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Feminismo
Tribuna
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El reguetón mexicano hecho por mujeres: el nuevo punk frente al conservadurismo sexual

En un país donde la violencia de género y la discriminación son una realidad cotidiana, el reguetón representa una oportunidad única para desafiar las normas y lograr la emancipación sexual

Dos jóvenes bailan una fiesta en un pequeño bar de Ciudad de México.
Dos jóvenes bailan una fiesta en un pequeño bar de Ciudad de México.Adriana Kong

En el vasto y colorido panorama de la música urbana en México, el reguetón emerge como un ritmo vibrante que no solo hace bailar a todos con su pegajoso ritmo, sino que también desafía las normas establecidas, especialmente para las mujeres. Pero ¿puede realmente el reguetón, un género frecuentemente criticado por su objetificación de la mujer, ser un aliado en la búsqueda de la emancipación sexual femenina? Podría enfocar mi análisis en la opinión de los hombres o de la sociedad en general, pero como feminista, me interesa la opinión de las feministas y de las mujeres que hacen reguetón.

Imagínense esto: una noche en la pista de baile, con luces de neón brillando y al ritmo pegajoso de “qué bonitos ojos tienes, quiero chuparte el pene” de la Bellakath, las mujeres toman las riendas de su propia sexualidad y bailan hasta el suelo, empoderadas, decididas, reinas de la noche, pero ¿a qué costo? Entre letras sexualmente explícitas y ritmos contagiosos, el reguetón mexicano presenta una dicotomía: por un lado, se celebra la expresión de la sexualidad femenina, pero por otro, se perpetúan narrativas que refuerzan la objetificación y la dominación masculina. ¿Es realmente un acto de emancipación o simplemente una ilusión de libertad dentro de un sistema patriarcal?

Katherinne Huerta, 'Bellakath', durante uno de sus conciertos en Ciudad de México en septiembre de 2022.
Katherinne Huerta, 'Bellakath', durante uno de sus conciertos en Ciudad de México en septiembre de 2022.Getty Images

Cantar con entusiasmo: “Estás bien rico, esos Calvin Klein yo te los quito, tú con los Jordan y yo perrito” es, en el sentido más literal de las palabras, una declaración de deseo sexual de una mujer adulta a un hombre adulto, deseo sexual sin coerción ni violencia de por medio, deseo sexual en el sentido más llano de la palabra. El sexo, la sexualidad humana, la satisfacción y el deseo son, además de necesidades humanas, derechos amparados en la libertad sexual. Entonces, ¿por qué genera tanto debate? ¿Porque la que lo expresa es una mujer de forma frontal?

Pero yéndonos del otro lado, que el Malilla cante “me gusta que todita te cabe en la boca”, estrictamente habla de que a un hombre adulto le gusta la habilidad de su pareja para el sexo oral. Lo importante es ¿en qué degrada a una mujer que su pareja sexual halague sus habilidades sexuales? ¿Son misóginas las letras del Malilla si la mayoría hablan de horizontalidad sexual onda “ella es mi diablita, yo soy su diablito”? ¿Lo misógino no sería más bien privar a las mujeres de goce sexual?

Para las voces más conservadoras dentro del feminismo, el reguetón mexicano es más que una simple forma de expresión artística: es una herramienta del patriarcado para mantener a las mujeres en un estado de sumisión y explotación. Para este feminismo, el reguetón está influenciado por “la industria del sexo” y las prácticas que, bajo el manto de la libertad sexual, perpetúan la degradación y la explotación femenina. La autora feminista Ana de Miguel, en su libro Neoliberalismo sexual, afirma que los productos culturales que “sexualizan” el cuerpo femenino no solo refuerzan los estereotipos de género, sino que también ejercen una presión incesante sobre las mujeres para que se ajusten a estos estándares, sumiéndolas en un ciclo interminable de cosificación y objetivación. Sostiene que estos productos culturales están impregnados de deseos y fantasías masculinas, refuerzan los roles de género tradicionales y mantienen a las mujeres en una posición de subordinación. Entonces ¿los productos culturales como el reguetón son “liberación sexual” o una nueva forma de sometimiento? Como filósofa, no me gustan las respuestas fáciles.

