Es Adán, es Hernán… es Andrés
Si han de ser deslindadas las responsabilidades, es inescapable advertir que de cuanto pasó de 2018 a 2024 en Tabasco quien debe responder no es solo un chivo expiatorio


Si tras la fallida promesa lopezportillista de administrar la abundancia petrolera, el chivo expiatorio ideal en el siguiente sexenio fue Jorge Díaz Serrano, exdirector de Pemex y amigo de López Portillo; si Ernesto Zedillo encarceló al mismísimo hermano mayor de Carlos Salinas, la historia parecía adelantar que a Adán Augusto López no le esperaban los mejores días luego de la salida del poder de su paisano Andrés Manuel López Obrador. Pero la mala racha del hasta hoy líder morenista en el Senado está muy lejos de ser producto de una revancha. Tiene toda la pinta, en cambio, de destino inescapable para el grupo Tabasco.
En México, que alguien pise la cárcel genera la equívoca idea de que se hace justicia. El expedito retorno de Hernán Bermúdez Requena, entregado por Paraguay menos de una semana después de su arresto el viernes 12 de septiembre, da alivio al gobierno de Sheinbaum.
La presidenta gana mucho al lograr que el exjefe de la policía de Tabasco acusado de ser la cabeza de un grupo criminal esté en Almoloya de Juárez desde el jueves, es decir, en poder de su secretario de Seguridad Pública, Omar García Harfuch.
Claudia Sheinbaum puede presumir que Bermúdez comienza a pagar sus deudas. A nivel propaganda eso es muy explotable, aunque la realidad sea que hace falta un juicio sobre las graves acusaciones que enfrenta el exfuncionario de Adán Augusto López Hernández.
Lo que la presidenta suma en imagen de capacidad, y en control al refundir en un penal de máxima seguridad a quien en febrero se fugó cuando el gobierno de Tabasco le buscaba por secuestro, extorsión y asociación delictuosa, se le revertirá en presión a fin de que un juicio a Bermúdez no sea la granada cuyas esquirlas mutilen a algunas de las principales figuras del entorno de AMLO.
Porque en el caso de Bermúdez Requena está en juego mucho más que un tema de alcance estatal, e incluso regional si atienden las denuncias de que también ha de revisarse la operación del grupo criminal La Barredora, del que le hacen cabecilla, en Chiapas.
Y es que el tema ya no es por qué López Hernández, en su calidad de gobernador de Tabasco, nombró a Bermúdez Requena como jefe policiaco y cómo es posible que desconociera sus presuntos vínculos criminales, sino si se puede hablar de Hernán sin simbiosis con Adán.
Desde que en julio estalló el escándalo de la huida de Bermúdez, Adán Augusto esquiva cuestionamientos sobre la responsabilidad política de haber encargado la seguridad de Tabasco a quien se acusa de operar para el cartel Nueva Generación; y al correr de las semanas las dudas se hicieron más graves.
Inicialmente, López Hernández pasó de la estrategia del avestruz a decir que nunca supo de los malos pasos de Hernán. Dos meses después, lo único que ha crecido es la sombra de lo imposible de ese desconocimiento dada la cercanía que a ambos tabasqueños une.
Reportajes como el de Zedryk Raziel en EL PAÍS, quien este sábado recorre las andanzas de Adán y Hernán por décadas en la política tabasqueña, despojan de credibilidad la táctica negacionista del todavía senador por Morena.
Bermúdez Requena y López Hernández han tenido carreras paralelas. Juntos estuvieron en las alturas del gobierno del priista Manuel Gurría (1992-94), palmarés grupal que incluye al gobernador interino dejado por Adán Augusto cuando fue nombrado secretario de Gobernación.
En el llamado Edén tabasqueño la clase política es una sola; no solo ha sido barrida la opción panista, sino que PRI y PRD/Morena han sido a la vez uno y lo mismo: los segundos escisión de los primeros, y no hay forma de entender a ambos sin la confrontación de décadas, más propia de cacicazgos que de partidos políticos modernos.
Parte de esa lógica se trasladó a Palacio Nacional en 2018. Cuando López Obrador se convierte en titular del Ejecutivo federal, pone al frente de la inteligencia mexicana a Audomaro Martínez, general tabasqueño y quien en las tres campañas presidenciales fue su jefe de seguridad.
Andrés Manuel instaló un gabinete de seguridad que se reunía cada mañana para evaluar la agenda más acuciante para la sociedad. Además, involucró a las fuerzas armadas a la hora de imponer o vetar a candidatos a secretarías de seguridad estatales.
