El arte de rogarle al PRI
Cada facción política ha escogido su forma de humillarse, irónicamente la implosión del PRI ha significado su empoderamiento
Hace unos meses se auguraba que el PRI desaparecería. De haber gobernado 14 Estados y detentar la presidencia en 2018, se estimaba que el partido tendría dos gubernaturas para el término del sexenio y nulas posibilidades de recobrar la presidencia. Su dirigente, Alito Moreno, era la cara del fracaso. En cuestión de meses su casa había sido cateada por presunto enriquecimiento ilícito, 15 exgobernadores pedían su renuncia y varios expresidentes del PRI publicaban misivas demandando la renovación del partido. Los días del PRI, se pensaba, estaban contados.
Hoy todo se ve distinto. La historia de la desaparición del PRI continúa vigente, pero ahora como un guion secundario, una película serie B. El guion principal se ha vuelto el juego político de cómo y quién se quedará con el poder que le queda al PRI. En esa nueva historia, de horario estelar, el PRI no es un fracasado saliendo por la puerta trasera, es un jugador valioso poniéndose a subasta.
El PRI todavía tiene mucho que ofrecer. El PRI obtuvo el 18% de la votación en 2021, tiene 69 diputados y 7 senadores. Es decir, el PRI es la tercera fuerza política más importante de México. Además, tiene dos millones de afiliados, lo que lo hace oficialmente el partido con más seguidores, y continúa siendo la opción predilecta de las verdaderas élites. De acuerdo con datos del Latinobarómetro, entre el top del 1% más rico de México, el 30% preferiría votar por el PRI (28% Morena y 11% PAN). Las élites mexicanas son priístas leales, pero de clóset.
Así se ha gestado un nuevo deporte nacional: rogarle al PRI. Un arte que se juega desde distintas trincheras.
En la esquina más humillante está el rol que juega el “Sí por México”, una organización que se ha dedicado a presionar al PAN para que se una al PRI pues consideran es la única alternativa para derrotar al viejo PRI.
La estrategia se lee como un trabalenguas porque lo es. El “Sí por México” está inmerso en una desvergüenza conceptual donde le ruega al PAN que se una al PRI, para no ser el PRI. Recientemente el ruego se hace directo al PRI, por medio de desplegados pagados en prensa nacional, suplicándole que no les falle y que por favor vaya en coalición con el PAN.
Hay ruegos más elegantes: los disfrazados de reclamo. Ahí está el caso de Marko Cortés y Jesús Zambrado, líderes del PAN y PRD, quienes acusan al PRI de poner sus intereses personales por encima de cuidar una alianza con ellos. Amenazan con suspender su apoyo al PRI, pero la amenaza suena poco creíble cuando todos sabemos que ello condenaría a los dos partidos a ser una minoría en ambas cámaras.
Hay ruegos más maquiavélicos, sobre todo los que hace Morena. El más evidente es el que llamo de “embajada o garrote”. En estos ruegos, Morena le pide a miembros destacados del PRI su colaboración, a cambio de un puesto diplomático. El ruego no se percibe como tal porque se hace cuidadosamente. Morena lo plantea como una negociación magnánima desde su poder.
La realidad es que si Morena tuviera tanto poder podría prescindir de ser magnánimo con las altas figuras del PRI. El ruego es sofisticado y vedado, pero existe. Con estos ruegos maquiavélicos es como Quirino Ordáz, exgoberandor priista de Sinaloa, se instaló en la embajada de España y Claudia Pavlovich, de Sonora, en Barcelona.
Lo raro es que incluso organismos de la sociedad civil independiente han hecho propio el arte de rogarle al PRI. Tal es el caso del colectivo Seguridad sin guerra que ha fijado, como una de sus principales estrategias de influencia, mandarle cartas masivas al PRI para que vote de cierta forma. Se mandan cartas a todos los legisladores, pero se enfatiza la urgencia de convencer al PRI.
Finalmente, hay súplicas al PRI que son verdaderas amenazas. Nadie ejemplifica mejor esta forma de exhortación que la gobernadora de Campeche, Layda Sansores. A lo largo de varios meses, Layda ha difundido audios donde supuestamente se escucha la voz de Alito Moreno planeando delitos de cuello blanco. Los audios, difundidos en un colorido programa en línea, casualmente dejan de ser expuestos cuando el PRI colabora con Morena en el Congreso. Esta súplica al PRI tiene abiertos tintes de extorsión.
El que el arte de rogarle al PRI se haya consolidado como la principal forma de hacer política en México muestra la debilidad con la que se conciben nuestros actores políticos.
El líder del PAN está convencido de que sin el PRI no ganará nada. Una convicción muy debatible pues, de hecho, en los únicos estados en los que la alianza PRI-PAN-PRD ha sido efectiva es en lugares previamente gobernados por el PAN. La fuerza de esa alianza bien pudiera ser el PAN, pero el PAN no piensa lo mismo.
Por su parte, el “Sí por México” está convencido de que no tiene tiempo (o ganas) de crear un partido. Una convicción debatible por derrotista. Si hubieran dedicado los últimos cuatro años a crear una alternativa política, en vez de rogarle al PRI, probablemente estarían mejor parados.
La sociedad civil independiente también ha claudicado de convencer al público y prefiere intentar convencer al PRI. En temas como la militarización, donde la postura de la sociedad civil es francamente minoritaria, ésta ha preferido influenciar al PRI que hacer el arduo y largo trabajo de convencer al público extenso. Entiendo esta postura porque se juega contrarreloj.
Por las razones que sean, irónicamente la implosión del PRI ha significado su empoderamiento. El cadáver del PRI es demasiado apetitoso y tiene partes vivas. Los zopilotes están hambrientos y tienen partes muertas. Este cóctel es terrible para México, pero perfecto para sus actores políticos. Quien se hubiera imaginado que la muerte del PRI le daría una nueva vida.
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