A la oposición “defensora de la democracia” le urge una autocrítica. Jënmayjënpet
Los opositores dicen defender la democracia pero califican como antidemocráticos los resultados de ejercerla
La oposición se enfrenta a una contradicción, por un lado han emprendido una lucha por la democracia pero por otra se oponen férreamente al proyecto que el mismo sistema democrático les arrojó: hace seis años la mayoría de la población, en una “fiesta cívica”, como les encanta llamarla, decidió democrática y masivamente votar por el proyecto encabezado por López Obrador. Ahora, el respaldo a ese proyecto sigue siendo abrumador, los resultados de las elecciones de hace seis años y de las que se avecinan respaldarán mayoritariamente a la llamada Cuarta Transformación. La oposición dice defender la democracia pero califica como antidemocráticos los resultados de ejercer esa democracia.
Ahí tienen su democracia, la democracia liberal del modelo Estado-nación implica estas posibilidades, los resultados de elecciones democráticas pueden ser terribles, como se ha visto ya en muchos lugares del mundo, la democracia no es una entidad sagrada e impoluta, es un medio, es un sistema, es una forma de organización socio-política profundamente inmersa en los vaivenes y contradicciones de los grandes sistemas de opresión de las sociedades humanas. La democracia liberal como sistema de organización puede y debe estar sujeta a la crítica.
No importa que en una estación migratoria a cargo del Estado Mexicano hayan muerto quemados más de 40 personas, no importa el respaldo entusiasta a las fuerzas armadas por parte del poder ejecutivo, no importa que el jefe del Estado desde los micrófonos más escuchados del país descalifique y denoste a periodistas, a activistas, a defensores del territorio, a defensores de derechos humanos, a colectivos que buscan personas desaparecidas, no importa el ecocidio, las terribles consecuencias de los megaproyectos y el entusiasmo por los combustibles fósiles en medio de la emergencia climática, nada de eso y más importa, las elecciones en este sistema democrático seguirán respaldando el proyecto de la Cuarta Transformación. ¿Por qué? Porque aquello que la mayoría de la población encuentra en la oposición es algo peor.
En lugar de tratar de hacer una profunda autocrítica de por qué no tienen el respaldo de las mayorías que democráticamente elegirán a Claudia Sheinbaum como presidenta, trasladan la responsabilidad a otros e intentan dar cualquier explicación o justificarse como sea, todo menos hacer una profunda y sincera autocrítica. Nos dicen que proyectos como la Cuarta Transformación llegan al poder usando los mecanismos democráticos para luego ya en el poder destruirlos y así poder perpetuarse. Pero seamos sinceros, incluso pensando que el Instituto Nacional Electoral hubiera quedado tal como estaba y lo siguiera dirigiendo Lorenzo Córdova, los resultados de la siguiente elección no habrían cambiado, sabemos que incluso en ese escenario Xóchitl Gálvez no ganaría la presidencia.
Otros simpatizantes de la oposición como Pablo Majluf van a explicar el fracaso subiéndose a un banquito de superioridad moral para decir que las mayorías son brutas e ignorantes, que entonces la batalla que hay que dar es una “batalla moral” o “batalla cultural” (la misma frase que personas de ultra-derecha como el argentino Agustín Laje o el presidente Javier Milei repiten una y otra vez); para muchos hay que re-educar a las masas para que entiendan bien lo que es la democracia y sepan elegir adecuadamente. Están a un paso de defender, como en el Siglo XIX, la idea de que solo deben votar las personas ilustradas y educadas con cierto capital económico que sí saben lo que es mejor para el país, detrás de esto late una idea paradójicamente muy antidemocrática. Un mínimo ejercicio de autocrítica les haría ver que hacer esto es estratégicamente una muy mala idea, partir de un desprecio inicial por la mayoría de la población que apoya a la Cuarta Transformación no les granjeará su apoyo. Decir que las mayorías votan por Morena solo por los apoyos de programas sociales no explica el fenómeno en sí mismo; seamos serios, tanto el PAN como el PRI desplegaron también programas sociales y me consta que los utilizaron de manera clientelar una y otra vez para influir en las elecciones, pero eso no es suficiente por sí mismo.
Nadie debe sorprenderse pues por qué la oposición va a perder las elecciones presidenciales, se niegan a hacer la autocrítica que tanto les urge. No es que López Obrador haya destrozado las instituciones democráticas, aunque no las hubiera tocado ni con el pétalo de una rosa, Xóchitl Gálvez habría perdido la presidencia; no es que la mayoría de los votantes sean ignorantes y poco ilustrados, es la oposición, son ustedes, PRI, PAN, PRD, la mayoría los considera la peor opción, es un hecho. Tómense un momento, o un sexenio si gustan, para reflexionar lo que han hecho mal para que esto sea así. Urge la autocrítica, podrían comenzar, sugiero, analizando la elección del color con el que visten sus marchas por la democracia.
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