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Ramírez Bedolla, el gobernador al que se le incendió Michoacán en un mes

Llegó a la gubernatura como candidato suplente y en una elección opacada por la injerencia del crimen. El mandatario de Morena está hoy en el centro de la crisis michoacana

Ernesto Núñez

“Han sido cuatro años trepidantes”, decía en octubre con una amplia sonrisa el gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla, sin saber que las cosas en su Estado cambiarían completamente en un mes, después del asesinato de Bernardo Bravo, un líder limonero, y de Carlos Manzo, el alcalde independiente de Uruapan, quien fue ultimado a pesar de tener protección federal y estatal. El político morenista rebosaba optimismo en aquellos primeros días del mes pasado, después de presentar su cuarto informe de gobierno en medio de una vistosa campaña de propaganda titulada “Hoy Michoacán es mejor”.

Entrevistado en la televisión pública estatal, Ramírez Bedolla cantaba victoria por haber revertido la condición de “estado fallido” en la que recibió la Administración de manos del exgobernador perredista Silvano Aureoles. “Michoacán venía de un coctel de crisis: magisterial, financiera, de seguridad, ingobernabilidad, corrupción…”, decía con triunfalismo.

El gobernador presumía una disminución de 60% en homicidios dolosos, pues con Aureoles se cometían 270 al mes, y ahora “solamente 95 o 100”. Hablaba con soltura sobre inversiones, el final del conflicto magisterial, la reducción de la deuda y la construcción de escuelas y hospitales. Mostraba su orgullo por la construcción de los teleféricos de Morelia y Uruapan, una obra de 3.000 millones de pesos que había copiado a lo que Claudia Sheinbaum hizo en Ciudad de México.

Bastó un mes para que la realidad se impusiera sobre la propaganda, con tres asesinatos sensibles que han convertido a Michoacán en el foco rojo nacional y en un motivo de crisis para Sheinbaum, quien ha presentado un ambicioso plan de seguridad y justicia, que en los hechos es una intervención federal semejante a las que intentaron los expresidentes Felipe Calderón en 2007 y Enrique Peña Nieto en 2014.

El asesinato de Bernardo Bravo, ocurrido el 19 de octubre y el de Carlos Manzo, el 1 de noviembre, además del de Alejandro Torres Mora, sobrino del viejo líder de autodefensas Hipólito Mora, han dejado en claro que la extorsión y la violencia siguen presentes en Michoacán.

Lo había advertido la oposición el 25 de septiembre, cuando Ramírez Bedolla compareció ante el Congreso estatal para presentar su informe y escuchó al priista Guillermo Valencia Reyes advertirle: “los municipios claman por protección, seguridad y paz, y no hay que dejarlos solos. Hay una cifra trágica de alcaldes ejecutados en estos cuatro años”.

Si algo ha ensombrecido la Administración de Ramírez Bedolla es el asesinato de siete alcaldes: Enrique Velázquez, de Coatepec, y César Arturo Valencia, de Aguililla, en 2022; Guillermo Torres, de Churumuco, y Yolanda Sánchez, de Cotija, en 2024; Salvador Bastida, de Tacámbaro; Martha Laura Mendoza, de Tacámbaro, y Carlos Manzo, de Uruapan, en 2025.

“La violencia persiste, la extorsión asfixia y el miedo es rutina (..) Esa es la realidad que no aparece en el informe”, le espetó la diputada panista Ana Vanesa Caratachea, en un Congreso donde Morena gobierna casi sin contrapesos.

“Entiendo más sobre violencia de lo que creen”

Cuando era niño, Ramírez Bedolla fue víctima de la violencia que caracteriza a Michoacán, uno de los estados mexicanos a los que la Revolución no les hizo justicia. Con altos niveles de marginación, fue el principal expulsor de migrantes en el siglo XX, tierra de caciques, de cultivo de enervantes y de rutas de narcotráfico. En ese Michoacán bárbaro, a mediados de los años ochenta fue asesinado el padre del actual gobernador, quien era abogado y ganadero.

“Hace casi 40 años, en el mismo Uruapan, asesinaron a mi padre y mi madre valiente, que era dentista, nos sacó adelante. Entiendo más de lo que creen la huella de la violencia y lo difícil que es quedar huérfano a los diez años”, narró él mismo durante la presentación del Plan Michoacán, frente a la presidenta y el gabinete de seguridad, el pasado domingo.

Por eso, afirmó, el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, lo llevó a su pasado de violencia y orfandad, que miles de michoacanos comparten.

Ramírez Bedolla nació en 1976, en Morelia, y se formó como abogado en la Universidad Michoacana de San Nicolás. Atraído por el también michoacano Cuauhtémoc Cárdenas, inició su carrera política en 1997, cuando el líder moral del PRD buscaba la jefatura de Gobierno del Distrito Federal, la capital del país.

Bedolla ocupó cargos menores en el PRD capitalino hasta que, en 2001, llegó a una subdirección en la Tesorería, cuando Andrés Manuel López Obrador ganó la jefatura de Gobierno e invitó a Carlos Urzúa a ser su secretario de Finanzas y a Óscar Rosado, actual titular de la Condusef, como tesorero.

