Julieta Gil, la artista que rescata la memoria de Ciudad de México
La creadora contemporánea inaugura en la galería Campeche de la capital la exposición ‘¿Quién mira a quienes miran?’, que define como “una especie de archivo” de una ciudad llena de tensiones y “fantasmas”
Las palmeras de Ciudad de México languidecen. Esta especie exótica para esta región del país fue introducida en la capital en los años 50 por un capricho del entonces presidente Miguel Alemán, quien hizo un viaje a Los Ángeles y quedó deslumbrando con la belleza de estas gigantes en los paseos de Beverly Hills. Alemán, que gobernaba un país que despegaba económicamente, quería emular la riqueza estadounidense y sembró la ciudad de palmeras, más de 15.000 hasta ahora. Pero la especie está en extinción y pronto quedarán en el imaginario chilango. La artista Julieta Gil se ha dado a la tarea de rescatar la memoria de un símbolo capitalino y en una exposición que inaugura este sábado presenta una obra que es un homenaje a esas plantas enormes que mueren poco a poco debido a una plaga. “Creo que muchas veces el archivo se trata de cosas muy estáticas”, dice Gil (Ciudad de México, 37 años), “pero qué pasa si empezamos a archivar el cambio, las transformaciones que sufre la ciudad”, cuestiona la creadora contemporánea.
La pieza que rinde tributo a las palmeras se titula Un collar monumental y forma parte de la exposición ¿Quién mira a quienes miran? que la galería Campeche, en la colonia Roma Sur de la capital, presenta desde este fin de semana para dar visibilidad a una artista que desde esa casa de arte afirman que “transita con una mirada crítica la ciudad que habita, en búsqueda de los rastros de quienes nombra testigos fantasma, víctimas del vaivén y el tiempo”. Para crear la pieza principal de esta exhibición, la artista recogió palmeras que han muerto y caen como peligrosos objetos sobre las calles de la ciudad, principalmente en los barrios acomodados, porque esas plantas siguen siendo un símbolo de poder y riqueza. “Investigué todo este tema de la plaga que las afecta y me interesó mucho trabajar con eso, pensar en cómo archivar ese cambio. La técnica para poder convertirla en una escultura de aluminio fue trabajar con arena el fragmento de palmera y después fundirlo. Es una especie de fosilización; me gusta pensarlo como un fósil de algo que ya no va a estar”, explica.
El arte de Gil surge de sus paseos y exploraciones de una ciudad en constante cambio. A ella le apasiona el porfiriato, esa época en la que el general del Ejército y político mexicano Porfirio Díaz ocupó la Presidencia durante 35 años. Un dictador que tenía otro capricho: modernizar la capital siguiendo un estilo afrancesado. Esa ciudad europeizada se ha transformado y las majestuosas casonas del estilo Art nouveau y Art Déco se han desplomado o han dado paso a edificios modernos. “Esta ciudad tiene una infinidad de historias para seguir indagando en ellas. Me encanta la exploración histórica del pasado, investigar y encontrar relaciones de esa época del porfiriato con la idea de construcción de la identidad de la nación y contrastarlas con el presente y ver qué herencia sigue vigente o qué hemos logrado cambiar”, argumenta la artista. “Esa es la tensión que no termina de apasionarme y seguiré observando”, afirma.
A Gil le genera asombro la forma en la que los chilangos conviven con su ciudad, lo que saben que está ahí pero no observan. Un ejemplo son las famosas estatuas de señores insignes que adornan el Paseo de la Reforma, la gran arteria que es el corazón de esta inmensa urbe. Gil tomó imágenes de esas estatuas y las intervino a través de una técnica de 3D, de tal forma que redujo esos monumentos a pequeños objetos, como soldaditos de plomo, figuras que pasan de “lo monumental a lo minúsculo”, dice la creadora, como si los estuviera deconstruyendo. Las piezas, que se titulan Toy Soldiers, las creó a partir de un material que llama liga blanca, una aleación de diferentes elementos similar al trabajo que se hace en la joyería. De hecho, para crear los pequeños objetos, la artista trabajó con un taller de joyeros. “Es una especie de archivo que apunta hacia el futuro”, dice Gil.
Su idea, afirma, es exponer el proceso de “cambio desde cómo percibimos esos objetos, sobre todo porque muchos son estáticos, como las palmeras, los monumentos y las estatuas. Creo que hay un cambio en la manera de cómo nos relacionamos con ellos y como otros procesos, como el cambio climático, los va desvaneciendo”, explica. Gil tuvo la oportunidad de entrar a edificios emblemáticos de la capital como el Palacio de Bellas Artes, en el centro de la ciudad. Subió a las azoteas de esas construcciones monumentales y las fotografió. Dos piezas de la exposición son producto de ese trabajo. “Me parece importante pensar en el detrás de las construcciones, porque solo vemos el frente. Hay una disonancia entre todo lo que no vemos y que sostiene lo que sí vemos. Son intenciones muy distintas y me gusta empezar a revelar estas otras vistas”, explica la también arquitecta sobre estas obras, tituladas Detrás del águila y Detrás de los rampantes.
La exposición está acompañada de un video titulado Memory Palace en el que Gil muestra una serie de 400 flores fotografiadas durante sus paseos y que fueron reunidas en archivos fotogramétricos para modelar la composición. “Me encanta caminar por la ciudad, observo y documento lo que veo. Me interesa dejar un registro de la tensión que genera la memoria colectiva. Los monumentos, por ejemplo, son testigos de todo lo que ocurre y para mi encierran las energías ocultas en la ciudad”, dice.
La creadora cuenta que su trabajo “es una forma de recuperar mis memorias, porque la memoria es maleable y es imposible mantener en la mente un registro exacto de las cosas. Para mí el tema urbano es el centro de mi interés, en la ciudad, el espacio público, cómo se construye la memoria en este espacio, desde lo que es impuesto por las instituciones, pero también cómo sus habitantes aportan a esa construcción”, afirma la artista contemporánea. Mucho de esta exposición “tiene que ver con pensar en todos estos fantasmas que habitan la ciudad y que son testigos de su transformación”, agrega. Fantasmas como las exóticas palmeras plantadas por capricho de Miguel Alemán y que dentro de poco solo quedarán en los recuerdos de los capitalinos. O en el arte de Julieta Gil.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.