Janet Martínez: “El racismo que viven las comunidades indígenas migra con ellos también”
Una de las fundadoras de la organización Comunidades Indígenas en Liderazgo (Cielo) cuenta la evolución de su trabajo en Estados Unidos tras una década de su creación


Para Janet Martínez, una mujer de 37 años que creó junto a su madre la organización Comunidades Indígenas en Liderazgo (Cielo) en Los Ángeles hace una década, lo más importante de su trabajo, pero también de su perspectiva de futuro y de vida, es crear comunidad. Dice que “nadie se salva solo”. Que primero la pandemia de la covid y luego las redadas de migrantes en Estados Unidos se lo han confirmado una y otra vez. Ella, junto con su madre, Odilia Romero, y varias decenas de personas de origen indígena en esa ciudad, preparan semanalmente unas 200 despensas de alimentos para las familias que lo necesitan —víctimas todas ellas de las detenciones de trabajadores y trabajadoras migrantes—, ofrecen servicios de traductores en lenguas indígenas en 27 de los 50 estados del país y, entre otras cosas, organizan reuniones mensuales para que los migrantes hablen de los efectos psicológicos y emocionales que enfrentan, donde las redadas y las políticas antiinmigrantes se han vuelto cada vez más violentas.
A Martínez le gusta tener siempre presente que su abuelo cruzó la frontera cuando tenía 35 años y que fue deportado unas tres veces. Dice que pensar en esas situaciones le hace recordar que a cualquier persona le puede tocar la suerte de ser arrancado de un país al que ha llegado en busca de una mejor vida. También tiene presente que una vez en territorio estadounidense, su abuelo tuvo una férrea determinación para las generaciones que nacerían y crecerían en ese nuevo país: todos tendrían educación universitaria.
El pueblo de San Bartolomé Zoogocho, ubicado en la sierra norte de Oaxaca, es el origen de su familia. “El idioma universal era el zapoteco”, escribió para este diario en 2021, Odilia Romero. Para Janet Martínez, que habla con la coherencia que demuestran sus acciones, la herencia del trabajo, la unión de la comunidad indígena oaxaqueña y esa red de apoyos que se ha creado desde Cielo, es un antídoto ante la desesperanza y el trauma que enfrentan los migrantes estos meses de terror.
Janet describe la situación que ella misma vive recientemente cuando da atención a algunas personas a través de Cielo: “Es muy duro, yo he hecho entrevistas con la gente que ha recibido el fondo para los que han sido afectados por las redadas, y lo que te dicen te parte el corazón. Una señora me comentó que ya no puedo ir a lavar su ropa con la misma confianza, por el miedo a no regresar a casa. Algo cotidiano como ir a recoger tus despensas o ir a trabajar, ya no es lo mismo en Los Ángeles. La gente tiene miedo de que lo rapten en las calles y no regresen con sus familiares, que no regresen a ver a sus hijos, a sus esposos. Y creo que eso es algo que ha cambiado totalmente el clima o el sentimiento de la ciudad”.
Habla de lo especialmente difícil que ha sido para ellos este año. Empezando con los devastadores incendios que azotaron la ciudad durante enero pasado, y luego la llegada de cada vez más redadas. “Es duro, pero también creo que mi familia, mi entorno familiar, me ha ayudado mucho a confrontar las cosas que hemos vivido, porque tengo un inmenso privilegio de decir que mi mamá, mi papá, mos abuelos tienen papeles. Entonces, cuando fuimos a las protestas [contra las redadas] no estábamos con tantos nervios, porque teníamos esa seguridad“, recuerda, aunque también asegura que poco después la situación se transformó con la llegada de la Guardia Nacional para contener las manifestaciones.
Janet es ya parte de la segunda generación de su familia que vive en Estados Unidos. Muestra orgullosa en su teléfono celular un artículo publicado en el medio local L.A. Taco escrito por su hija adolescente, Amelie Vélez, que trabaja como voluntaria en Cielo y del que ha hecho eco un medio oaxaqueño. “Me da mucho orgullo saber que hay tres generaciones de mujeres que están en Cielo, haciendo lucha para la comunidad migrante indígena en Los Ángeles”, dice.
Janet Martínez trata, junto con su familia y los colaboradores de Cielo, de llevar un poco de tranquilidad a las familias migrantes de Los Ángeles que han transformado sus vidas cotidianas y que se mantienen en un agotador y permanente estado de alerta. Habla con preocupación de aquellos latinos, sobre todo hombres, que votaron por el presidente Trump: “No podemos cubrir el sol con un dedo. Eso se vio en Los Ángeles, y yo creo que como comunidades indígenas, sabemos que hasta aquí, en México, el racismo que viven en las comunidades indígenas es algo que migra con ellos también, que migra con la comunidad latina. Entonces se vive la experiencia diferente de ser una mujer indígena, o un hombre indígena. Y por eso se crea a Cielo para encontrar nuevas formas de lidiar con los retos que se presentan”, concluye.
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