Su regreso a Michoacán ocurrió cinco años más tarde, en el último año del gobernador Lázaro Cárdenas Batel (2001-2007), el primogénito de Cuauhtémoc Cárdenas. El gobernador lo invitó a la Secretaría de Desarrollo Económico local, donde dos años después, en el mandato de Leonel Godoy, también del PRD, se convirtió en subsecretario para el desarrollo de micro y pequeñas empresas.

En 2011, al final del Gobierno de Godoy y después de que el PRI rompiera una racha de gobiernos de izquierdas con el triunfo de Fausto Vallejo, Bedolla fue nombrado presidente estatal del PRD. Meses más tarde renunció a la dirigencia y al partido y se unió en 2012 al Movimiento de Regeneración Nacional, que entonces buscaba su registro como partido político. Fue el responsable del proyecto económico en el Estado.

Su lealtad a López Obrador fue premiada en 2015, con la candidatura a la presidencia municipal de Morelia, la capital del Estado. Tras una campaña testimonial, Ramírez Bedolla quedó en octavo lugar, con apenas 11.000 votos. Fue derrotado por el expanista Alfonso Martínez Alcázar, quien compitió como independiente. El candidato del PRD en aquellos comicios era Raúl Morón, quien se iría a Morena años después. En esa elección, el PRD regresó a la gubernatura de la mano de Silvano Aureoles, pero sin la corriente de López Obrador.

Candidato sustituto

Ramírez Bedolla se convirtió en diputado local en 2018, el año en que AMLO conquistó la presidencia. En el Congreso local fue un severo crítico del gobernador Aureoles, a quien acusaba de ser un político en campaña y no un gobernador en funciones. Denunció su fracaso en seguridad y la quiebra de las finanzas estatales. Presentó además una controversia constitucional contra la aprobación de una deuda que, según sus cálculos, llegaba a casi 20.000 millones de pesos.

De cara al proceso electoral de 2021, Morena dejó en manos de una encuesta la elección de su candidato a gobernador en 2021. El experredista Raúl Morón ganó con más de 50% de las preferencias, mientras que Ramírez Bedolla apenas logró el 22% y debió conformarse con una nueva candidatura a la presidencia municipal de Morelia.

Morón, no obstante, violó las reglas de fiscalización. En marzo de 2021, el Instituto Nacional Electoral (INE) le canceló el registro como candidato y dio cinco días a Morena para nombrar un sustituto. Este fue Ramírez Bedolla, quien sólo tuvo un mes para hacer campaña y,sin embargo, ganó las elecciones del 6 de junio con una apretada ventaja de 50.000 votos y apenas 3% sobre su competidor Carlos Herrera Tello, el abanderado de la coalición PRD, PAN y PRI.

El triunfo de Ramírez Bedolla se vio opacado por la denuncia de la oposición, que llevó hasta el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) una solicitud de nulidad de los comicios por la violencia generalizada y la intervención del crimen organizado para beneficiar a Morena. El Tribunal confirmó el triunfo del morenista, pero anuló las casillas de cuatro municipios (Múgica, Gabriel Zamora, La Huacana y Nuevo Urecho) admitiendo que hubo intervención del crimen organizado, aunque no la consideró determinante en el resultado.

El gobernador inició su periodo con esa mácula, magnificada por la denuncia de los dirigentes de la oposición, que elevaron a la Organización de Estados Americanos la supuesta interferencia del narcotráfico en las elecciones en los estados de Michoacán y Sinaloa.

El morenista ha acumulado otros señalamientos, como su parentesco con su tía Anabel Bedolla Marín. Ésta fue esposa de Adalberto Fructuoso Comparán, un exalcalde perredista de Aguililla, que fue detenido en 2021 y extraditado a Estados Unidos acusado de ser parte de Los Viagra, uno de los grupos criminales que tienen presencia en la entidad.

Pese a todo, Ramírez Bedolla se convirtió en uno de los gobernadores consentidos de López Obrador y en un entusiasta promotor de la campaña de Claudia Sheinbaum. Una anécdota muestra su cercanía con la hoy presidenta: en enero de 2023, cuando la entonces jefa de Gobierno buscaba ser la abanderada presidencial de su partido, viajó a Morelia como parte de sus giras de promoción. Ese día, un tren del Metro chocó en la Línea 3, dejando una persona muerta y 106 heridas. Sheinbaum suspendió la visita y regresó a toda prisa a la capital. Lo hizo a bordo de un helicóptero facilitado por el gobernador michoacano.

La fortuna no le sonríe hoy a Ramírez Bedolla, quien fue echado a gritos del funeral de Carlos Manzo el 2 de noviembre, y a quien le ha surgido un movimiento social en su entidad que le reclama más atención a la seguridad, combate al crimen organizado y poner fin a las extorsiones. El movimiento toma las calles y los palacios municipales y ha convertido el sombrero del exalcalde de Uruapan en un símbolo de resistencia. En esa circunstancia es que ahora Claudia Sheinbaum sale en su auxilio.

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Sobre la firma

Ernesto Núñez
Es periodista en la redacción de EL PAÍS en Ciudad de México. Es licenciado en Comunicación por la UNAM y máster en periodismo de EL PAÍS-UAM. Antes trabajó en el diario Reforma y el portal Animal Político. Se especializa en política, elecciones y gobierno.
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