Ana de Miguel, como muchas otras críticas de lo que llaman “la industria del sexo”, parten de las premisas que conocemos como feminismo blanco hegemónico. Esta corriente sostiene que la opresión de las mujeres se origina en la base material que es el sexo, es decir, la vulva, y considerando al género como el mecanismo de opresión. Concluyen que las mujeres son oprimidas principalmente por su sexo y la imposición de roles de género desde la infancia. Por otro lado, los hombres son socializados en una masculinidad tóxica que los hace incapaces de no ejercer violencia, beneficiándose del sistema patriarcal incluso si intentan deconstruirse como antipatriarcales.

Como menciona Celia Amorós, una mala conceptualización conduce a una mala politización. El problema no radica en los genitales, la supuesta capacidad reproductiva o la vulva. Más bien, la raíz del problema yace en la interpretación que se le da a la diferencia biológica. Por lo tanto, el verdadero problema es la jerarquización, no el dato biológico en sí. No se trata de una cuestión de materialidad, sino de la interpretación ideológica de esa materialidad. Es decir, la opresión no tiene una base material, sino una estructura ideológica. Es fundamental recordar que un razonamiento erróneo conlleva a una politización igualmente errada. Y lo importante: una ideología se puede transformar.

Isabella lovestory durante una presentación  en una fiesta de neoperreo en un pequeño bar de Ciudad de México el día 02 de diciembre de 2022.
Isabella lovestory durante una presentación en una fiesta de neoperreo en un pequeño bar de Ciudad de México el día 02 de diciembre de 2022. Adriana Kong

El feminismo blanco hegemónico, que es el más popular, no tiene la verdad absoluta y sus premisas no son la verdad. En contraparte, tenemos los feminismos de color. Ambos tienen enfoques diferentes sobre la opresión de género. El feminismo blanco hegemónico argumenta que las mujeres y los hombres no son iguales debido a la socialización en roles de género que benefician a los hombres y someten a las mujeres a la violencia de género. Por otra parte, los feminismos de color sostienen que no existe un único sistema de opresión, que el género no es EL sistema de opresión, que existen varios sistemas de opresión como el racismo, el clasismo y el sexismo y que interactúan entre sí.

Algunas voces en el feminismo proponen incluso abandonar el término patriarcado en favor de ideas como “matriz de opresiones” o “relaciones patriarcales”. Estas perspectivas reconocen que la opresión no es un fenómeno monolítico, sino más bien una red interconectada de sistemas de dominación que se entrelazan de formas complejas. Dice la teórica feminista dominicana Ochy Curiel que las relaciones de poder son complicadas y no se pueden reducir a simples categorías binarias. Ella cuestiona la universalización que se ha hecho de este concepto, asumiendo que todos los hombres han sostenido relaciones de poder y que todas las mujeres son las víctimas.

Ochy sostiene que todos los hombres son machistas pero que no todos son patriarcas. Si no todos los hombres son patriarcas, entonces sí se pueden establecer relaciones horizontales en el ejercicio de la sexualidad. Entonces sí es posible que cuando el Bogueto canta: perreo ñera con ñero, deje implícita esa horizontalidad.

Entonces, ¿si el patriarcado no existe como forma universal de organización social y el género no es el único sistema de opresión ni el más importante para muchas mujeres? Entonces, ¿será que las mujeres sí podemos hablar abiertamente de nuestros deseos sexuales y perrear muy sucio sin el estigma de que somos tontas útiles al patriarcado? Es algo para reflexionar la visión tan simplista como la que ofrece el feminismo blanco hegemónico.

Afortunadamente, a lo largo de la historia, las mujeres han luchado por su emancipación dentro y, sobre todo, fuera de los feminismos. Entonces, vamos a escuchar a varias mujeres del reguetón mexicano sobre si es misógino y sexista o no.

Charly Gynn se presenta como una compositora, creativa, emprendedora, empresaria y artista, a quien le gusta denominarse “to-do-loga” debido a la variedad de roles que desempeña. Se destaca en el chanteo filoso, caracterizado por rimas punzantes y crudas que reflejan su lado agresivo formado por sus experiencias de vida. Su amor por la escritura la llevó al mundo de la música, especialmente al hip hop, donde descubrió la importancia de la escritura en este género. La desaprobación inicial de su familia por elegir la música como carrera puso a prueba su confianza en sí misma. En sus palabras: “Escribo de cómo se me antoja darme a un güey que conocí en una peda, o cómo yo misma me echo porras en el espejo y lucho contra mis inseguridades, y digo, mami: eres chingona, eres poderosa, estás mamacita”. Ante la pregunta de si hablar del deseo sexual es importante, ella responde: “Claro, claro, definitivamente es algo importante, porque así mucha gente puede sentirse identificada, y creo que el hecho de sentirte acompañado en un proceso es vital para tener una buena estabilidad de salud emocional”.

