Una baticueva en Tlaxcala: la historia de la familia que albergó a más de mil murciélagos en su casa
La especie ‘leptonycteris yerbabuenae’ se mantuvo alrededor de dos meses en el sitio antes de seguir su camino en busca de néctar y se espera que regrese el siguiente año, según los especialistas


Cuando el señor Jorge Nocelo bajó al sótano de su casa en Natívitas, Tlaxcala (centro de México) en busca de la tapa de una olla, no esperaba encontrar inquilinos en su propiedad. Entre muñecas, carriolas y otros cacharros, ese espacio abierto sobre una cañada en el que su familia almacenaba todo aquello que ya no usaban regularmente, se había convertido en el nuevo hogar de cientos de murciélagos. Aunque al principio no los reconoció, bastó alumbrar un poco para distinguir a los pequeños quirópteros famosos por colgar boca abajo.
Enriqueta Nocelo, su hija de 19 años, cuenta que no se asustaron al verlos, pero sí se alarmaron por la cantidad. “Fue la preocupación de pues qué vamos a hacer, son hartos, y el dicho de que estos animalitos tienen rabia, que atacan y que pueden ser contagiosos”, detalla. Ante ese escenario, la familia pidió ayuda a Protección Civil para “ahuyentarlos”, pero no fue hasta que llevaron a cabo una visita al domicilio que las autoridades vislumbraron la magnitud de la situación. Según Queta, como prefiere que la llamen, en ese momento eran aproximadamente 1.000, pero alcanzaron los 2.000 ejemplares en algún punto.
Después de algunas llamadas, la ayuda llegó desde la Estación Científica La Malinche, ubicado en las faldas del volcán inactivo del mismo nombre y que pertenece al Centro Tlaxcala de Biología de la Conducta de la Universidad Autónoma de Tlaxcala. El doctor en Ciencias Biológicas de la Universidad Autónoma de México (UNAM) Jorge Ayala, que se ha dedicado más de 30 años al estudio de estos animales, acudió junto a su equipo a la casa de la familia Nocelo para comprobar que se trataba de la especie leptonycteris yerbabuenae, también conocida como murciélago magueyero menor.
El investigador explica que este tipo de quirópteros son migratorios y se alimentan principalmente de néctar. Además, resalta su singular papel como polinizadores: “El agave tequilero sólo existe por esta especie, es la única que poliniza el agave azul. Eso la convierte en una especie, digamos, importante económicamente hablando porque, gracias a ella, tenemos el tequila”. Aunque la familia Nocelo había pedido ayuda para sacar a los murciélagos de su propiedad, el científico les hizo una contrapropuesta. “La otra opción que yo les di era que los dejaran”, suelta, y agrega que, por la cantidad, hubiera sido muy difícil capturarlos a todos y era posible que muchos de ellos murieran en ese intento. “La idea era tapar las entradas al lugar donde se estaban quedando y que se fueran a otro lado, pero eso implicaba que los murciélagos buscaran otra casa por ahí cerca que les acomodara y era como un cuento de nunca acabar”, comenta.
El doctor Ayala le aclaró a la familia que, como esa especie era migratoria, no iban a quedarse ahí para siempre y que, al cabo de unas semanas, se irían. También les ofreció un taller en el que abordó la importancia de estos animales para el ecosistema y desmintió algunos de los mitos que existen alrededor de ellos. “Los murciélagos, más que ser enemigos de los humanos, son todo lo contrario, porque nos dan esto que llamamos servicios ambientales”, afirma, mientras explica que estos quirópteros funcionan como controladores de plagas y ayudan en la germinación de muchas semillas. Sobre la creencia de que chupan sangre, es claro: “En el mundo tenemos como 1.500 especies de murciélagos en total, y de ésas, sólo hay tres que se alimentan de sangre, o sea, menos del 1%”.
