La Sociedad Astronómica Nicolás Copérnico: de las aulas de un colegio en Oaxaca a las estrellas
Un grupo de jóvenes estudiantes apasionados por las ciencias, pero sobre todo por la astronomía, difunden a niños y niñas del Estado sus conocimientos, comparten sus tres telescopios y su amor por el cosmos
Hay tres telescopios repartidos por la plaza del centro de Oaxaca. Entre tanta bulla y gente atravesando la explanada y entrando a la imponente Catedral, esos aparatos podrían pasar desapercibidos, de no ser porque, cuando comienza a oscurecer, filas gigantescas de personas se congregan en torno a ellos. Aunque el espectáculo principal es la Feria Internacional del Libro del Estado, son esos instrumentos —extraños para unos y desconocidos para otros— los que más curiosidad causan. Las mentes brillantes, inquietas e ingeniosas detrás de ellos son una treintena de jóvenes estudiantes salidos de un Colegio de Bachilleres que hace una década crearon la que hoy se conoce como Sociedad Astronómica Nicolás Copérnico (SANC) y que nació con un nombre casi tan poético como las estrellas: Oaxaca, Corazón del Cielo Astral.
Emmanuel Pérez Matías (22 años, estudiante de Biología), Luis Eduardo Gutiérrez García (22 años, estudiante de Medicina) y Sebastián Dávila Pérez (25 años, ingeniero mecánico) llegan liderando un grupo grande de jóvenes como ellos. El pequeño ejército de estudiantes curiosos y decididos, los han elegido a ellos tres para que hablen en nombre de la SANC. Es el penúltimo día de la Feria y están exhaustos, pero no lo dicen, y tampoco parece molestarles. Vienen, desde hace ocho días, cada tarde, de distintos puntos de la Ciudad para colocar sus telescopios, esperar a que caiga la noche y comenzar con su rutina: colocarse en algunos puntos de la plaza, ordenar las filas de las personas que comienzan a acercarse y explicar lo que niños y grandes verán una vez que posen la vista en el cielo nocturno y nítido de la ciudad.
Hasta el momento de esta conversación es que pueden hacer un pequeño corte de caja y aseguran que unas 300 personas han mirado la luna, Saturno o Venus a través de sus telescopios cada noche, desde el primer día de la feria. “Seguro que por lo menos 1.500 en total”, dicen.
Este grupo de entre 25 y 30 estudiantes conforma una generación nueva que ha seguido los pasos de los fundadores de Oaxaca, Corazón del Cielo Astral (OCCA), en 2012, cuando otros como ellos y ellas, pertenecientes al Colegio de Bachilleres de Cuilápam de Guerrero —una población ubicada en los valles centrales del Estado— se juntaron para hacer divulgación científica y concentrarse en la pasión más grande que compartían: la astronomía. Pero el tiempo y sus vidas se transformaron y, aunque muchos de ellos todavía son partícipes del proyecto, sus carreras, familias y trabajos les han alejado de las actividades que hacen en esa entidad.
Por eso, en 2016, estos jóvenes retomaron el primer empuje y le dieron una segunda vida. “Somos un grupo interdisciplinario de biólogos, físicos, químicos, médicos y de todas las áreas, que nos dedicamos a divulgar la ciencia de manera gratuita. Algunos todavía somos estudiantes y otros ya terminaron la carrera, pero seguimos divulgando la ciencia porque es lo que nos gusta y más en Oaxaca, porque aquí hay un rezago educativo muy grande. Nos gusta inculcar la ciencia para que los niños, los jóvenes y los adultos se den cuenta de su importancia y también para que los más pequeños tengan inspiración y sepan que pueden en el futuro ser unos grandes profesionistas científicos o lo que quieran”, dice Eduardo Gutiérrez
Recibieron la invitación de la FILO a través de un correo electrónico y, cuentan, ha sido de las mejores cosas que les ha pasado. Emmanuel Pérez lo reafirma: “Fue algo bastante impactante, porque al menos en el Estado, la Feria Internacional del Libro siempre es un evento referente en la cultura, al menos aquí. En cuanto nos contactaron dimos seguimiento lo más pronto que pudimos y tratamos de ser los más puntuales”.