Gynn, además, encuentra en la música una forma de expresar sus pensamientos, sentimientos y experiencias, desafiando las normas y tabúes impuestos por una familia conservadora y una sociedad machista. Considera importante que las mujeres se expresen libremente en la música y valora el crecimiento de artistas femeninas que comparten sus vivencias y emociones.

Pero ¿considera ella que el reguetón sea misógino? A pesar de que reconoce la presencia de letras misóginas y sexistas en el reguetón, como en toda la música, Gynn destaca que el género en sí mismo no está intrínsecamente ligado a estos mensajes negativos. Y aclara que hay que saber diferenciar las letras explícitas ―”que es literal, sin ningún maquillaje, describir el acto sexual”―, del hecho de “degradar a otra persona, porque puede ser a mujer o parte de la comunidad LGBT”. Por el contrario, ve al reguetón como una forma de empoderamiento y emancipación, especialmente para las mujeres. Además, celebra el movimiento que ha fortalecido la cultura del reguetón en México, proporcionando una identidad musical que refleja las cosmovisiones del país, pues destaca el cambio en la percepción y la valoración del género en México en los últimos años.

Anteriormente, se tendía a idealizar a los artistas extranjeros, especialmente de Puerto Rico. Afirma que este género musical no solo entretiene, sino que también cumple una función importante de reafirmación identitaria y de unidad nacional. Y que además ha resignificado de forma potente palabras que antes eran un insulto como “chacal”, “gata” y “ñero”. Para Gynn, sus letras tienen el poder de impactar positivamente en la vida de otras personas, tanto en el ámbito personal como artístico. Busca dejar un mensaje que resuene con la gente y les ayude a superar sus desafíos diarios, contribuyendo así a un impacto positivo en la sociedad. “Sí, soy mujer, pero puedo chantear duro. Sí, soy dura, chanteo duro, pero también soy una morra vulnerable, que a veces se despierta con ganas de no querer ver al mundo. A mí el reguetón me ha empoderado desde el ámbito más personal, más vulnerable y más sensible de mi persona, como artista independientemente. Y si le sumas el reguetón al baile, creo que también es una herramienta muy poderosa”, finaliza.

En un contexto marcado por la necesidad de espacios seguros y de resistencia, surge en la ciudad de Guadalajara un proyecto musical que va más allá de la simple diversión. Gaterio, una iniciativa creada por Cachorra, DJ y cantante de reguetón y liderada por un colectivo de mujeres creativas conocido como Cyber Witches se ha convertido en un refugio para aquellos que buscan una experiencia musical diferente, libre de estereotipos y prejuicios. En palabras de una de las fundadoras del colectivo: “Queríamos ir más allá de las fiestas convencionales y crear un lugar donde la diversidad y la divergencia fueran celebradas”.

Cachorra (izquierda), reguetonera mexicana, en una imagen de sus redes sociales.
Cachorra (izquierda), reguetonera mexicana, en una imagen de sus redes sociales.Cachorra_Mx

Desde su primera edición hace apenas un año, Gaterio ha sido un éxito rotundo, atrayendo a una audiencia diversa y comprometida con la idea de crear un ambiente inclusivo y libre de discriminación. Con una programación que destaca a artistas emergentes y una cuidadosa selección de géneros musicales, el evento se ha ganado rápidamente la reputación de ser uno de los más vibrantes y emocionantes de la escena musical local. Pero Gaterio va más allá de ser simplemente una fiesta. Es un espacio de resistencia donde se desafían las normas impuestas sobre la sexualidad y la identidad de género. La música urbana, especialmente el reguetón, ha sido un vehículo poderoso para esta expresión de resistencia, permitiendo a las mujeres y disidencias explorar su sexualidad y reclamar su espacio en la escena musical. Sin embargo, Gaterio no está exento de desafíos. La búsqueda de lugares que estén alineados con los valores del colectivo y que garanticen la seguridad de los asistentes es una tarea constante.