Al final, la familia aceptó la propuesta del investigador. Al respecto, Queta comparte: “Nosotros preferimos dejarlos así en su espacio, no molestarlos, y pues hasta que ellos se quisieran ir”. Pero cuando la noticia llegó a los oídos de los vecinos, las alarmas comenzaron a sonar a través de la desinformación. “Se asustaron. Empezaron a decir que ya teníamos rabia, que estábamos infectados de alguna enfermedad, que estos murciélagos pueden atacar a la gente y así, muchas cosas”, asegura Queta. Debido al revuelo, el científico y su equipo impartieron un taller junto a la municipalidad de Natívitas, a la que asistieron al menos 100 personas, para tumbar los mitos que rondaban en la comunidad.
Sobre la convivencia con los quirópteros, la joven explica que su familia evitó visitar la bodega, que se ubica junto a su casa, durante la estancia de los magueyeros. “Estos animalitos realmente se alteran mucho cuando ven a la gente. No atacan, pero sí se ponen nerviosos, empiezan a aletear mucho y a moverse de un lado a otro”, comenta. El investigador señala que los murciélagos, como cualquier otro animal, solamente atacan para protegerse: “Hasta los animales domésticos, si no son tuyos, hacen eso. Si tú los quieres agarrar, pues se van a defender porque no te conocen y no saben que no les vas a hacer un daño”. Además, descartó que representaran un peligro de contagio de rabia debido a la baja incidencia. “A ti te puede morder un murciélago y eso no te garantiza que te va a dar rabia”, agrega.
Un problema que se presentó durante la estadía de los animales en la casa de la familia Nocelo era el mal olor. Queta asegura que “era fuerte”, pero que “a los vecinos no les llegaba”. Para solventar este inconveniente, el equipo de la Estación La Malinche se comprometió a limpiar el lugar para disminuir la pestilencia que había. Según Ayala, esto se debía al excremento de los animales y a que los machos de esa especie tienen un parche en su dorso con un hedor particular para atraer a las hembras. Gracias a la coordinación con otras autoridades e instituciones, como el Zoológico del Altiplano de Tlaxcala, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) y la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), se llevaron a cabo dos limpiezas en la bodega en la que se hospedaban los murciélagos con la participación de alrededor 12 personas.
Aunque la primera de ellas se realizó en la noche, aprovechando que a esa hora el número de quirópteros era bajo porque salían a comer, para la segunda limpieza a principios de septiembre, los inquilinos de la familia Nocelo ya no se encontraban en ese espacio. Queta narra que se dieron cuenta de la salida de los animales porque una noche percibieron bastante ajetreo. “Escuchamos mucho aleteo, estaban como nerviosos. [Había] mucho ruido y movimiento”, describe. Y así, después de poco más de dos meses, los miles de murciélagos magueyeros que llegaron a la casa de la familia Nocelo en julio ya habían abandonado el que fue su hogar temporal.
La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA) otorgó hace unos días un reconocimiento a la familia Nocelo “por su manejo responsable y ético de una colonia de murciélagos”. Queta afirma que ella y su familia se sienten “agradecidos y felices de haber apoyado” y asegura: “Es muy grato poder ayudar un poco a nuestro ecosistema y aprender de una especie que muchos creen insignificante”. El doctor Ayala ha adelantado a EL PAÍS que la organización estadounidense Bat Conservation International también distinguirá la labor de la familia con un premio, aunque no ofreció más detalles.
La alucinante historia de la familia Nocelo podría tener una segunda parte el siguiente año. De acuerdo con el investigador del Centro Tlaxcala de Biología de la Conducta que asistió a la familia, es probable que los magueyeros vuelvan en 2026. “Ahí les gustó por alguna razón. Lo más seguro es que vayan a regresar a esa casa”, sostiene. Aunque Queta cuenta que su familia todavía no decide si los van a recibir de nuevo, tampoco lo descarta: “Estamos pensando si dejarlo así para que regresen o ya cerrar y que busquen algo alrededor”. Para Ayala, independientemente de lo que decida la familia, el resultado ya es positivo. “Los héroes son ellos porque fueron los que permitieron que se quedaran los murciélagos ahí”, concluye.
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