La captura de la agenda de la generación Z en México
Múltiples actores han hablado en nombre de la juventud mexicana escondiendo motivaciones partidistas o una agenda tendiente a la ultraderecha


La generación Z o centennial se ha vuelto en México un signo vacío en el que múltiples intereses han logrado colocar su agenda. Lo muestra la manifestación que se organizó el fin de semana pasado a título de la generación de jóvenes de menos de 28 años y que terminó en un violento choque con la policía en el Zócalo de Ciudad de México, la plaza pública de mayor relevancia política. Las crónicas de la movilización indican que un gran número de asistentes no pertenecían a ese grupo etario, sino en todo caso al de los millennials, aunque también hubo muchos adultos mayores con sus familias.
Las demandas de la protesta eran muy amplias —de la exigencia de justicia por el asesinato de Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, a la renuncia de la presidenta, Claudia Sheinbaum—, pero un denominador común unificó las voces: la descalificación hacia Morena, el partido en el Gobierno. Varios de los participantes en la marcha supuestamente centennial estuvieron en el pasado en las movilizaciones de la Marea Rosa, el correlato ciudadano que respaldó la candidatura presidencial de la opositora Xóchitl Gálvez en 2024. Un ejemplo de esta mezcolanza son Guadalupe Acosta Naranjo y Emilio Álvarez Icaza, de 61 y 60 años, dos políticos de oposición que marcharon entre las banderas de One Piece, el anime que desde las movilizaciones de Nepal ha dado rostro al despertar de la generación Z.
En esa pluralidad de intereses, se colaron expresiones de una ultraderecha intolerante. En redes circularon fotos de un asistente con medio rostro cubierto y que llevaba una playera que mostraba en el pecho una enorme esvástica. A la vez, en un edificio público, alguien escribió con aerosol un insulto antisemita contra Sheinbaum por su genealogía judía. Algunos portaban carteles machistas que hacían referencia directamente al cuerpo de la presidenta. Un botón de muestra de la misoginia que atravesaba la protesta, fotografiado en un cartel: “Yo ya no era machista, pero llegó Claudia”. Hay que añadir las consignas clasistas, reflejadas en las alusiones a la mandataria como “presirvienta”.
El duro enfrentamiento a las puertas de Palacio Nacional, que dejó decenas de heridos, en su mayoría agentes de la Policía capitalina, así como varios jóvenes detenidos, planteó de nuevo la cuestión de a quién sirve la violencia en protestas que nacen desde la resistencia pacífica. Desde el oficialismo leen que hay una intención oculta de replicar imágenes de caos parecidas a las de Nepal, donde un movimiento organizado a través de plataformas propiamente centennials se trasladó a las calles y logró tumbar a un Gobierno autoritario. La idea de que México es un “Estado fallido” —como se leía en otras pancartas— ha sido tomada por influencers ultraderechistas de Estados Unidos, que intentan pavimentar el camino para la ofensiva regional de la Administración de Donald Trump justificada en el combate a los carteles.
La presidenta Sheinbaum ha intentado deslegitimar la manifestación del fin de semana con el argumento de que detrás de ella hubo un cruce de intereses que exceden los de la generación Z. Una investigación del propio Gobierno señaló que la protesta fue impulsada por influencers, bots, divulgadores de la ultraderecha latinoamericana y grandes empresarios como Ricardo Salinas Pliego, convertido en uno de los mayores opositores de Morena y que coquetea con la idea de entrar en la arena de la disputa electoral. Esa campaña, según el Gobierno, ha costado 90 millones de pesos (4,8 millones de dólares).
Al final, la gran ausente de todo este manoseo es la propia generación Z. Y es urgente prestarle atención, más aún cuando se acumula la evidencia académica de que los hombres de ese sector se están volcando hacia posturas antidemocráticas y que cuestionan los derechos históricamente conseguidos mediante las luchas civiles y políticas. Para ellos, el agujero de conejo de los foros incels, donde se estimula el desprecio hacia las mujeres y hacia otros hombres, se está presentando como una peligrosa confirmación de sus prejuicios.
¿Qué quieren los jóvenes de México? La analista Viri Ríos señala que, según datos de Latinobarómetro, la generación Z de este país siente desconfianza hacia el Gobierno, pero a niveles bajos en comparación con otras naciones de la región. Los datos también muestran que los jóvenes mexicanos sienten una mayor afinidad al partido gobernante, lo que podría explicarse por la enorme inversión que ha hecho Morena en ayudas sociales dirigidas a ese sector. Los centennials mexicanos, continúa Ríos, también consideran que en el país está garantizada la libertad de expresión, la igualdad de género y la participación política. Su mayor preocupación es la falta de oportunidades en el entorno de la economía capitalista.
“La generación Z mexicana se distingue por ser menos contestataria de lo que muchos suponen”, observa Ríos. También parece ser menos reaccionaria. México ha sido históricamente un dique de contención al avance de la ultraderecha que atenaza al continente americano desde el norte y desde el sur. Se trata de una reserva de cultura política que aún da de sí para centrar políticas en la juventud y reducir, y definitivamente cambiar, la brecha de género que está orientando a ciertos jóvenes a la derecha antiderechos.
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