Con su enfoque en la inclusión y la diversidad, este proyecto está cambiando la narrativa de lo que significa ser parte de la escena musical urbana en México. Gaterio se erige como un faro de esperanza y un recordatorio de que la música puede ser mucho más que entretenimiento: puede ser una fuerza para el cambio y la transformación social. Cachorra sostiene que las mujeres y disidencias que asisten a Gaterio no bailan sucio y ni se visten putonas para la mirada masculina, lo hacen para que otras les digan: “Eso mamona, qué perra”. Entonces considera que sentirte sexy es un acto de reconciliación contigo misma, sobre todo si no eres una belleza hegemónica.

Shimi La Malyka es una joven promesa del reguetón mexicano. Nació en Guatemala, pero fue criada en Tepito. Define su proyecto musical como diverso, en el que fusiona una amplia gama de ritmos. Cuenta los desafíos que enfrenta en su carrera, incluyendo bloqueos creativos y la falta de aceptación del público hacia su música, especialmente debido a que es mujer y lesbiana. Una mujer que habla sobre el deseo sexual que siente por otras mujeres. Señala que el problema no es tanto si el reguetón es misógino o no, porque en todos los géneros existe música sexista. Cree que el problema es la persistencia de prejuicios de género en la sociedad, especialmente en la industria musical. Considera la función social del reguetón y la música en general como una herramienta para desafiar patrones sociales y empoderar a las personas. Finalmente, expresa su deseo de crear un espacio para artistas emergentes llamado “La Mafia del Flow”, donde se celebre la diversidad y la creatividad desde el barrio.

Sarmientos es una artista que desafía los estereotipos y se posiciona como una representante de la diversidad sexual y del barrio. “Para mí, hacer música es dejar una huella de resistencia desde el barrio”, afirma. Originaria de un contexto donde las adversidades son parte del día a día, esta artista se enorgullece de representar a la comunidad LGBT+ y de desafiar las expectativas en un género musical que, según algunos, no es su lugar. “El arte es para todos, y todos podemos hacerlo desde nuestras propias vivencias y posibilidades”, enfatiza. Su música no solo es una expresión de su identidad, sino también un acto de resistencia contra un sistema que marginaliza a las personas por su orientación sexual y su procedencia. Aunque reconoce la presencia de letras misóginas y sexistas en el reguetón, Sarmientos ve al género como una forma de expresión legítima que puede ser utilizada para desafiar los estereotipos de género y empoderar a las mujeres y a la comunidad LGBT+.

Charly, Sarmientos, Cachorra y Shimi La Malyka consideran que, aunque sí existe el reguetón machista y misógino, la misoginia y el machismo no son exclusivos de esta música sino de la sociedad en general. Para ellas el reguetón es un espacio de gozo colectivo, de empoderamiento sexual, de creatividad, desarrollo personal. Pero, sobre todo de acompañamiento, de sentir que no estamos solas en la búsqueda de explorar nuestra sexualidad y sobrellevar nuestras inseguridades. Para Cachorra estos espacios, tanto la música como el perreo son importantes porque son una suerte de acompañamiento: “El acompañamiento salva vidas. La salud mental es importante. Vivir con frustraciones sexuales afecta la salud mental. Vivir con inseguridades sobre nuestro cuerpo afecta la salud mental. Cuidarnos es importante. ¿Quién lo va a hacer si no lo hacemos nosotras? Es fuertísimo. Es fuertísimo. Porque te tienes que estar echándote ánimos tú y levantándote tú. Con todo en contra. Es nadar contracorriente todo el perro tiempo. Pero ¿sabes qué? ESTO es la resistencia”.

En un país donde la violencia de género y la discriminación son una realidad cotidiana, el reguetón representa una oportunidad única para desafiar las normas sociales y lograr la emancipación sexual. Pero para lograr un cambio real, es importante que todos trabajemos juntos para crear un mundo donde todas las personas, independientemente de su género, orientación sexual o procedencia, puedan vivir libres de discriminación y violencia. ¿Entonces, el reguetón puede ser una herramienta de emancipación sexual femenina? Sí, pero también depende de cómo se utilice y de las personas que estén detrás de él. Como dice Shimi La Malyka, el problema no es tanto el género musical en sí, sino los prejuicios de género que persisten en la sociedad. Para crear un cambio real, debemos desafiar estos prejuicios y trabajar juntos para construir un mundo más inclusivo y equitativo para todos.

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