Julián Herbert: “El fracaso de la oposición es no darse cuenta de que hay un descontento más allá del suyo”
El escritor aborda la actualidad mexicana, su malestar con la política cultural y su descontento con todas las opciones electorales
Julián Herbert (Acapulco, 53 años) nació en la costa al sur de México, pero desde muy joven emigró al norte. Hoy es una referencia de la cultura desde aquella desértica zona. Cuesta trabajo definirle. Se le conoce sobre todo como novelista, poeta, ensayista, promotor cultural. Y también como cantante. En redes sociales se le ha podido ver estos días arriba de un escenario acompañado de su banda, Los Tigres de Borges. En esta conversación con EL PAÍS aborda la encrespada actualidad mexicana, una realidad que Herbert conoce bien porque la ha recogido en sus libros. Quizá la que mejor lo ejemplifica es Canción de tumba (Random House) una referencia de la autoficción en México.
P. ¿Qué tanto está pesando en estas elecciones la famosa rivalidad entre norte y sur?
R. El discurso de la polarización ha existido históricamente, lo que hace López Obrador es aprovecharse un poco de esa tensión. Hay muchos prejuicios del norteño acerca del sur y viceversa, pero creo que en la práctica todo se va renegociando. Por ejemplo, algunos de los acuerdos de Morena han pasado a través de una figura política coahuilense, Rubén Moreira, o la famosa confrontación con el gobernador de Nuevo León [Samuel García]. La hay en el discurso, pero no la hay en la práctica. La verdad es que de algún modo eso se vuelve un territorio cómodo para la clase política. A mí me preocupa más la polarización del discurso entre la oposición y el Gobierno Federal. Eso es cómodo para la clase política y desastroso para la sociedad, porque las participaciones federales efectivamente no llegan o llegan de manera muy discrecional.
P. ¿Se refiere a que gracias a esa polarización no llegan recursos a los Estados?
R. No es tanto que no lleguen los recursos, es que no llegan los acuerdos. En mi experiencia lo que se ha ido drenando de manera más característica es el proyecto de cultura en el país. Porque si al Gobierno Federal no le importa, las instancias estatales le pueden echar la culpa a ese Gobierno o a la pandemia, y así apagar todo. El resultado es que el proyecto de cultura está hecho pedazos más allá de quien sea la autoridad que gobierne a nivel Federal o Estatal.
P. ¿Es la ausencia de recursos lo que tiene en este estado a la cultura?
R. Yo no estoy tan seguro de que no haya recursos, creo que la lectura que se hace de que no hay recursos es errónea. Por supuesto que hay. El uso discrecional de esos recursos y una muy mala administración, más la ausencia absoluta de proyecto, es lo que nos tiene así. No existe un proyecto de cultura en el país y, eso sí, ha transminado el pensamiento de las entidades, la concepción regional sobre tener un proyecto de cultura. Un proyecto de cultura diverso que no involucre solo los presupuestos estatales, sino un concepto de país con respecto a la cultura y una relación con distintos sectores: la educación, las empresas. Eso es lo que creo que está completamente quebrado y que está rodeado, además, de esos sospechosísimos tan acendrados en esta administración.
P. Y dadas las condiciones, ¿se puede construir un proyecto de cultura?
R. Hay ciertos ámbitos que tomar en cuenta, uno es el presupuestario o el legislativo y el enfoque hacia dónde, a qué sectores de la población quieres conectar con el proyecto de cultura. Porque una de las grandes falacias es decir que la cultura es para todos. No digo que la cultura sea para un sector, sino que decir que la cultura es para todos es decir que la cultura es para nadie. El proyecto de cultura requiere de una segmentación de proyectos, y eso es lo que creo que no hay. Una visión de población abierta, como si hacer un proyecto de cultural para la zona rural, fuera lo mismo que hacerlo para Ciudad de México. Eso es no tener una perspectiva de lo que es un país.
P. ¿Esto siempre fue así?
R. Es algo que ha estado siempre presente o al menos durante los últimos 30 o 40 años . Estuvo con Echeverría y con López Portillo. Hubo un momento específico en que los contrapesos movieron la balanza hacia otras formas de discurso, no es que tuviéramos mejores gobernantes, es que había otros contrapesos. De algún modo, el pensamiento de la cultura y también el pensamiento de cómo se construye la democracia se movió.
P. ¿Esos contrapesos se acabaron durante este Gobierno?
R. Los contrapesos se han acabado en gran medida por la soberbia de la oposición. Esto para mí es importante como ciudadano. Y parece que la oposición, que representa Xóchitl Gálvez, lo que están esperando es que nos disculpemos por habernos equivocado en un sexenio después de haberse equivocado ellos durante tres. Yo, desde mi postura, veo este sexenio muy significativo de cómo funciona la clase política mexicana. López Obrador ha consumido mucha de la energía política en caprichos y en pequeñas guerras, y en eso se parecen mucho los cuatro sexenios que lleva el siglo XXI.
P. ¿Cuáles han sido esas guerras de López Obrador?
R. Es muy exasperante el negacionismo del presidente. Un negacionismo frente a la violencia, frente al funcionamiento de ciertas estructuras básicas de convivencia, como la relación con el ámbito jurídico: o la relación con el ámbito productivo y esta sensación de que cualquier desacuerdo es una enemistad. Es muy extraño para mí esta lectura de país en la que el presidente y su partido llevan todas las de ganar en la elección y al mismo tiempo hay señalamientos a la prensa, a medios internacionales, a ciudadanos comunes que cuestionamos al Gobierno. Si tienes toda esa fuerza y piensas que todas las críticas vienen de enemigos, es ilógico. La crítica forma parte de una sociedad más allá de la enemistad y el odio.
P. ¿Le gustan las candidatas?
R. Que vayamos a tener una presidenta mujer en México me parece muy relevante, es más relevante de lo que se dice en el discurso que lo presenta. Hay algo de fondo que se está moviendo en la mentalidad mexicana y lo que me parece interesante es que la polarización que hay ideológica está casi saltándose esa idea de que vamos a tener una presidenta. ¿Me gustan las candidatas? No, no me gusta ninguna de ellas como personajes de la política. La continuidad de Claudia Sheinbaum no le hace ningún bien al sector en el que yo vivo y me desenvuelvo que es el sector de la cultura. Me preocupa un montón el intento de desmantelar el ámbito jurídico del país. Xóchitl Gálvez es una figura que nunca terminó de consolidarse. Yo creo que el verdadero fracaso de esta oposición es no darse cuenta de que hay un descontento en el país que va más allá del suyo.
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