Bermúdez no pudo llegar a la titularidad de la seguridad tabasqueña con Adán Augusto sin pasar esos dos radares de las reuniones mañaneras.
Además, pocos como el general Audomaro saben de primera mano de la complejidad de la violencia tabasqueña: hablando de que en Tabasco son uno y lo mismo todos los del poder, Martínez fue al inicio del sexenio de Arturo Núñez (2012-18) y por dos años jefe de la seguridad pública.
Y ya en su rol federal, según Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, el Centro Nacional de Inteligencia, a cargo de Audomaro, tuvo tan pronto como enero de 2020 indicios de que el entorno de Bermúdez era sospechoso de huachicol, el delito que reúne dos de las promesas más jaleadas a López Obrador: acabar con la corrupción y proteger la riqueza energética.
Un año y medio después, al selecto grupo de trabajo de AMLO en Palacio llegaría Adán Augusto, en su calidad de titular de Gobernación. A pesar de nuevos reportes de inteligencia militar que lo mencionaban, Bermúdez Requena seguiría en su puesto hasta 2024.
Audomaro, Adán Augusto y Andrés Manuel, tres tabasqueños en el pináculo del esquema de seguridad nacional, no vieron o no quisieron ver que el impuesto por López Hernández como jefe de la seguridad era alguien más propio del uniforme carcelario que del policial.
En su primer careo con el juez, Hernán Bermúdez ha optado por el silencio. Nada raro, pues fue repatriado en contra de su voluntad; él habría preferido un largo juicio de extradición donde sus acusadores mostraran sus cartas.
Enjuiciar a Bermúdez pasa por exponer indicios, testimonios y evidencias de su colaboración con criminales. ¿Quiénes se beneficiaron a sabiendas de esa presunta alianza entre el jefe de la policía y un gran cártel mexicano?
Los cómplices del exjefe de la policía han comenzado a hablar. Según ha trascendido en la prensa, un colaborador de Hernán dice que los delincuentes pactaron no interferir en las elecciones donde Adán Augusto era amplio favorito y que terminó ganando con más de 61% de los votos. Meses después, Bermúdez llegó a un efímero primer cargo en la fiscalía tabasqueña, y de ahí en diciembre de 2019 a secretario de seguridad.
Sheinbaum no se frena al opinar sobre casos en manos de jueces o fiscales. Así lo hizo cuando jefa de Gobierno en su pugna con el fiscal de Morelos en un presunto feminicidio, así lo ha hecho como presidenta al expresar lo que la Suprema Corte debería o no tramitar.
Por tanto, no hay que esperar a que se materialice la petición de la Fiscalía General de la República, que ya manifestó interés en el caso de Bermúdez por el presunto crimen federal de delincuencia organizada, para concluir que lo que ocurra en ese juicio será del interés primario de Palacio Nacional así la denuncia haya surgido del gobierno de Tabasco, donde llevan cosa de un año manifestando que el crimen organizado en esa entidad tuvo en la policía no a un cómplice, sino a su verdadero jefe.
El quid es que la responsabilidad política, y de ser el caso la eventual responsabilidad legal, de haber nombrado y mantenido en el cargo de jefe de la policía de Tabasco a un presunto capo ya no es solo un asunto que concierne a Adán Augusto López Hernández.
El hoy senador tabasqueño es parte de un grupo donde Audomaro Martínez, jefe de la inteligencia el sexenio pasado, y en última instancia Andrés Manuel López Obrador, forjaron relaciones al menos durante un cuarto de siglo.
Al tiempo que Andrés Manuel llegaba por fin a la Presidencia de la República, su movimiento se hacía, ya sin las cargas de las cuotas a las tribus del PRD, de la gubernatura de Tabasco en la persona de Adán Augusto López Hernández.
Eran días de felicidad. Siete años después, decisiones que ese grupo tomó en Tabasco estallan como cuestionamiento sobre por qué desde Palacio Nacional se dejaba pasar señalamientos graves de lo que acontecía en la tierra, en el agua como dicen ellos, del expresidente.
Si han de ser deslindadas las responsabilidades, es inescapable advertir que de cuanto pasó de 2018 a 2024 en Tabasco quien debe responder no es, a la usanza de antes, solo un chivo expiatorio: de la inseguridad que padecieron y padecen las y los tabasqueños, deben explicaciones Hernán, Adán, Audomaro y, por tanto, Andrés.
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