan serán eventualmente castigados por una ciudadanía harta de verlos violar la ley y de pagar los costos de su irresponsabilidad ambiental.
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