Son todos ellos jóvenes disciplinados y no dejan de mencionar que todo lo que han aprendido quieren devolvérselo a Oaxaca y a las nuevas generaciones. Sebastián Dávila insiste en que hacer divulgación científica es una forma de retribuir: “Queremos compartir todo esto con esas generaciones, incitarlas a que no se detengan y decirles que va a costar esfuerzos personales, a veces físicos y económicos, pero ese impulso por aprender más nos ha llevado a muchos lugares”.
No tienen recursos económicos, así que cada centavo que sale para sus actividades los ponen ellos mismos. A veces, alguna alcaldía o institución les provee de transporte o de algún alimento durante sus presentaciones. Por eso, además del esfuerzo personal y mental que cada uno hace, mencionan el esfuerzo económico. “En parte, porque no tenemos un financiamiento estable, no podemos desarrollar actividades de gran impacto por nuestra cuenta, por eso quedamos más a disposición de invitaciones de escuelas, municipios e instituciones, y, afortunadamente, son bastantes”, explica Emmanuel Pérez, quien, además, cuenta que la SANC hace talleres, conferencias, exposiciones y todo lo que sea requerido.
En una reflexión profunda, estos tres jóvenes enumeran todas las cosas que hacen que Oaxaca resalte en el mapa nacional: un Estado con una diversidad cultural imponente, con recursos naturales incomparables, y con una capacidad extraordinaria para aportar profesionistas de todas las ramas y así, dicen, se podrían combatir muchos problemas incluyendo el de los cientos de oaxaqueños que migran en busca de mejores oportunidades.
Para ellos, es imprescindible comunicarles “a quienes toman las decisiones” que la divulgación científica es una puerta de salida a algunas de esas dificultades. “Yo creo que el principal problema de nuestro Estado es que no se le ha dado el valor que tiene en cuestión del potencial para generar recurso humano. Oaxaca es uno de los más diversos en riqueza cultural, biológica, en todo eso somos muy afortunados. Sin embargo, actualmente no se le da el significado que merece y eso se traduce en que personas de comunidades que saben que tienen muchos recursos, una biodiversidad increíble, pues el sistema actual les dice que eso no sirve de nada. Y lo primero en lo que piensan es en abandonar su lugar de origen”, dice Pérez Matías.
Los integrantes de la SANC recuerdan sin titubear el primer telescopio que se construyó al interior de las aulas de aquel colegio oaxaqueño hace ya más de una década: estaba hecho con un tubo PVC —material con el que se construyen las tuberías— de color negro y aproximadamente un metro de largo; con espejos que llevaban los propios investigadores, con una montura muy rudimentaria y una pesa muy básica. “Y ahí sigue, ya está muy deteriorado, pero ahí sigue”, cuentan, conmovidos.
Los portavoces de la SANC dicen que conformarse como una Asociación Civil les facilitaría muchísimo su labor y les abriría infinitas puertas de oportunidades y conocimiento. Al ser cuestionados sobre lo que les hace falta para ello, son claros: unos 25.000 pesos (unos 1.250 dólares), que es el costo aproximado para hacer el trámite formal; telescopios y microscopios porque quieren hacer divulgación del cosmos, “de lo grande, pero también de lo pequeño”, dicen. “Divulgar implica todo un proceso de adecuar el lenguaje, de adaptar tus palabras para lograr que personas que toda su vida han vivido en un medio rural, en un medio, desafortunadamente bastante alejado de la educación formal, logren entender conocimiento que se generó en centros de investigación de primer nivel a nivel mundial”, concluye Pérez.
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